Desplazamientos forzados cada vez más lejos de su hábitats y cambios en los movimientos habituales de los animales se han visto mermados de manera «profunda» por la actividad humana, destacando las que, hasta ahora, se consideraban menos dañinas: la caza, los aviones, la actividad militar y el ocio.

Madrid, 1 feb (EFE).- Que la actividad humana supone una amenaza para la supervivencia de las especies y la biodiversidad, se sabía. Ahora, un estudio científico cifra por primera vez el alcance del impacto de los humanos sobre la vida de los animales, sus movimientos y hábitats y advierte de que las consecuencias son «profundas».

Para la investigación, los científicos recopilaron y analizaron 208 estudios sobre 167 especies animales a lo largo de 39 años para ver cómo afectaban las perturbaciones humanas a sus desplazamientos.

Evaluaron especies de todo tipo, desde la mariposa naranja dormilona de 0.05 gramos hasta el gran tiburón blanco de más de 2 mil kilos; en total, estudiaron 37 especies de aves, 77 de mamíferos, 17 de reptiles, 11 de anfibios, 13 de peces y 12 de artrópodos (insectos).

Además, los científicos tuvieron en cuenta las actividades que cambian el hábitat de los animales como la tala de árboles o la urbanización y otras, aparentemente no tan invasivas, como la caza, la actividad militar o el ocio y el turismo.

«Es vital que comprendamos la escala del impacto que los humanos tienen sobre otras especies animales», porque alterar los movimientos de los animales puede tener consecuencias «profundas» como «mermar sus recursos, sus posibilidades de supervivencia, y sus tasas de reproducción, y provocar aislamiento genético e incluso su extinción local», advierte Tim Doherty, ecólogo de la Universidad de Sydney y autor principal del estudio.

Ardilla australiana (Petaurus norfolcensis), una de las especies incluidas en el metaestudio de Tim Doherty. Foto: Paul Balfe, EFE

La investigación, hecha por científicos de la Universidad de Sidney y la Universidad de Deakin (Australia) y publicada este lunes en Nature Ecology & Evolution, concluye que la caza, los aviones, la actividad militar o el ocio modifican mucho más el comportamiento de los animales y sus desplazamientos que otras acciones humanas como la tala o la urbanización.

Según el estudio, estas perturbaciones «episódicas» provocan un cambio global del 35 por ciento en los desplazamientos (aumento y disminución) mientras que las modificaciones del hábitat (talas, agricultura, urbanización…) provocan un cambio del 12 por ciento.

El estudio cifra el aumento de los desplazamientos de los animales lejos de su hábitat en el 70 por ciento y las disminuciones de los movimientos de los animales en el 37 por ciento.

Esta «reestructuración global» de los movimientos de los animales provocadas por la actividad del hombre tiene impactos potencialmente profundos en las poblaciones de animales, las especies y los procesos de los ecosistemas, advierte el estudio.

«Los animales adoptan mecanismos de comportamiento para ajustarse a la actividad humana, como huir o evitar a los humanos, desplazarse más lejos para encontrar comida o pareja, o encontrar un nuevo refugio para evitar a los humanos o a los depredadores», detalla Doherty.

El Dr. Tim Doherty, ecólogo de la Universidad de Sydney (Australia). Foto: EFE

La reestructuración de los movimientos no sólo tiene consecuencias directas sobre las especies animales, sino que también tiene efectos secundarios que repercuten en importantes procesos ecológicos como la polinización, la dispersión de semillas o la renovación del suelo.

A la vista de los resultados del estudio, Doherty propone mejorar la gestión de la biodiversidad animal, reforzar la protección de los paisajes relativamente poco afectados por el impacto humano, como el entorno marino, y extenderla la protección legal a más áreas salvajes.

En cuanto al impacto de las perturbaciones «episódicas», sugiere gestionar «cuidadosamente» actividades como la caza y el turismo en los espacios naturales, especialmente durante los periodos de cría de los animales.

Y «cuando la modificación del hábitat sea inevitable, recomendamos que el conocimiento del comportamiento de los movimientos de los animales sirva de base para el diseño y la gestión del paisaje, con el fin de garantizar los movimientos de los animales», añade Doherty.

Reducir el impacto negativo de la actividad humana en el movimiento de los animales será vital para asegurar la biodiversidad en un mundo cada vez más dominado por el hombre, concluye.