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Luego de los acontecimientos de la COVID-19, cuyo origen sigue bajo investigación, la sociedad ha comenzado a comprender el impacto que un virus que afecta a animales puede tener en los seres humanos. En el caso de la cepa H5N8 de la gripe aviar, los efectos revelan grandes estragos en algunas especies de aves silvestres, algo casi excepcional, además de la aparición de los primeros casos en humanos en Rusia, pero ¿es realmente probable es que se convierta en una amenaza para el ser humano?

Por Elisa Pérez Ramírez
Viróloga veterinaria en Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)

Madrid, 14 de marzo (The Conversation).- En los últimos meses de 2020 y primeros de 2021 hemos sufrido una incidencia inusualmente baja de gripe estacional debida a las medidas de distanciamiento social y prevención frente a la COVID-19. Curiosamente, ha ocurrido todo lo contrario con la gripe aviar, que lleva meses provocando brotes graves en aves de casi todo el planeta.

La gripe aviar es una de las enfermedades infecciosas que más severamente afectan a la avicultura, pues provoca elevada mortalidad y enormes pérdidas económicas. Además, los brotes causados por este virus tienen graves repercusiones en la seguridad alimentaria. En muchos países la carne y los huevos de las aves de corral son la fuente principal de proteína, y su escasez puede llevar a la desnutrición de la población.

A todo ello hay que añadir el riesgo que esta enfermedad animal representa para la salud pública, puesto que algunas cepas del virus son zoonóticas.

Es importante destacar que existen dos tipos de cepas (o “patotipos”) de gripe aviar: las de baja y las de alta patogenicidad. Estas últimas producen una infección letal en un alto porcentaje de las aves infectadas. Salvo raras excepciones, sólo dos subtipos (H5 y H7) son capaces de generar cepas altamente patógenas para las aves. Algunos de ellos tienen, además, potencial zoonótico, pero hasta el momento sólo dos (H5N1 y H7N9) han provocado infecciones graves en humanos.

Existen dos tipos de cepas (o “patotipos”) de gripe aviar: las de baja y las de alta patogenicidad. Foto: Orlando Barría, EFE

DE LAS AVES SILVESTRES A LAS DOMÉSTICAS

El reservorio natural del virus lo constituyen las aves silvestres, principalmente las relacionadas con ambientes acuáticos como los patos, gansos, cisnes y gaviotas. Por norma general, en estas aves los virus de la gripe circulan sin causar ninguna enfermedad.

Sin embargo, cuando uno de estos virus de los subtipos H5 o H7 se introduce en una explotación avícola sufre un proceso de adaptación a las especies domésticas. Entonces se producen una serie de mutaciones que pueden llegar a transformar una cepa poco patógena en una de alta patogenicidad.

Es esto lo que ha estado ocurriendo en los últimos meses en numerosos países europeos y también en África, Asia y Australia. Una cepa H5N8 ha causado estragos en la industria avícola y provocado la muerte de cientos de miles de aves de corral, bien por efecto directo de la infección o como medida de control para contener el avance de la enfermedad.

Curiosamente, esta cepa también ha afectado gravemente a algunas especies de aves silvestres. Esto es algo excepcional: como comentaba antes, raramente la infección causa síntomas clínicos en aves salvajes. De hecho, sólo en otras dos ocasiones la gripe aviar había tenido un impacto grave sobre la fauna silvestre: a principios de los 2000 con la famosa gripe zoonótica H5N1 y en 2016-2017 con otro virus del mismo subtipo que el actual que causó casi mil brotes en aves salvajes en Europa.

Desde 2017 apenas se habían declarado nuevos casos, pero en 2020 se produjo una nueva oleada. Los primeros se notificaron en agosto en Rusia y desde entonces, continuos brotes se han ido produciendo en Europa, hasta afectar a 25 países, incluida España que ha declarado tres brotes en aves silvestres en Cantabria, Zamora y Gerona.

Una cepa H5N8 ha causado estragos en la industria avícola y provocado la muerte de cientos de miles de aves de corral, bien por efecto directo de la infección o como medida de control para contener el avance de la enfermedad. Foto: Sanjeev Gupta, EFE

La vía principal de entrada del virus en una explotación avícola es el contacto directo o indirecto (a través del agua contaminada) con las aves silvestres infectadas. De hecho, en muchas ocasiones se puede establecer un solapamiento muy claro entre las rutas migratorias de las aves y la aparición de los casos en las granjas. Por ello, las autoridades veterinarias han hecho tanto hincapié estos meses en la obligatoriedad de mantener a las aves domésticas en espacios cerrados para evitar así el contacto con la fauna silvestre.

Una vez el virus es introducido en una granja, la transmisión entre las aves es rapidísima y es prácticamente imposible pararla, por eso el aumento de las medidas de bioseguridad es una de las claves principales de la prevención.

PRIMEROS CASOS EN SERES HUMANOS

Desde que se detectó por primera vez este subtipo de gripe aviar en 2014 nunca se habían producido casos de infección en personas. Esto a pesar de que ha habido una alta exposición, especialmente en los profesionales relacionados con el manejo y control de los brotes en aves como trabajadores de granjas y mataderos y veterinarios.

Sin embargo, en febrero de 2021, Rusia notificó los primeros casos de infección en humanos por la cepa H5N8. Se trata de siete trabajadores de una gran explotación avícola (con 900 mil aves) que sufrió un grave brote de la enfermedad. Ninguno de ellos desarrolló síntomas y no se ha producido transmisión de persona a persona.

El ECDC realizó recientemente un estudio para evaluar el riesgo que esta cepa supone para la salud humana y concluyó que el riesgo zoonótico es muy bajo para población general y bajo para los profesionales del sector avícola. Aun así, este hallazgo ha hecho saltar las alarmas porque demuestra una vez más la enorme capacidad de adaptación de los virus de la gripe aviar y la amenaza constante que suponen para la salud humana.

Desde que se detectó por primera vez este subtipo de gripe aviar en 2014 nunca se habían producido casos de infección en personas. Foto: EFE

Muchos virólogos se sorprendieron cuando se demostró que un coronavirus estaba detrás de la actual crisis sanitaria, ya que todas las apuestan se dirigían a un virus de la gripe. A pesar de la COVID-19, la amenaza de la gripe sigue presente y estos brotes en aves cada vez más frecuentes y virulentos lo constatan. El estudio interdisciplinar de los virus zoonóticos en la interfaz entre fauna silvestre, doméstica y humanos debe ser una absoluta prioridad si queremos estar preparados para la próxima pandemia.

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