Desde el inicio de la pandemia, los espacios cerrados han formado parte de una preocupación generalizada, debido a la dificultad de mantener la necesaria distancia social para evitar los contagios. Este estudio confirma la importancia del distanciamiento incluso si no hay riesgos de toser o estornudar.
Madrid, 7 de abril (Europa Press).- Con la investigación que muestra cada vez más que el virus causante de la COVID-19 se transmite a través de gotitas más pequeñas suspendidas en el aire, existe una preocupación creciente que las pautas actuales sobre el uso de mascarillas y el distanciamiento social son insuficientes en ambientes interiores, como prisiones, hospitales y plantas de envasado de carne, donde la gente suele estar en lugares cerrados y reducidos.
En la revista AIP Advances, los investigadores muestran que el distanciamiento social es tan importante como el uso de un cubrebocas cuando las personas en el interior sólo respiran o participan en una conversación normal, incluso cuando no hay riesgo de toser o estornudar.
La mayoría de las investigaciones se han centrado en la tos y los estornudos. Pero son escasos los estudios sobre cómo la simple respiración puede contribuir a la propagación del virus en el aire.
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— Dr. Sachchida Nand Pandey (@snpiitm) April 7, 2021
Los investigadores del Instituto Indio de Tecnología de Bhubaneswar demuestran que el distanciamiento social es tan importante como el uso de la mascarilla cuando las personas que están en el interior sólo respiran o participan en una conversación normal, incluso cuando no hay riesgo de toser o estornudar. También descubrieron que las fugas de la mascarilla en el mismo escenario suponen un reto notable para evitar la propagación del virus.
«Nuestros hallazgos muestran la necesidad de contar con buenos sistemas de ventilación que tengan en cuenta el cinco a 10 por ciento de fuga de partículas aerosolizadas que se produce en cada ciclo de respiración como forma de reducir la concentración de gotas en los espacios cerrados –explica el autor Venugopal Arumuru–. También es necesario innovar en el diseño de las mascarillas para reducir las fugas de gotas laterales y en la parte inferior, a la vez que se proporciona una comodidad adecuada a la cara».
En un montaje experimental, se conectó un simulador mecánico de respiración a un maniquí de 1.5 metros de altura para simular la respiración regular y la respiración ligeramente más larga típica de los adultos sanos que están quietos o realizan una actividad moderada, como caminar, hablar o participar en trabajos de montaje. Los investigadores evaluaron la eficacia de varios tipos de mascarilla, combinaciones de mascarilla y pantalla, y el uso exclusivo de la pantalla facial.
Se llenó un generador de niebla con una mezcla de agua y glicerina para emular la consistencia de las gotas de saliva en el rango de diámetro de 1-10 micrómetros para reflejar la transmisibilidad en el aire. La exposición de las gotas se iluminó y se capturó con una cámara de video.
Los investigadores descubrieron que, sin cubrirse la cara, las gotas procedentes de la respiración pueden viajar hasta un metro en cinco segundos. Se comprobó que una mascarilla comercial de cinco capas proporcionaba la mejor protección, con una protección completa de la parte delantera de la cara y una fuga mínima por debajo de la barbilla. Una mascarilla comercial N-95 impide la fuga de gotas por delante, pero la fuga en los espacios entre la mascarilla y la nariz era significativa.
Las fugas por la parte delantera de la mascarilla quirúrgica eran evidentes, aunque la adición de un protector facial aumentaba la restricción de las gotas.
«Sin embargo, las gotas notables que se asientan por debajo de la protección son preocupantes, y el emparejamiento de las mascarillas quirúrgicas con los escudos no es adecuado en los hospitales y otros lugares donde es difícil seguir las estrictas directrices de distanciamiento social», advierte Arumuru.