Adela Navarro Bello
11/06/2021 - 12:00 am
México, país veleta del Presidente
. En 2022, ya lo ha dicho, el mandatario se someterá a la revocación de mandato, fórmula política para seguir en el ánimo electoral de los mexicanos, con miras a la elección de 2024.
En términos electorales, aparte de sustentarse en un sistema de partidos, México es un país veleta, que gira en torno a la figura presidencial. Por lo tanto, el partido oficial y el mandatario nacional, suelen definir los resultados electorales.
No es una casualidad. Este concepto veleta está basado en el poder que ejerce, desde el Gobierno de la República, tanto el partido en el poder como el mandatario en turno al utilizar el presupuesto de peculiar manera para beneficio de muchos y de los suyos. Eso, aunado al centralismo que suele imperar en la administración pública federal en México, donde el Gobierno de la República reparte, y al hecho de tener actualmente en la Silla del Águila a un hombre aun carismático y empático, fueron la fórmula para ganar electoralmente.
Hoy día, las votaciones resultado de la jornada del 6 de junio de 2021 no sorprenden a muchos. Morena arrasó en los gobiernos estatales, más por la figura y las obras de Andrés Manuel López Obrador que por los gobiernos locales o los propios candidatos que fueron de Morena. Un ejemplo: la candidata de la coalición “Juntos Haremos Historia en BC”, Marina del Pilar Ávila Olmeda, inició su campaña en San Quintín, poblado públicamente conocido por ser de los quereres de López Obrador, refiriendo las promesas de este y comprometiéndose a seguir trabajando de la mano de “ya saben quién”, como se refieren al Presidente de la República.
Poco o nada, de hecho nada, resaltó Marina Ávila de los “logros”, en caso de identificarlos, del Gobierno de Jaime Bonilla Valdez, a quien sucederá –aun a costa del afán del mandatario estatal de quedarse en la silla por cinco años– el próximo octubre.
López Obrador fue la figura central de las campañas de los morenistas en las 15 entidades federativas donde hubo elección para relevar a los gobiernos estatales, también parte fundamental fueron, entre los electores, los programas asistencialistas para hacer llegar en efectivo, dinero a los jóvenes, a los adultos mayores, a aquellos sin empleo y a un sector de las mujeres. ¿Por quién vas votar? Por el que le da dinero a mi mamá, o a mi hijo, es parte de la respuesta a la pregunta realizada.
En ese sentido, en las elecciones intermedias, aun cuando AMLO disminuyó menormente la presencia de su partido y sus aliados en la Cámara de Diputados, logró que sus candidatos en los gobiernos de los estados ganaran para, como en su momento el PRI, y posteriormente el PAN, dominaran la escena electoral en las diversas entidades federativas.
Durante sus 80 años en el poder, el Partido Revolucionario Institucional llegó a gobernar al 100 por ciento de la población mexicana. Fue hasta 1989 cuando se rompió la homogeneidad tricolor, con el triunfo, precisamente en Baja California, del Partido Acción Nacional, de la mano de Ernesto Ruffo Appel, conocido por ser el primer Gobernador de la oposición en México. El PRI gobernaba el resto de las entidades federativas, y el entonces Distrito Federal a través de una regencia.
Cuando en el año 2000 México tuvo su primer Presidente de la República emanado de la oposición, en la figura de Vicente Fox Quesada, el panorama electoral comenzó a cambiar. El país, en los estados, comenzó a mostrar la tonalidad azul del panismo, entre la gran masa del rojo del priismo. Una vez más, el México veleta ondeó hacia el partido del Presidente.
Le siguió Felipe Calderón y los triunfos para el PAN continuaron en aumento. A la salida del panista, el último en la Presidencia de la República, ese partido gobernaba en 12 entidades federativas. Y a la llegada de Enrique Peña Nieto, un respiro al PRI moribundo, le regresó algunos estados.
La composición de México entonces fue azul, rojo, amarillo y un poco de naranja con el Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano en las dos últimas tonalidades.
Peña no significaría el regreso del PRI al poder hegemónico de México, un desastroso, corrupto y abusivo comportamiento por parte de él, de su Gabinete y la mayoría de los gobernadores del PRI, muchos de ellos hoy en prisión o prófugos, le abriría en México el camino electoral a la oposición de la llamada izquierda, encabezada por Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, institucionalizado en 2014 e integrado por una suerte de renegados de todos los partidos, mayormente, como el propio fundador del partido tricolor.
En 2018, AMLO ganó todo. La Presidencia de la República, con históricos 30 millones de votos, la Cámara de Diputados, la de Senadores y los estados en los que postuló candidatos. Pocos perdieron ante la ola del lopezobradorismo, que prometía meter a la cárcel a los corruptos, quitar la pensión a los expresidentes, acabar con los lujos de la clase política, dar dinero a los más necesitados. Acabar con la corrupción.
Hartos de la corrupción priista y de la panista, los electores lo creyeron, y, es evidente, lo siguen haciendo.
El domingo 6 de junio de 2021, una vez más, el México veleta giró en la dirección del Presidente de la República, concediendo a Morena 11 de las 15 gubernaturas en juego. Solo Querétaro y Chihuahua los retuvo el PAN, al tiempo que Nuevo León lo conquistó Movimiento Ciudadano y San Luis Potosí cayó en las garras del Partido Verde Ecologista de México (con Ricardo Gallardo, por cierto, aliado de Morena, aunque no pudo ser postulado por ese partido).
En estas condiciones, con los 11 ganados y los cinco ya gobernados, Morena titula 17 estados de la República, lo que significa que el destino de 58 millones 349 mil mexicanos será administrado por representantes del partido del Presidente, un 47.30 por ciento de la población, que se concentra en las siguientes entidades federativas:
Baja California con Marina del Pilar Ávila Olmeda; Baja California Sur con Víctor Castro Cosío; Sinaloa con Rubén Ochoa; Nayarit con Miguel Ángel Navarro; Sonora con Alfonso Durazo; Colima con Indira Vizcaíno; Michoacán con Alfredo Ramírez; Guerrero con Evelyn Salgado; Tlaxcala con Layda Sansores; Tlaxcala con Lorena Cuellar; y Zacatecas con David Monreal. Gubernaturas que se suman a las que ya están en poder de Morena: Chiapas con Rutilo Escandón, Ciudad de México con Claudia Sheinbaum, Puebla con Miguel Barbosa, Tabasco con Adán López y Veracruz con Cuitláhuac García.
Por su parte, el Partido Acción Nacional gobernará ocho estados, que en conjunto suman 24 millones 443 mil mexicanos –19.82 por ciento de la población del país– en las siguientes entidades federativas: Aguascalientes con Martín Orozco, Chihuahua con Maru Campos, Durango con José Aispuro, Guanajuato con Diego Rodríguez, Querétaro con Mauricio Kuri, Quintana Roo con Carlos Joaquín, Tamaulipas con Francisco García y Yucatán con Mauricio Vila.
El PRI, instituto que no ganó una sola gubernatura de las 15 en juego, gobierna en tres estados, que por ser de alta densidad, concentran más mexicanos que los ocho administrados por el PAN, siendo los tricolores, administradores de los destinos de 26 millones 461 mil mexicanos, lo que significa un 21.45 por ciento de la población del país. En Coahuila con Miguel Riquelme, Hidalgo con Omar Fayad, Estado de México con Alfredo del Mazo y Oaxaca con Alejandro Murat.
Movimiento Ciudadano gobernará dos estados: Jalisco con Enrique Alfaro, y Nuevo León con Samuel García, cuya suma de habitantes resulta en 14 millones 132 mil mexicanos, el 11.05 por ciento de la población mexicana.
El único otro partido que gobierna una entidad federativa es el extinto Encuentro Social, Morelos, con Cuauhtémoc Blanco, con población de un millón 972 mil ciudadanos. De aquí en fuera, ningún partido ajeno a los ya mencionados.
Es evidente, por los datos, que México, el país veleta electoral, giró hacia Andrés Manuel López Obrador, la figura central de Morena, que a pesar de no estar en la boleta, influye en la decisión del voto. En 2022, ya lo ha dicho, el mandatario se someterá a la revocación de mandato, fórmula política para seguir en el ánimo electoral de los mexicanos, con miras a la elección de 2024.
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