Redacción/SinEmbargo
21/03/2021 - 12:02 am
Ser mujer y académica en una escuela de ingeniería: La búsqueda del centro y camino zen
Por La Tesis Morada y Dr. Edgar Iván Zazueta Luzanilla Instituto Mora Parte 1. La osadía
Por La Tesis Morada
y
Dr. Edgar Iván Zazueta Luzanilla
Instituto Mora
Parte 1. La osadía
Comprender la complejidad de una escuela de ingeniería es todo un reto que evoca historias épicas y de grandes logros que han sido liderados por hombres en su totalitaria mayoría. Esa comprensión ha sido un papel sobreentendido por los hombres y asumido con resignación para las pocas mujeres que como profesoras, estudiantes y trabajadoras han podido colarse en las instalaciones de las universidades públicas en México, reconocidas estas últimas como bastiones de creatividad y dotadoras por excelencia de soluciones de infraestructura y vanguardia técnica.
Es osado pensar que, en escuelas de este tipo, las mujeres jueguen un papel. Por varias generaciones ese rol de trabajadoras ha sido objeto de labores reconocidas como administrativas y/o propias de compañeras sindicalizadas dentro de las múltiples operaciones que como dependencia son requeridas. Sin embargo, el papel de una profesora en una escuela de ingeniería es un tema álgido con bastantes detalles que se sufren desde que una mujer se incluye como académica o estudiante. Es una osadía pertenecer a un gremio, es una osadía discutir y proponer, es una osadía que una académica difiera con argumentos a los ya bien sabidos discursos que la ingeniería tradicional emplea y que distan de buscar evolución.
Parte 2. Estar dentro
Como estudiante puede notarse que las asignaturas vistas como “complejas”, generalmente calificadas así por hombres, son impartidas por varones y que las materias optativas y menos socorridas, dictadas por las pocas profesoras. ¿Pasa algo? ¿Ellas no son capaces? Este cuestionamiento lo comentan estudiantes, pero para ellos se queda en un listado de aspectos random por resolver, lo que urge es acreditar las materias y graduarse.
En años recientes, varias escuelas de ingeniería enarbolan discursos del empoderamiento de l@s jóvenes profesor@s para hacer labores investigativas y rejuvenecer plantillas docentes. No se usaba tanto lenguaje inclusivo como hoy, quizá no se creía necesario. Y es en los claustros universitarios donde deambulan comentarios sobre “lo viscerales que son las mujeres que tienen puestos de mando”, “lo conflictivas que son cuando trabajan en grupo” y que “entre mujeres, ellas mismas se despedazan”. Los señalamientos son marcados, no se necesita inclusión en el lenguaje para entender quiénes dicen son las complicadas.
Se coincide con Llobet y Wegsman (2004) sobre la vulnerabilidad que se desata cuando el trabajo se incrementa de forma brutal a la incipiente joven academia que se integra a las filas de escuelas con tanta tradición masculina. Los académicos, hombres, aunque sufrientes de estrés y burnout ostentan altísimas probabilidades de ganar concursos de oposición abiertos, así como sus definitividades prácticamente por default. No pasa lo mismo con compañeras mujeres; ellas sufren tragicomedias aderezadas de misoginia y de prácticas bajas en terrenos académicos. Son atacadas por hombres y por esas pocas mujeres que ya estaban dentro y que con seguridad habían sufrido el mismo acoso y misoginia en su juventud, pero de ahí a permitir que otras más se sumen a las aulas… eso es otra historia. Claramente se conocen casos, profesoras viviendo este purgatorio académico. Claramente se recuerdan las bromas sobre sus derrotas, la tristeza entre quienes las aprecian. Se observa, a la impotencia y vulnerabilidad sentarse todos los días junto a la joven academia. Sería cuestión de esperar a que el momento de repetir la experiencia, llegue. La historia lo indica, si eres mujer solo queda prepararte para una campal.
Parte 3. Catarsis y camino zen
“Más allá de focalizarse en las debilidades de las personas y concebirlas como víctimas después de una experiencia traumática, existen otras formas de entender al individuo como un sujeto activo y fuerte con capacidad de resistir y rehacerse ante las adversidades” (Vélez, 2007).
La vulnerabilidad una vez que se empodera, combinada con otros aspectos de la vida de varias académicas como licencia de maternidad, clases, labores académico-administrativas, proyectos de investigación, fechas para definir contrato laboral, y a su vez, de las campañas de desprestigio a las jóvenes docentes antes del duelo por su propia plaza… todo esto pinta para un plan macabro en el reciente despegue de una mujer que quiere dedicarse a la docencia en ingeniería, pinta a la vista como injusto, pinta como un desmerecimiento para quienes cubren todos los requisitos para rejuvenecer plantillas docentes. Eso sí, una vez dentro, todo puede cambiar y para mal. Es un intentar en la vida personal, en la familia y academia. En esta última, con duros sacrificios en las dos primeras para lograrlo.
En el caso de una académica conocida, quien perdió su plaza como profesora. Se supo después de este evento, que había encontrado una etapa de disfrute de su familia y de emprendedora como consultora de proyectos de ingeniería además de profesora en otras universidades. Se volvió resiliente, tanto como su objeto de investigación. Ella logró adaptarse a una nueva realidad donde podía florecer. Llegó la esperanza y se soltó el miedo. Así, algunas jóvenes académicas se entregaron al dicho “si va a tronar que truene”. Este hecho tan triste y lleno de lecciones, permitió hablar, discutir y hasta pelear si era dable. En los argumentos de las académicas que luchaban iban incluidas las palabras violentas que buscan el desprestigio de las jóvenes profesoras, palabras iniciadas por mismas compañeras, porque el machismo está tan introyectado en las escuelas de ingeniería que las mujeres profesoras más antiguas lo ejercen de forma automática respaldando la misoginia de los colegas varones; los números, que tanto gustan en la ingeniería, que demuestran la preferencia hacia iniciativas de hombres y no de mujeres; la retrógrada visión cómplice de las instituciones de educación superior y esta urgente pero tan urgente necesidad de cambio.
No es miel sobre hojuelas. Las malas prácticas persisten y ante ellas solo queda presentar evidencia, reglamentos y mucha discusión. En las escuelas de ingeniería se están sembrando antecedentes importantes, y con la fuerza morada de nuestro interior esperamos que el papel de las mujeres académicas y de las futuras ingenieras se cimbre de pasos firmes porque llegaron para quedarse y harán florecer con su óptica propia esas soluciones socio-técnicas que necesitan ojos críticos y sensibilidad, tan necesarios en los nuevos proyectos de nuestra ingeniería mexicana.
El anterior escrito forma parte de las vicisitudes, reflexiones y experiencia de una querida colega que se hace llamar “La Tesis Morada”. Ella, como tantas mujeres, problematiza lo masculinizadas que se encuentran ciertas profesiones en nuestra sociedad, así como la labor científica, en donde sólo el 28 por ciento de quienes se dedican a la investigación son mujeres. Quizás debiéramos preguntarnos sobre la pertinencia de hacer de la paridad de género, una política pública de inclusión y equidad no sólo en la planta laboral de las empresas sino también de la planta docente de las universidades o, ¿ustedes qué opinan?, ¿será el mismo camino para las ciencias sociales? ¿por qué?, la provocación se las dejamos a discusión para la próxima.
Si desean establecer contacto con la autora de este escrito favor de hacerlo a través de la dirección de correo electrónico que dejamos en esta nota.
Referencias
Llobet, V., y S. Wegsman (2004). El Enfoque de Resiliencia en los Proyectos Sociales…, Revista de Psicología de la Universidad de Chile. Vol. XIII, Nº 1: Pág. 143-152.
Vélez, P. (2007). La resiliencia: nuevo abordaje del trauma. Ciencia y Cuidado. Sección Trabajos Libres. Volumen 4. No. 4.
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