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Poco después de su arresto, April Kelly relató a los fiscales estadounidenses cómo logró pasar enormes cantidades de fentanilo, un opioide sintético, por la frontera entre Estados Unidos y México. Kelly, ciudadana estadounidense residente en Tijuana, se encontraba en el paso fronterizo de San Ysidro, al sur de San Diego, cuando las autoridades detuvieron su auto. Descubrieron más de 16 kilos de metanfetaminas, 17 kilos de cocaína y 5,5 kilos de fentanilo. Fue arrestada en el acto y judicializada por tráfico de drogas. 

Por Steven Dudley y Parker Asmann

Ciudad de México, 2 de mayo (InSigthCrime).–El mayor error de Kelly fue usar su auto. Normalmente cruzaba a pie, llevando en la mano bolsas plásticas, con píldoras de prescripción adulteradas para su uso personal. Las píldoras estaban mezcladas con fentanilo y podían venderse por unos 20 dólares la unidad en el mercado libre. Según su declaración, podía llevar hasta 10 mil píldoras por trayecto, es decir, unos 200 mil dólares en drogas.

Su secreto, como confesó a las autoridades, era su obesidad, pues podía ocultar las drogas alrededor de su abdomen, donde los agentes fronterizos eran reacios a inspeccionarla. Si lo hacían, ella hacía un berrinche, como detalló a los investigadores, y los agentes la dejaban tranquila.

Sus empleadores la adoraban, añadió, y afirmó que habían contratado a muchas otras mujeres obesas para que hicieran lo mismo que ella. Era tan buena que también la buscaban otras organizaciones. En nueve meses, según las autoridades, transportó 450 mil píldoras, o casi cinco millones de dólares, sólo en fentanilo.

PRESENCIA DOMINANTE Y EN AUMENTO

En todo el territorio estadounidense se han hallado cantidades sin precedentes de fentanilo, y las muertes por sobredosis de este opiáceo, luego de una fugaz caída, están creciendo de nuevo a un ritmo alarmante.

Entre octubre de 2020 y comienzos de marzo de 2021, los agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) decomisaron más de dos mil 500 kilos de fentanilo ilícito, un aumento de más del 300 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior. Lo incautado también duplica los cerca de mil 200 kilos de heroína decomisados en el primer semestre del año fiscal (que va del 1 de octubre al 30 de septiembre).

Decomisos de fentanilo en Estados Unidos. Foto: InSight Crime.

El fentanilo, un opioide sintético, se fabrica por una fracción del costo de la heroína, y es casi 100 veces más potente. Los expendedores acostumbran a sustituir el fentanilo por heroína, y mezclarlo en píldoras adulteradas de venta controlada, semejantes a OxyContin, Xanax y Percocet, del tipo que transportaba Kelly.

La potencia de la droga ha provocado un repunte de las muertes por sobredosis ligadas a los opioides sintéticos en Estados Unidos durante los últimos cinco años. En 2019, el último año del que se dispone de datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Disease Control and Prevention, CDC), se presentaron más de 36 mil 359 muertes por sobredosis con opioides sintéticos, provocadas en su mayoría por el fentanilo, que representó alrededor de la mitad del total de muertes por sobredosis. Ese mismo año hubo 14 mil 19 muertes por sobredosis vinculadas a la heroína, que continuaron la tendencia descendente documentada por los CDC desde 2016.

La Administración para el Control de Drogas (DEA) también sigue de cerca la creciente amenaza del fentanilo. El Balance de la Amenaza de las Drogas del organismo en 2020 identificó el fentanilo ilícito como el “principal responsable” de la actual crisis de opioides en Estados Unidos. La mayoría de las 23 divisiones de campo de la DEA reportaron una “alta disponibilidad” de la droga.

“Ante la penetración del fentanilo, económico y potente, en los mercados establecidos de la heroína, éste seguirá creciendo y, en algunos casos, suplantará a la heroína en polvo blanco en diferentes mercados internos”, señala el informe.

El número de muestras de fentanilo enviadas por los agentes al Sistema Nacional de Información de Laboratorios Forenses (National Forensic Laboratory Information System, NFLIS), por ejemplo, pasó de apenas cinco mil 541 en 2014 a más de 100 mil en 2019. Aunque sigue siendo levemente inferior al número de muestras de heroína enviadas al NFLIS en el mismo año, las líneas de tendencia de ambas drogas iban en direcciones claramente opuestas.

“Lo que estamos viendo es que en la mayoría de los mercados de narcóticos estadounidenses en los que se introdujo el fentanilo, en un lapso de tres a cinco años salió la heroína”, observa Bryce Pardo, investigador sobre política de drogas para la organización sin ánimo de lucro RAND Corporation. “El fentanilo ha desplazado por completo a la heroína en algunos casos”.

Pardo y muchos otros investigadores sobre drogas y agentes antinarcóticos consultados para este artículo se mostraron reacios a afirmar que en definitiva el fentanilo ha superado a la heroína en términos de prevalencia. Y algunos investigadores, como Peter Reuter, de la Universidad de Maryland, que también trabaja con RAND, afirmó que la heroína sigue a la cabeza del mercado de opioides ilícitos, aunque los opioides sintéticos provoquen más muertes. Pero todos ellos aseguraron que, aunque aún no lleve la delantera, el fentanilo se mueve rápidamente en esa dirección.

“Lo fascinante es la rapidez con la que se extiende el fentanilo cuando entra al mercado y la lentitud con la que se ha propagado en el país”, explicó Reuter. El fentanilo ingresó como un sustituto de menor precio para la heroína en los mercados del este del río Mississippi, pero esto no se ha observado al oeste de Estados Unidos, donde esta droga aún no se consolida como en la costa este.

Aclarado este punto, para los analistas está todo claro.

“Aun cuando sólo el 50 por ciento de la oferta de heroína fuera reemplazada [con fentanilo y otros opioides sintéticos], esto representaría un cambio crucial en los mercados globales de narcóticos y plantearía un reto para la política de drogas”, como escribieron Pardo, Reuter y Jirka Taylor, otra analista de políticas de RAND, en la edición de enero de 2021 de International Journal of Drug Policy.

¿POR QUÉ EL AUGE DEL FENTANILO?

Las razones de este aumento desproporcionado —como lo señalan los observadores y otros agentes antinarcóticos— son muchas. Para empezar, las organizaciones criminales mexicanas, que se sitúan en el centro de la producción de la droga, incluida la presentación en forma de píldoras adulteradas, tienen la infraestructura, los contactos y el personal para producirla en cantidades masivas. Esto se debe principalmente a su amplia experiencia en la producción y el trasiego de enormes lotes de metanfetaminas, la segunda droga ilícita más consumida en Estados Unidos, detrás de la marihuana (cuya legalidad está sujeta a variaciones considerables a lo largo del país).

“Las organizaciones narcotraficantes ya tienen la infraestructura instalada para la producción de metanfetaminas, por lo que es lógico que también produzcan e importen fentanilo a Estados Unidos a gran escala”, reflexiona Jaime Arredondo, profesor del Programa de Políticas de Drogas en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de Aguascalientes, México.

Para esto, han aprovechado la relativa facilidad para conseguir suministros de químicos precursores claves, inicialmente de India y China, pero cada vez más de otros lugares, ante el endurecimiento de los controles sobre los precursores asiáticos y la producción propia por parte de las organizaciones criminales. En 2020, las autoridades mexicanas reportaron un incremento de 486 por ciento en los decomisos de fentanilo, pasando de 222 kilos en 2019 a unos mil 300 kilos el año pasado.

Decomisos en México. Foto: InSight Crime.

El margen de beneficio desde la producción hasta el punto de venta también es cuantioso. Una fuente de la DEA comentó a InSight Crime que las organizaciones criminales mexicanas pueden producir fentanilo por un precio irrisorio de 180 dólares por kilo y vender el mismo kilo por 25 mil dólares en la frontera México-Estados Unidos; y esas mismas organizaciones también pueden mezclarlo con otras drogas para obtener ocho kilos y vender cada uno hasta por 60 mil dólares en mercados muy dinámicos, como el de Massachusetts u Ohio. En otras palabras, el margen de ganancia puede subir a dos mil 700 veces el costo de producción.

La distribución de fentanilo es también más sencilla. Como lo ilustró el caso de Kelly, el letal opioide se mueve en cantidades tan mínimas que es difícil de detectar. La droga también puede comprarse en línea y despacharse directamente al consumidor, muchas veces por medio del Servicio de Correos Estadounidense (USPS), lo cual plantea un problema particular para las autoridades, por el sólo volumen de los paquetes.

La experiencia de Kelly también nos da alguna indicación sobre la evolución del mercado. Si bien parece haber dos actores dominantes en el mercado de drogas mexicano —el Cartel de Sinaloa y el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG)— también hay numerosos productores y distribuidores más pequeños e independientes que mueven cantidades importantes de la droga. Kelly, por ejemplo, era contratada por dos grupos distintos, lo que ilustra el creciente número de competidores que intentan explotar el aumento del consumo de fentanilo.

Los conflictos en México parecen un reflejo de esta atomización. En el estado de Zacatecas, al centro del país, por ejemplo, una guerra de cinco bandos por el control de un corredor de tráfico estratégico que pasa por el centro del país es en parte la responsable del aumento de los índices de violencia en una zona donde hay pocas luchas de poder de esa magnitud.

UNA CIENCIA NO EXACTA

Aunque InSight Crime cree que el fentanilo es el opioide ilícito dominante en Estados Unidos, con base en los datos citados anteriormente y en un gran número de entrevistas con expertos y autoridades, sigue siendo difícil establecer el alcance de su consumo.

Muchos lugares en los que éste es prevalente carecen de los medios o los equipos para hacer pruebas. Y lo más seguro es que los estimativos estén muy por debajo de la realidad. Para ilustrar esto, en 2019, el Departamento de Salud y Servicios Sociales de Estados Unidos calculó que había 10 millones de consumidores de opioides, de los cuales 269 mil usaban productos de fentanilo de venta controlada.

Sin embargo, según las mismas medidas del Gobierno, el número de consumidores de fentanilo puede ser mucho mayor. Los cálculos sobre consumo de fentanilo, según la Encuesta Nacional de 2019 sobre Consumo de Narcóticos y Salud, “pueden subrepresentar a personas que usaron fentanilo de elaboración ilícita [IMF] de laboratorios clandestinos y pueden dejar por fuera a quienes consumieron IMF mezclado con heroína o vendido como heroína [pero que contenía solo IMF]”.

Más aún, agentes antinarcóticos contactados para este artículo declararon que el consumo de fentanilo se está propagando con gran rapidez hacia el oeste, lejos de su epicentro en Nueva Inglaterra. En San Diego, no lejos de donde April pasaba la frontera con sus píldoras adulteradas, las autoridades anunciaron que las sobredosis asociadas al fentanilo fueron tres veces mayores durante los primeros siete meses de 2020 en comparación con 2019.

“No hay razones para dudar de que podríamos ver duplicarse el número de muertes por sobredosis en los próximos años si el fentanilo sigue extendiéndose aún más”, comentó Reuter.

Hay razones para pensar que esto ya está sucediendo. Los datos preliminares sobre sobredosis, divulgados por los CDC, en relación con el año fiscal de 2020, ya indican un pasmoso incremento de 29 por ciento en las muertes por sobredosis de drogas frente al año fiscal de 2019, aún antes de totalizar todos los datos. La mayor parte de ese incremento, señalan los expertos, tiene que ver con el consumo de fentanilo.

Un alto agente de la DEA declaró a InSight Crime que el fentanilo se está extendiendo, y que los agentes ahora lo ven en lugares como Arizona y California, lo cual ha generado preocupación por su creciente prevalencia.

Entre tanto, sigue siendo casi imposible detener la afluencia de narcóticos a lo largo de la frontera México-Estados Unidos. En diciembre de 2019, un juez sentenció a April Kelly, de 39 años, a 14 años en una cárcel federal por cuatro cargos de drogas. Los fiscales federales declararon que los cientos de miles de píldoras de fentanilo con las que ella cruzó la frontera estaban dirigidas a distribuidores medianos en el sur de Arizona y California.

Es muy probable que las múltiples capas de grupos traficantes no se hayan visto afectadas desde su detención. Traficantes de poca monta como ella son el eslabón más desechable en la cadena de narcotráfico. Es más, representantes de las autoridades estadounidenses señalan que han vuelto a captar más fentanilo en polvo, ahora que los grupos traficantes retoman el método de trasiego de grandes cantidades de la sustancia en esa forma.

Eso les da flexibilidad. Al llegar a Estados Unidos, los grupos criminales pueden procesarlo —o dárselo a grupos locales para que lo procesen— en pastillas falsas, o pueden mezclarlo con otras drogas, como metanfetaminas y cocaína.

Kelly declaró a los fiscales antes de su veredicto que también se había pegado fentanilo en polvo a la espalda y lo había llevado en avión hasta Atlanta. Por cierto, el mismo mes en que Kelly fue sentenciada, los agentes del CBP incautaron más de 100 libras de fentanilo en todo el país. Y desde entonces no han parado las incautaciones.

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Redacción/SinEmbargo

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