Durante unos 100 años la recolección de resina de pino ha abonado al cuidado de los bosques en Michoacán, amenazados por la agroindustria, y ha sido fuente de ingresos para las familias. Sin embargo, por la suspensión de actividades industriales del sector durante la COVID-19, 50 mil personas de alrededor de 10 mil familias del centro, oriente y Meseta Purépecha están al borde de la pobreza alimentaria.
Ciudad de México, 23 de agosto (SinEmbargo).– Alrededor de 10 mil familias recolectoras de resina de pino en bosques del oriente, el centro y en la Meseta Purépecha de Michoacán, integradas por unas 50 mil personas, enfrentan una urgencia alimentaria por la suspensión de actividades industriales durante la pandemia. Ante la falta de ingresos, se alimentan principalmente con hongos y quelites, pero cuando termine la época de lluvias en noviembre, sus alternativas son inciertas y riesgosas para los bosques que suministran de agua a las ciudades.
«Las lluvias han estado inciertas, pero normalmente se terminan en noviembre. En esos meses de secas ya no habría forma de seguir sustentándonos de recursos. No sabemos de qué vamos a vivir después de esos días. Se puede prestar a que haya un impacto ambiental que no podamos controlar nosotros como resineros y habitantes de nuestros bosques», aseguró Rosa Icela Soto, de familia resinera del Ejido Mata de Pinos, en el municipio de Hidalgo, Michoacán. «El cambio climático nos ha estado golpeando muy fuerte y las áreas que están protegidas por los resineros son las que han sobrevivido y mantenido nuestro equilibrio ambiental. Pero con esto hay un riesgo muy alto de tala ilegal», lamentó.
Los ingresos que las familias obtienen por la recolección de resina, alrededor de 50 mil pesos por año, los destinan en su mayoría a cubrir sus necesidades básicas de alimentación y a la compra de utensilios para las actividades escolares de niños y niñas. Al no ser propietarios de las tierras, pagan una renta por los árboles que trabajan a los ejidos y comunidades. La actividad de abrir una fisura para recolectar el líquido sin talar ni dañar al árbol es una tradición de al menos 100 años. Se puede usar el mismo árbol hasta por 40 años y abona a la permanencia de los bosques michoacanos, frente a la amenaza del cambio de uso de suelo para expandir cultivos de aguacate y berries.
«La actividad de la resina nos permite el empleo de todos los que se dedican a ello y por el otro lado se cuida el bosque para que no haya incendios, que no corten ilegalmente leña y también se cuida si hay un brote de plagas», explicó Abel Tello, de la Asociación Regional de Interés Colectivo (ARIC), que agrupa a 27 ejidos de Michoacán, quien ha notado la crisis climática en la región por el calentamiento global.
Sin embargo, desde marzo, cuando comenzó a expandirse la COVID-19 en México, se redujo la demanda de resina por parte de las industrias (aguarrás, pintura, limpieza…) y desde mediados de abril están suspendidas las actividades, por lo que las y los recolectores de resina se han quedado sin ingresos desde hace cinco meses y, junto con sus familias, están a un paso de la pobreza alimentaria.
«Como su economía depende de la permanencia del bosque, protegen y cuidan cada árbol. Con su actividad productiva evitan la deforestación, combaten incendios y mejoran la calidad de los servicios ambientales que proveen, entre ellos, la recarga de acuíferos, la captura de carbono, la conservación del suelo y la biodiversidad y la regulación de la temperatura», alertaron decenas de organizaciones, comunidades indígenas y ejidatarios al Gobernador Silvano Aureoles Cornejo en una carta. «El 30 por ciento del suministro del agua del Sistema Cutzamala proviene de la captación de agua que realizan los bosques de Michoacán. Su desaparición también comprometería la provisión de agua de millones de personas en el área del Valle de México».
Además de la recolección de plantas comestibles para complementar su alimentación, también se ha incrementado el número de cazadores en busca de carne de monte, o están migrando a las empacadoras de fresas en otros municipios o a Estados Unidos, lo que agrava el riesgo de contagio por coronavirus.
Los que se quedan, tienen la alternativa de talar los árboles de pino, malbaratar los trozos con los intermediarios y agravar la deforestación causada por el cambio de uso de suelo de miles de hectáreas de bosque para la siembra de aguacates y berries por parte de la agroindustria, que también contamina el agua y el aire.
«Con la expansión descontrolada del cultivo del aguacate, la amenaza y la presión para desaparecer los bosques resineros es mucho mayor. Algunas personas coludidas con bandas criminales vieron a los bosques como un botín. En un breve periodo, los recursos forestales de la región oriente de Michoacán fueron arrasados. Fue un verdadero desastre ambiental», acusaron en el pronunciamiento que entregaron este martes a la Casa de Gobierno.
Del Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA), Jaime Navia observó que la agroindustria sigue laborando durante al pandemia, por lo que resineros han decidido ir a trabajar a los cultivos de aguacate o berrie «obligados por las circunstancias».
La crisis económica y sanitaria, dijo, no solo ha afectado a las 10 mil familias de resineros, sino a miles de familias del sector forestal, por lo que la competencia en recolección de hongos y quelites para comer es mayor. En el caso de los dueños de parcelas, dijo, han vuelto a sembrar maíz y frijol para subsistir cuando puedan cosechar en diciembre y enero.
PIDEN REACTIVACIÓN DE ACTIVIDAD
La carencia de derechos sobre la tierra en muchos casos les impide a las familias de resineros acceder a apoyos de Gobierno federal como Sembrando Vida y de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Además no están registrados en el seguro social y para las comunidades es muy limitado el acceso a medicamentos y a atención médica especializada, por lo cual están en el desamparo ante cualquier enfermedad grave.
En la carta al Gobierno estatal piden la asignación de un ingreso mínimo suficiente para satisfacer la canasta básica alimentaria de alrededor de 3 mil 200 pesos mensuales para las familias más vulnerables de la región, por lo menos hasta el próximo año, cuando se espera que se logre la reactivación de la cadena productiva de la resina de pino.
Juan Manuel Barrera, de Resiliencia Comunitaria, expuso que el Gobierno de Michoacán cuenta con un instrumento financiero que puede usarse para la entrega de créditos para financiar la reactivación de las industrias sociales resineras. Y para generar empleo, detalló la resinera Rosa Icela Soto, proponen el cuidado de los bosques, rehabilitación de corta fuegos, y control de las plagas.
También necesitan un Programa Transparente para el acopio de resina de pino de los productores, ya sea a través de la capitalización de las industrias de procesamiento del sector social o como un ente intermediario. Y urge un apoyo dirigido a las resineras comunitarias de la Asociación Regional de Interés Colectivo y a las ubicadas en las comunidades indígenas de San Francisco Cherán, Nuevo San Juan Parangaricutiro y San Francisco Uruapan para la reactivación de las cadenas de valor.
Incluso, solicitan, se considere el impulso a una nueva Resinera Social que tenga tecnología de punta para elaborar derivados de la brea y del aguarrás que abran otros mercados. Abel Tello, de la Asociación Regional de Interés Colectivo (ARIC), pidió la reactivación de la Resinera para generar empleo.
Las organizaciones civiles, ejidos y comunidades indígenas solicitaron al Gobierno estatal la creación de un Fondo de Emergencia para la atención, reactivación y fortalecimiento de las industrias sociales resineras de Michoacán, para acelerar el proceso de reactivación de esta cadena productiva y para conservar todos los empleos directos e indirectos del sector social.
El valor de la producción forestal de Michoacán es de alrededor de mil 200 millones de pesos, lo que incluye la venta de madera y de resina (500 mil metros cúbicos de madera en rollo y 25 mil toneladas de resina de pino, respectivamente).
«Reactivar la actividad de las familias resineras es de la mayor importancia. Son uno de los sectores más desprotegidos de Michoacán, a pesar de que su labor es fundamental para garantizar el buen manejo y conservación de los bosques que aún quedan en el estado», concluye el pronunciamiento entregado a la Casa de Gobierno.