Jaime García Chávez
01/03/2021 - 12:00 am
El becario John Ackerman
Aunque aparentemente se trata de un gasto menor, cabe la pregunta: ¿Nos debe preocupar este trabajo, su contenido, su finalidad, entregado a un adherente, casi fanático, del Gobierno actual?
John Ackerman se ha convertido en uno de los becarios más costosos del país. Polémico, intolerante y esposo de la Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, lo que lo cubriría de privilegios emparentados con el eventual tráfico de influencias, Ackerman está al frente ahora de un extraño proyecto financiado millonariamente por el Conacyt. Ahora, con el antecedente de que empezó en la mismísima UNAM, encabezará un estudio que se denomina “Democracia, Culturas Políticas y Redes Sociodigitales en una era de Transformación Social”.
Lo primero que llama la atención es la impertinencia de la cabeza designada, por su proverbial y fanática adhesión a la Cuatroté. Los resultados, más allá de la metodología que se emplee, son previsibles, y no se tratará, es válido afirmarlo, de una búsqueda de conclusiones, sino que estas ya están implícitas en las premisas de su vida pública.
Viene en auxilio de esta empresa, se supone, la filosofía de Jacques Derrida, pues el objetivo del estudio, según el Conacyt, es “deconstruir la semántica de la democracia (neo)liberal y su cultura política para edificar un marco analítico teórico y metodológico que permita analizar y plantear nuevas narrativas para la construcción de una demodiversidad sustentada en la pluralidad de culturas políticas existentes en México”.
Más allá de la coincidencia o no con ese ambicioso pensamiento, que se echa a cuestas cambiar el rumbo de toda la filosofía occidental, se advierte que al becario lo estarían proyectando como el artesano de una ortodoxia que se trata de imponer. Me recordó a Andréi Zhdánov, una especie de dictador cultural durante la era totalitaria de Stalin, su consuegro, en la extinta Unión Soviética.
Conjeturo que así puede ser porque, de llegar a tenerse un producto de ésta, que para mí es más que una beca, analizaría para el Gobierno de López Obrador una “Encuesta Nacional Sobre Democracia y Cultura» y, en este mismo rubro, “producir tres capítulos de 23 minutos de una serie audiovisual sobre culturas políticas”; además incluye la presentación de “un estudio de caso sobre participación y cultura política” y el “diseño metodológico y conceptual del sistema de indicadores de la democracia y el diseño de un laboratorio sobre democracia”. Todo esto con los cinco millones 817 mil pesos que le entregará el Cinacyt por un año, organismo en el que ya se habla de una ciencia neoliberal. Contrasta este subsidio con la reciente cancelación de otros proyectos significativos y necesarios en materia de cultura.
Aunque aparentemente se trata de un gasto menor, cabe la pregunta: ¿Nos debe preocupar este trabajo, su contenido, su finalidad, entregado a un adherente, casi fanático, del Gobierno actual? Tengo para mí que sí, porque después se puede tornar en un cuestionamiento al sistema democrático en favor de las visiones populistas y aún totalitarias.
A final de cuentas, en el propósito de este proyecto subyace una contradicción evidente: pretende deconstruir la “semántica neoliberal y su cultura política” en favor de la construcción de una “demodiversidad” que se sustenta, dice, en la “pluralidad de culturas políticas” de México, algo que riñe con la visión de una Cuatroté que todas las mañanas nos echa en cara a los mexicanos la diversidad política, a partir de una visión bipolar (chairos contra fifís, neoliberales conservadores contra transformadores, patriotas contra traidores…). Es decir, el estudio que hará Ackerman presupone la existencia de una pluralidad política, cuando se jefe admirad –y el de su esposa– se encarga cotidianamente de negarla.
Aún así, esperaremos el caro producto.
25 febrero 2021
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