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Ricardo Ravelo

11/09/2020 - 12:05 am

Los Carrillo Fuentes: Auge y fin de un cártel

El pasado jueves 14, en Sinaloa, fue asesinado César Carrillo Leyva, hijo menor de Amado Carrillo Fuentes. Tenía 35 años de edad. El crimen ocurrió en la colonia Alfonso G. Calderón.

 

vicente Carrillo Leyva Es Uno De Los Pocos Hijos De Amado Carrillo Que Han Sobrevivido a La Guerra Entre Bandas Criminales
vicente Carrillo Leyva Es Uno De Los Pocos Hijos De Amado Carrillo Que Han Sobrevivido a La Guerra Entre Bandas Criminales Foto Rodolfo Angulo Cuartoscuro

–Con la muerte de César Carrillo, “El Cesarín”, hijo de Amado Carrillo, el 14 de agosto último, el cártel de los Carrillo Fuentes está extinguido.

Los Carrillo Fuentes, una de las familias más poderosas en el negocio del narcotráfico en México, poco a poco se han ido extinguiendo: algunos están presos, pero otros han muerto asesinados como consecuencia de la guerra entre grupos criminales.

El más reciente crimen de un miembro del clan de los Carrillo Fuentes y/o Carrillo Leyva ocurrió el jueves 13 en Sinaloa, cuando César Carrillo Leyva, “El Cesarín”, de 35 años de edad –hijo menor de Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos” –fue asesinado a balazos.

El crimen ocurrió en una colonia de Culiacán, aparentemente por una discusión presuntamente ocasionada por temas de drogas. El cuerpo del joven quedó tirado en una avenida.

De esta forma, la familia que durante dos décadas fueron líderes en el negocio del narcotráfico, se extingue; sólo quedan vivos los dos Vicente –Carrillo Fuentes y Carrillo Leyva –: el primero está preso desde 2014, en tanto que el segundo salió de la cárcel en 2016 tras purgar una pena de siete años y medio por lavado de dinero. Actualmente se ignora su paradero y qué se dedica.

UNA LARGA HISTORIA

Este clan saltó a la fama en los años ochenta cuando, el segundo hermano del grupo, Amado Carrillo Fuentes, irrumpió en el escenario del crimen organizado. Antes, en los años setenta, su tío Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto”, recomendó a sus sobrinos Cipriano, Amado y Vicente Carrillo Fuentes con su amigo Pablo Acosta Villarreal, quien por aquellos años era el jefe de un grupo criminal en Ojinaga, Chihuahua, que más tarde se transformó en lo que hoy es el cártel de Juárez.

De hecho, los hermanos Carrillo se formaron en el negocio criminal al lado de Acosta, quien a mediados de los años ochenta se suicidó cuando estaba a punto de ser detenido por Guillermo González Calderoni, en aquellos tiempos era el policía más famoso porque, además de ser amigo de los capos, solía traicionarlos cuando le ordenaban detenerlos.

Así ocurrió con Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca y Pablo Acosta, entre otros, con quienes el policía –una suerte de Genaro García Luna en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari –tenía vínculos muy estrechos.

A la postre, los hermanos Carrillo Fuentes tomaron las riendas del narcotráfico en el norte del país: A finales de los años setenta Cipriano murió por causas naturales; Amado y Vicente caminaron juntos en el crimen organizado. En 1989, Amado Carrillo, quien no era conocido, fue detenido en la sierra de Sinaloa. Andaba borracho y portaba una pistola de grueso calibre. Los lugareños lo detuvieron y lo entregaron a un grupo de militares. Consultaron sus antecedentes en la Secretaría de la Defensa Nacional, aparentemente no hubo novedades extraordinarias. La orden fue ponerlo a disposición de las autoridades. Así se hizo.

La Procuraduría lo acusó de portación de arma prohibida y fue encarcelado en el reclusorio Sur de la Ciudad de México, donde permaneció tres años. Ahí se codeó con los varones del poder criminal: Félix Gallardo, Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, entre otros. De este último, por cierto, se dice que murió, pero el caso está sumido en un profundo misterio, pues el Gobierno mexicano no ha confirmado si el deceso realmente ocurrió o el capo simplemente se autodesapareció.

En 1993, Carrillo Fuentes recobró su libertad y se trasladó a Ciudad Juárez. Se puso en contacto con su compadre y socio Rafael Aguilar Guajardo, entonces jefe de ese grupo criminal. Entre ambos surgieron diferencias, a grado tal, que un día Aguilar Guajardo le pegó una cachetada a Carrillo Fuentes.

Algunos meses después, Aguilar Guajardo fue ejecutado en Cancún, Quintana Roo, cuando estaba por subir a un yate que lo llevaría a Isla Mujeres.

Se dijo entonces –y esto obra en autos, concretamente en el Maxiproceso que se integró en contra de decenas de miembros del cártel de Juárez –que Carrillo Fuentes no le perdonó a su compadre Aguilar Guajardo la ofensa y por ello lo habría traicionado; sin embargo, hasta ahora no existen datos fehacientes que acrediten que Amado Carrillo ordenó su asesinato.

En 1993, Amado Carrillo se entronizó en la jefatura del cártel de Juárez; comenzó a traficar con cocaína en aviones Boing 737, por ello le apodaron “El Señor de los Cielos”. Duró en el poder cuatro años porque, en junio de 1997, el capo presuntamente falleció.

Carrillo Fuentes vivió una etapa de amplio esplendor como jefe máximo del narcotráfico en México, de la que da cuenta Manuel Bitar Tafich, su amigo, compadre y socio:

Amado Carrillo –según las confesiones de Manuel Bitar Tafich –solía entregarle a la policía los cargamentos de droga de los cárteles rivales, a fin de que justificaran su trabajo ante sus superiores. También les ponían en suerte a personas sospechosas, presuntos gatilleros de otros cárteles.

Cuenta que en una ocasión, cerca de la casa de Amado Carrillo, en la ciudad de México, caminaban unos sujetos sospechosos. La gente de mi compadre –recordó Bitar Tafich — estaba en todo, alertas. No permitían que nadie se acercara. Lo cuidaban mucho.

Entonces el equipo de mi compadre procedió a detener a los hombres. Y le preguntaron a mi compadre si les autorizaba matarlos. Él dijo que no, que mejor los entregaran a la autoridad, para que justificaran su trabajo.

Otra anécdota que recuerda Bitar ocurrió en una colonia de postín de la ciudad de México. Amado y su gatillero Arturo González Hernández, “El Chaky” empezaron a beber y terminaron emborrachándose. Amanecieron bebiendo, dijo Bitar.

“Mi compadre –prosiguió – andaba tan pedo que no podía meter el coche al garaje y la cola del vehículo quedó fuera. Al día siguiente, todavía zarandeado por la guarapeta, quiso mover el automóvil y lo que hizo fue tirar la barda de la casa. Todo aquello era un escándalo, pero le valía madre”, contó entre risotadas.

A unas casas de ese lugar, vivía el procurador José Antonio Lozano Gracia, el primer procurador panista, quien extrañamente no se enteró del incidente.

Otra historia ocurrió en Brasil, en la playa de Copacabana.

Estaba en todo su apogeo el carnaval, uno de los más bellos y alegres del mundo. Todo era una fiesta.

Cuenta Bitar: “Mi compadre se divertía con el baile, la música y mirando viejas por todas partes. En pleno desmadre, me percaté de un peligro. Cuando vi que ese peligro se acercaba hasta el pedo se nos bajó.

–¡Aguas!—grité– allá están las cámaras de Televisa. Y en chinga nos salimos de la multitud y de los reflectores. Caminamos en medio de la gente y más adelante nos compramos unas pelucas y nos disfrazamos para seguir la fiesta.

LA DETENCIÓN DE AMADO

En una ocasión, a Amado Carrillo se le pasaron las copas y se echó a andar por la sierra de Sinaloa. Llevaba un rifle de alto poder. Llegó a una comunidad, desorientado por el alcohol, y unos lugareños lo ayudaron a ponerse a salvo.

Lo refugiaron en una cabaña, donde durmió la borrachera. Al día siguiente fue detenido por efectivos del ejército, quienes realizaban un rondín por la sierra. Eran los responsables de perseguir al narcotráfico.

De inmediato le pidieron que se identificara – sacó una credencial — y reportaron su detención a la Secretaría de la Defensa Nacional: dijeron que un tal Amado Carrillo Fuentes portaba un arma de alto poder y que por esa razón se le había detenido. Era el año de 1989.

Extrañamente, en la Sedena no advirtieron –o cerraron los ojos — que se trataba de “El Señor de los Cielos”, sólo giraron la orden de que el detenido fuera trasladado a la ciudad de México y que fuera puesto a disposición de las autoridades.

Así lo hicieron. Carrillo Fuentes fue puesto en manos de la PGR, que de inmediato integró la averiguación previa. El delito: portación de arma prohibida. Fue sentenciado a tres años de cártel. Su nuevo domicilio fue el reclusorio Sur.

Ahí convivía con Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, con Miguel Ángel Félix Gallardo, entre otros personajes del hampa, que se encontraban recluidos en esa cárcel de la Ciudad de México.

Carrillo Fuentes cumplió su condena en 1993 y cuando recuperó su libertad se enfiló hacia Ciudad Juárez, donde se puso a las órdenes de su amigo y compadre Rafael Aguilar Guajardo, entonces poderoso jefe del cártel que fundó Pablo Acosta, “El Zorro Plateado”, en Ojinaga, Chihuahua.

No pasaron muchos meses cuando un golpe de timón colocaba a Carrillo Fuentes al frente del cártel de Juárez. Rafael Aguilar caía abatido en Cancún, Quintana Roo, por un grupo armado que lo perseguía.

De esta forma, Amado Carrillo se encumbró en la organización delictiva y empezó una etapa de esplendor con el trasiego de cocaína a bordo de aviones Boeing procedentes de Sudamérica y que llegaban directamente a Estados Unidos.

En México creó todo un emporio, no sin enfrentar fuertes peligros. Los hermanos Arellano Félix, cabezas del cártel de Tijuana, pretendieron asesinarlo en varias ocasiones. Ambos grupos criminales se odiaban y se disputaban un amplio mercado.

La guerra la empezó a ganar Carrillo Fuentes con el apoyo del general Jesús Gutiérrrez Rebollo, zar antidrogas de México, su aliado. Pero no por mucho tiempo: el militar fue encarcelado precisamente por sus vínculos con Carrillo Fuentes. Fue recluido en el penal de La Palma y años después murió.

Carrillo Fuentes conocía a muchos militares y lo protegían. De ahí partía su fortaleza.

A Gutiérrez Rebollo lo conoció cuando era jefe de la V Región Militar, con sede en Zapopan, Jalisco. Desde ahí emprendió una batalla feroz contra el narcotráfico, pero su política consistió –según se supo después –en atacar a unos cárteles y proteger a otros.

Amado Carrillo le otorgó recursos para enfrentar a los hermanos Arellano –Benjamín y Ramón Arellano Félix –en aquel tiempo poderosos y temibles, dueños de fincas y haciendas en Baja California, donde impusieron su ley.

En una ocasión, Carrillo Fuentes arribó a uno de sus restaurantes favoritos en la ciudad de México –El Bali Hai –, localizado en la avenida Insurgentes y Barranca del Muerto.

Llegó con un séquito de gatilleros, su esposa y dos de sus hijos.

Pidió una fuente de mariscos y urgió al capitán: Rápido, Capi, rápido…

Los gatilleros se apostaron alrededor del restaurante. Todos estaban armados y al acecho.

De pronto, se desató una balacera. Los Arellano habían localizado a Amado y se disponían a matarlo, pero Carrillo Fuentes, su esposa y sus hijos pudieron salir por el baño de hombres: ahí había una escalera y un domo que fue levantado –quizá él ya tenía lista su ruta de escape –salieron por la azotea y brincaron por una calle contigua a la avenida Insurgentes sur.

En el restaurante hubo muchos muertos. El capitán del restaurante, quien declaró ante las autoridades, dijo que en el lugar quedaron abandonados varios vehículos y la esposa de Amado Carrillo –Sonia Barragán –dejó una bolsa de piel repleta de dólares.

–¿Y qué hizo con la bolsa, capi –le pregunté en una ocasión.

–La entregué a las autoridades –respondió sonriendo.

LA NEGOCIACIÓN CON SEDENA

Antes de la presunta muerte, Carrillo Fuentes intentó negociar con el Gobierno federal el cese de su persecución: propuso a través de la Secretaría de la Defensa Nacional que pagaría una suma descomunal, no vendería drogas en México, todo, a cambio de que lo dejaran en paz. La propuesta la hizo el publirrelacionista del cártel de Juárez, Eduardo González Quirarte, “El Flaco”, a través de un prestigiado despacho de abogados.

No se sabe si la propuesta fue aceptada, lo cierto es que Amado Carrillo logró salir del país y se instaló en Sudamérica, concretamente en Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. El responsable de llevar a cabo todo el traslado de familiares y operadores fue Manuel Bitar Tafich, señalado en ese tiempo como el operador financiero del cártel de Juárez.

Tras un encuentro con Bitar Tafich en la Comarca Lagunera, en el año 2006, el empresario me contó que un día su compadre Amado le dijo, estando en Chile, que viajaría a México. “No me dijo los motivos y yo no le pregunté”, recordó Bitar. Y añadió: “Si yo hubiera sabido a qué viajaría, no lo dejo ir”, lamentó.

Amado hizo el viaje. En ese tiempo –1997 –se hacía llamar Juan Arriaga, nombre con el que ingresó a Sudamérica. En realidad Juan Arriaga sí había existido: fue un empresario algodonero muy próspero de la Comarca Lagunera. Las identificaciones para suplantar la identidad de Amado Carrillo por la de Juan Arriaga las consiguió Bitar Tafich. De esa forma, Carrillo Fuentes llegó a Sudamérica con la aureola de un empresario dispuesto a invertir, incluso, tenía el aval de Citibank –hoy Banamex –donde el empresario era bastante conocido.

Al arribar a México, Amado Carrillo se sometió a una cirugía plástica y a una liposucción. El objetivo era cambiar completamente su fisonomía. Paralelamente, la Interpol investigaba el paradero de los hombres del cártel de Juárez en Sudamérica.

Llevaban varios días tratando de localizar las guaridas del grupo criminal. Juan Manuel Ponce Edmonson, entonces jefe de Interpol, había viajado a Sudamérica junto con un grupo de investigadores, quienes se dieron a la tarea de localizar a Carrillo Fuentes y a sus socios.

Después de varias semanas, Ponce Edmonson propuso que investigaran si el grupo criminal había comprado mesas de billar. “Los hombres del narcotráfico que pasan mucho tiempo encerrados suelen matar el tiempo en los juegos de mesa, así que indaguemos si han comprado mesas de billar u otros”, dijo, basado en su larga experiencia policiaca.

Y así fue: comenzaron a localizar los negocios que vendían juegos de mesa y, curiosamente, llegaron a una tienda donde, semanas atrás, habían acudido algunas personas para comprar mesas de billar. Esa fue una clave importante para empezar a rastrear el domicilio de los miembros del cártel de Juárez. A través de la vendedora obtuvieron copias de las notas y de ahí obtuvieran algunas direcciones que resultaron veraces.

Cuando Ponce Edmonson y sus hombres localizaron los domicilios del cártel de Juárez en Chile, Argentina y otros países de la región sudamericana, Amado Carrillo ingresaba a la clínica Santa Mónica de la Ciudad de México para someterse a la cirugía plástica.

El resultado de la intervención fue reportado como exitoso. Durante varias horas los médicos trabajaron en la modificación del rostro del capo y en la liposucción. Aquella fue una intervención muy larga, según los reportes médicos de esa época.

Carrillo Fuentes convalecía, aunque con dolores muy fuertes. Para mitigarlos le pidió a uno de los médicos de guardia que le dieran algo para el dolor. Fue entonces cuando le suministraron Dormicum. Sin embargo, como los efectos de la anestesia aún estaban activos le causó un shock y, como consecuencia, la muerte por paro respiratorio.

De esa forma, aparentemente, terminaría la vida y la carrera criminal de Amado Carrillo Fuentes. La agencia antidrogas de Estados Unidos –DEA –se adelantó a confirmar que, en efecto, el narcotraficante Amado Carrillo había muerto. Luego hizo lo propio la Procuraduría General de la República. Cuando el cuerpo de Carrillo Fuentes era velado en la Ciudad de México efectivos de la Policía Judicial Federal se llevaron el cadáver. Lo analizaron y luego se lo entregaron a la familia, en particular, a la señora Aurora Fuentes, su madre.

Amado Carrillo fue sepultado en el panteón que la familia dispuso en una finca propiedad de la señora Aurora Fuentes, en Navolato, Sinaloa, donde descansan los restos de otros hijos que murieron por causas naturales o asesinados.

No se sabe a ciencia cierta si Amado Carrillo está muerto o vive. Es un misterio. Lo curioso es que, tras haberse sometido a la operación, los médicos que lo intervinieron –los mexicanos Jaime Godoy y Carlos Ávila y el colombiano Ricardo Reyes –fueron asesinados y sus cuerpos aparecieron sumidos en unos tambos que fueron abandonados en la autopista del Sol, la que conecta con Acapulco, Guerrero.

EL NIÑO DE ORO

Rodolfo Carrillo Fuentes, conocido como “El niño de oro”, era el hermano menor de Amado y Vicente Carrillo. Fue considerado, en su tiempo, como el relevo natural de Amado para entronizarse como jefe del cártel de Juárez, pero la muerte se le atravesó.

En abril de 2004, la guerra entre los cárteles estaba en el máximo de su ebullición. El Gobierno de Vicente Fox, mediante una estrategia anticrimen bastante cuestionada, empezó a enfrentar a los grupos criminales, pero sólo avivó la violencia, pues los resultados eran nulos. Ordenaba operativos sin estrategia, sin inteligencia, lo que activaba la violencia y la ola de muertes en todo el país.

Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, tenía dos años que se había fugado del penal de Puente Grande, Jalisco, y durante una cumbre efectuada en Nuevo León –a la que asistieron varios capos de la droga, entre otros, Ismael “El Mayo Zambada”, Juan José Esparragoza, “El Azul”, los hermanos Beltrán Leyva, entre otros –planteó el proyecto para consolidar al cártel de Sinaloa como una empresa criminal de altos vuelos.

En principio, “El Chapo” planteó que era necesario terminar con la hegemonía de los Carrillo Fuentes en el negocio del narcotráfico; acabar con los hermanos Arellano Félix –sus rivales acérrimos –y declararle la guerra a Los Zetas. Barridos estos obstáculos, Sinaloa no tendría mayores problemas para apoderarse de todo el negocio en el continente Latinoamericano.

Y así ocurrió: En 2004, Guzmán Loera y los Carrillo Fuentes rompieron relaciones. Una descortesía de Rodolfo Carrillo Fuentes, “El Niño de Oro”, hacia “El Chapo” habría puesto fin a la vida del hermano menor de Amado y Vicente Carrillo, pues Rodolfo despreció el saludo de Guzmán y lo dejó con la mano extendida. “Lo voy a matar –dijo “El Chapo” –porque ya no lo aguanto”.

En abril de 2004, Rodolfo Carrillo Fuentes y su esposa Giovanna Quevedo Gastélum entraron a la plaza Cinépolis, en pleno centro de Culiacán, Sinaloa. “El Niño de Oro” traía la protección de la policía del estado, encabezada entonces por Pedro Pérez López.

Al salir del centro comercial, se dirigieron a su camioneta y, justo cuando iba a abordar, una ráfaga de balas perforó sus cuerpos. Un grupo armado con rifles Ak-47 arremetió contra ellos en el estacionamiento del centro comercial. Las balas, incluso, pegaron en la pared y abrieron enormes agujeros. Así fue cegada la vida de Rodolfo Carrillo.

Durante el juicio que enfrentó Joaquín Guzmán Loera en Nueva York, Vicente Zambada Niebla, hijo de Ismael “El Mayo” Zambada, declaró que “El Chapo” ordenó el asesinato de Rodolfo Carrillo.

Jesús Zambada, hermano de “El Mayo”, por su parte, recordó en el juicio la historia que selló la suerte de Rodolfo, cuando dejó al Chapo con la mano extendida al rechazar su saludo. “El Chapo” –dijo –estaba enojado y ante el desaire dijo que lo iba a matar “porque no lo aguantaba más”.

EL INGENIERO

Vicente Carrillo Leyva es uno de los pocos hijos de Amado Carrillo que han sobrevivido a la guerra entre bandas criminales. Le dicen “El Ingeniero” y, de acuerdo con las autoridades federales, siempre se le ha vinculado con el lavado de dinero dentro y fuera del cártel de Juárez. En los años noventa la PGR detectó que, en Guadalajara, había abierto una cadena de tiendas Versace, una de las más prestigiadas de entonces.

En agosto de 2018, la policía de la Ciudad de México lo sorprendió cuando iba a bordo de una camioneta, junto con unos amigos, y lo detuvieron; sin embargo, los policías lo dejaron ir porque, según argumentaron, no tenía orden de aprehensión.

La retención momentánea de Carrillo Leyva ocurrió en la delegación Miguel Hidalgo. Según el reporte de los agentes, el hijo de Amado Carrillo se identificó con una credencial falsa que tenía su fotografía y el nombre de Andrés Favela.

Sin embargo, los agentes lograron reconocerlo y avisaron a su superior, quien les dio la orden de detenerlo y presentarlo ante la procuraduría capitalina por la portación de un documento falso. Pero eso no ocurrió. El vástago de Carrillo Fuentes fue liberado. El jefe de los policías de la Ciudad de México entonces era Raymundo Collins –alumno de Guillermo González Calderoni, nada más y nada menos –quien ordenó que cuatro agentes fueran investigados, pero nunca se conocieron los resultados. Se les abrió una carpeta de investigación en la Dirección de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Pública. Así libró la cárcel Vicente Carrillo Leyva, aunque temporalmente.

En el mes de junio de 2009, elementos del Ejército Mexicano lo detuvo en Lomas de Chapultepec cuando realizaba una rutina de ejercicios. El operador financiero del cártel de Juárez se ostentaba como empresario y dijo llamarse Alejandro Peralta Álvarez.

Según las investigaciones, su labor consistía en desempeñar funciones directivas y de ocultamiento de recursos ilícitos. En ese tiempo estaba bajo la tutela de su tío Vicente Carrillo Leyva, “El Viceroy”, jefe de la organización criminal.

Y, en efecto, Carrillo Leyva fue presentado ante la PGR y resultó acusado del delito de lavado de dinero. En ese tiempo se le identificó como el segundo al mando del cártel de Juárez. Entonces la PGR ofrecía una recompensa de 30 millones de pesos para quien diera información que condujera a su captura. Fue sentenciado a siete años con seis meses de prisión. En el año 2016 recobró su libertad tras compurgar la pena que le impusieron. Actualmente su paradero y sus actividades resultan un verdadero enigma.

VICENTE CARRILLO, «EL VICEROY» 

Vicente Carrillo Fuentes, apodado “El Viceroy”, tomó las riendas del cártel de Juárez tras la presunta muerte de su hermano Amado, en 1997. Estuvo al frente del grupo criminal durante varios años, pero su entorno se vio trastocado tras la fuga de “El Chapo” del penal de Puente Grande, en 2001, y la guerra que trabó con el cártel de Sinaloa por el control territorial.

Durante su etapa de esplendor, “El Viceroy” solía moverse con libertad en la Comarca Lagunera. En Gómez Palacio, Durango, disponía de varias residencias, donde era frecuente que acudiera de vez en cuando, siempre con protección oficial.

Esa región del país fue muy importante tanto para Amado como para él. Allá por los años ochenta crearon una empresa de aerotaxis conocida como “Taxeno”, la cual transportaba pasajeros, pero también era muy socorrida para el movimiento de drogas. En aquel tiempo el cártel de Juárez era muy poderoso en esa región, el representante del cártel era Manuel Bitar Tafich, actualmente próspero empresario hotelero en La Laguna –.

Sin embargo, la vida de esplendor de Vicente Carrillo Fuentes se extinguió. El 9 de octubre de 2014 fue detenido en la colonia Nueva San Isidro de Torreón, Coahuila.

Tras su captura –quizá el capo fue el más sorprendido por su detención y apresamiento –las autoridades federales, Sedena, PGR y Marina, dijeron que el jefe del cártel de Juárez era uno de los 122 objetivos de la estrategia de seguridad desplegada por el Gobierno federal. Cuando fue detenido, Vicente Carrillo tenía 51 años de edad.

Al momento de su captura, se identificó con una licencia de conducir a nombre de Jesús Sánchez Mejías, pero al saberse descubierto reconoció su verdadera identidad.

El jefe del cártel de Juárez estaba acompañado de Jesús Dimas Contreras Sánchez, quien fue identificado como su escolta; el hermano de Amado Carrillo era perseguido en Coahuila y Chihuahua. Tenía varios domicilios que, de acuerdo con las autoridades, eran visitados de manera discreta por el narcotraficante. La DEA ofrecía por su cabeza una recompensa de 5 millones de dólares.

Cuando Ciudad Juárez vivió una etapa de violencia extrema, quizá la etapa más oscura de su historia, Vicente Carrillo era el jefe del cártel de Juárez y estaba enfrentado con Sinaloa por el control de la plaza. Carrillo Fuentes creó el grupo de choque “La Linea”, uno de los más temibles y sanguinarios de la historia del crimen organizado, que hasta la fecha son una verdadera pesadilla en esa región fronteriza.

EL FIN DEL CLAN

El pasado jueves 14, en Sinaloa, fue asesinado César Carrillo Leyva, hijo menor de Amado Carrillo Fuentes. Tenía 35 años de edad. El crimen ocurrió en la colonia Alfonso G. Calderón.

Según los reportes de la Fiscalía General del Estado, los hechos ocurrieron a las 22 horas del jueves 14. Vecinos del lugar dijeron que escucharon disparos y los reportaron a la policía municipal. Cuando los agentes arribaron al lugar hallaron el cuerpo de Carrillo Leyva, quien era conocido como “El Cesarín”.

César Carrillo es hermano de Vicente Carrillo Leyva, “El Ingeniero”, quien, como ya se dijo, fue detenido en abril de 2009 por lavado de dinero del narcotráfico, aunque siete años y medio después recobró la libertad.

La Fiscalía de Sinaloa integró la carpeta CLN/VEHD700583672020 por el delito de homicidio culposo.

El hijo menor de Amado Carrillo había sido detenido en febrero de 2018 en Las Dunas de Altata, Sinaloa, cuando se encontraba en compañía de una mujer; en aquella ocasión –según los informes policiacos de la época –César Carrillo Leyva portaba una credencial falsa y las autoridades lo liberaron al no encontrarle cargos, ya que no portaba objetos ilegales.

Con el crimen de César Carrillo Leyva, el clan de la familia Carrillo Fuentes –uno de los más poderosos entre las décadas de los ochenta y noventa en el negocio del narcotráfico- se extinguió. Ahora sólo quedan vivos Vicente Carrillo Fuentes –que está preso –y su sobrino Vicente Carrillo Leyva, liberado en 2016 del delito de lavado de dinero, cuyas actividades actualmente se ignoran, pues se mueve en completo sigilo y con bajo perfil.

En el norte del país ahora los amos y señores del tráfico de drogas son los hermanos Guzmán Salazar –Iván Archivaldo, José Alfredo y Ovidio –hijos de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien purga una cadena perpetua en Estados Unidos.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
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