En octubre, el lanzamiento del telescopio espacial James Webb enviará información que permitirá comprobar la teoría propuesta por investigadores de las universidades de Chicago y Stanford.

Madrid, 28 de abril (EFE).- Los exoplanetas rocosos con una atmósfera rica en agua pueden ser más numerosos de lo pensado, según un estudio que teoriza el proceso por el que estos objetos fuera del Sistema Solar podrían formar y mantener atmósferas.

La investigación publicada en Astrophysical Journal Letters amplía la visión sobre la formación planetaria y podría ayudar a dirigir la búsqueda de mundos habitables en otros sistemas estelares.

Desde el descubrimiento del primer exoplaneta, en 1995, los telescopios han contabilizado un número creciente de planetas rocosos, pero los científicos consideran que la mayoría de sus atmósferas se perdieron hace tiempo.

El nuevo estudio, firmado por investigadores de las universidades de Chicago y Stanford, sugiere un mecanismo por el que estos planetas podrían no sólo desarrollar atmósferas llenas de vapor de agua, sino mantenerlas durante largos periodos.

El modelo usado por el equipo señala que los exoplanetas calientes y rocosos deberían tener una atmósfera dominada por el agua en algún momento y, en el caso de algunos, «puede pasar bastante tiempo», explicó Edwin Kite, de la Universidad de Chicago y uno de los autores del estudio.

Hasta ahora, los telescopios ofrecen datos sobre el tamaño de los exoplanetas, la cercanía a su estrella y, en algunas ocasiones, la masa, pero para intentar adquirir más conocimientos los científicos tienen que extrapolar basándose en lo que se sabe del Sistema Solar.

Sin embargo, los planetas más abundantes fuera de nuestro vecindario no parecen ser similares a los que vemos a nuestro alrededor, destacó la Universidad de Chicago.

Los planetas algo más pequeños que Neptuno parece que son realmente abundantes, mientras que en el Sistema Solar no existe ninguno; además no hay certezas sobre de qué están hechos, aunque los indicios apuntan a que son bolas de magma envueltas en una atmósfera de hidrógeno.

También hay un buen número de planetas rocosos más pequeños que son similares, pero sin las capas de hidrógeno, por lo que se cree que muchos probablemente comienzan como planetas más grandes y con atmósferas ricas en hidrógeno, pero que acaban perdiéndolas por la cercanía a sus estrellas.

Cómo aún quedan muchos detalles para completar los actuales modelos, el equipo exploró algunas de las posibles consecuencias de tener un planeta cubierto de océanos de roca fundida.

Los autores creen que, puesto que el magma líquido es bastante fluido y gira con fuerza, «es muy probable que esos océanos de magma succionen el hidrógeno de la atmósfera y reaccionen para formar agua, de la que una parte escapa a la atmósfera, pero mucha más es absorbida por el magma», según Kite.

Una vez que la estrella cercana al planeta elimina la atmósfera de hidrógeno, el agua es arrastrada en forma de vapor de agua y, finalmente, el planeta queda con una atmósfera dominada por el agua, una etapa que en algunos podría durar miles de millones de años.

Una de las formas para comprobar esta hipótesis será esperar al lanzamiento, en octubre, del telescopio espacial James Webb, que podrá realizar mediciones de la composición de la atmósfera de los planeta fuera del Sistema Solar.

Recreación artística del exoplaneta WASP-107b y su estrella, WASP-107. Foto: EFE/ESA/Hubble, NASA, M. Kornmesser

Recientemente, un exoplaneta rocoso descubierto a 26 años luz del Sol, Gliese 486b, ha sido considerado por un grupo de científicos como el lugar ideal por sus características de tamaño, masa, temperatura y distancia a su estrella como el más idóneo para profundizar en el estudio de las atmósferas.