La segunda novela de Óscar Montoya se sitúa en un periodo convulso para la península ibérica conocido como la Transición española, que inició en 1975 con la muerte de Francisco Franco. Para Puntos y Comas, platicamos con el autor español sobre la génesis del protagonista y la actualidad política en España.

El personaje principal es Antonio Tojeira, un policía de 32 años que odia su trabajo y es fanático de las teorías de conspiración extraterrestre. Tras una extraña muerte, se verá obligado a convertirse en un verdadero detective y resolver un misterio vinculado a una organización terrorista de derecha.

Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).- El inspector Antonio Tojeira lleva un año en Alicante, España, trabajando como policía. Tiene 32 años, es asiduo lector de J.J Benítez y fanático de las teorías de conspiración de corte sobrenatural y extraterrestre. Tiene una amiga: Cruz, una mujer que lee las cartas y realiza sesiones espiritistas para contactar a entes del más allá. Y de quien, también, el inspector se ha enamorado.

Tojeira es un hombre sin aspiraciones en la vida, que tomó la decisión de ser policía como quien elige un platillo de entre un menú poco variado. Y protagoniza De otro lugar (AdN, Alianza de Novelas, 2020), la segunda novela del escritor español Óscar Montoya, quien en 2017, con el seudónimo Montoya Jackson, autopublicó en Amazon su opera prima, Últimos días de maternidad, que fue bien recibida por la crítica.

De otro lugar está ambientada en 1980, en ese periodo convulso para la península ibérica conocido como la Transición española, que se inició el 20 de noviembre de 1975, día del fallecimiento del dictador Francisco Franco; tuvo momentos álgidos como el intento fallido de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, y culminó con la celebración de las elecciones que, en octubre de 1982, dieron el triunfo al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

En ese escenario, Tojeira se verá obligado a convertirse en un verdadero detective y resolver el misterio detrás de la extraña muerte de un joven que aparece degollado en una estación de un tren y del que se presumen nexos con una organización terrorista de derecha. Y no sólo se enfrenta a ese misterio, sino que su vida, en este lugar apacible, en el que disfruta de la playa y se pierde entre los turistas, da un giro brusco cuando –en un pasaje lleno de ironía y mala fortuna– se ofrece voluntariamente a ser trasladado al País Vasco, a donde llega como refuerzo, después de haber sobrevivido a la presión de sus compañeros, quienes le pedían que él, sin esposa ni hijos, se ofreciera como carne de cañón.

Foto: Jeosm, Zendalibros

¿Por qué? En 1980, la organización terrorista vasca ETA mató a 93 personas, en su mayoría guardias civiles. En aquel entonces, cada que un policía era enviado País Vasco como refuerzo, se le considerada un condenado a muerte. Con todo eso en contra, Tojeira se enfrentará a hombres poderosos y aprenderá que, en ocasiones, como el engendro que crece en las entrañas de la protagonista de Alien, el octavo pasajero –la película favorita de Tojeiro–, el enemigo está en el interior.

Si bien De otro lugar es una novela a caballo entre el género negro, el espionaje y la novela política, el humor tiene un lugar predominante, influencia –sostiene Montoya– de las novelas de Jorge Ibargüengoitia, de quien se declara fiel lector. Para Puntos y Comas, platicamos con Montoya sobre la génesis del personaje, la trama de la novela, la transición española y la actualidad política de España. 

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—Antonio Tojeira es una especie de antihéroe, con amplio sentido del humor, un rara avis de la novela negra…

—Yo quería construir un personaje que no tuviese ningún tipo de vocación policial, ni un héroe ni un antihéroe, sino un antitrabajador, alguien a quien no le gusta su trabajo, simplemente. Y así encontré este personaje que, instigado por su madre, se mete a trabajar de policía como si fuese cualquier otro oficio, sin idea de las implicaciones. Tojeiro no tiene aspiración alguna: odia su oficio. Me pareció seductor que un personaje con gustos tan bizarros, como la ufología y el esoterismo, en una época tan complicada como la Transición, se metiera de policía.

—A lo largo de la novela, como leiv motiv, aparece una frase de Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Y no sólo eso, sino que el papel de los monstruos lo encarnan algunos de tus personajes. ¿Por qué te interesó hablar de la Transición española?

—A mí me interesan mucho las épocas de transición porque, a diferencia del esquema clásico del héroe (ese personaje que está en una zona de confort y, de pronto, algo lo perturba y lo obliga a salir de esa zona), en las épocas de transición el personaje, desde el principio, está en una circunstancia incómoda, frágil, conflictiva. Me interesaba contrarrestar ese ruido externo con el lenguaje interno del protagonista. En las zonas de claroscuros, como dijo Gramsci, predominan los monstruos. Y lo estamos viendo hoy en día, que abundan los monstruos, como Trump o Bolsonaro. Es muy típico que, en las épocas de desconcierto, aparezcan ciertos personajes oscuros. En mi novela, los representan los hermanos Segura, quienes eran cuadros policiales leales al antiguo régimen, que operaron en ese largo tránsito hacia la democracia que va de 1975 a 1982.

—Y también, en la novela, está presente el trasfondo de ETA. Conforme avanzan las páginas uno siente que, en cualquier momento, algo va a estallar. ¿Eso motivó también que quisiera recrear tu novela en esta época, para tener a ETA como un elemento dramático más?

—La película favorita de mi personaje principal es Alien porque el enemigo nace de las entrañas del personaje. En el caso de la novela, en esos años de plomo, ETA mataba casi un centenar de personas al año, y eso provocaba que los partidarios del régimen franquista anhelaran la dictadura. Si bien ETA, en la trama, es una amenaza latente, externa, el peligro real está dentro de la comisaría, dentro de la esfera del inspector Tojeira, como en Alien. Hay mucho ruido exterior, mucha política, mucha amenaza de volver al pasado, pero –al final– el peligro está más cerca.

—¿Cómo fue el proceso de escritura?

—Escribí el primer manuscrito en 7 meses y luego fue puliendo aspectos de la trama y los personajes. Yo no suelo escribir con un plan de trabajo. Fue un proceso más intuitivo, más bien. Y así fui avanzando. Es una historia que rondaba mi cabeza desde hace 10 años, que incluso escribí como relato y que retomé.

—¿Cuál es tu opinión del presente político de España?

—Una de las razones por las que escribí esta novela fue, precisamente, por los tiempos que estamos viviendo en España. Cada vez más se respira en mi país una nostalgia de algo que, en apariencia, se había olvidado. Está brotando un nacionalismo exacerbado (y no me refiero al vasco o el catalán, sino al nacionalismo franquista). Y eso está provocando una tensión latente. Desde la crisis económica de 2008, España padece una bipolaridad tremenda, pues pasamos de derecha, izquierda y extrema izquierda. Y en Twitter se vive un ambiente de guerra civilista.

Por esas razones, quería hablar de la época de la transición y hablar de una violencia que se mantenía soterrada: los actos bárbaros cometidos por grupos de extrema derecha, algo de que se ha hablado poco en España, pues ETA se ha llevado todos los reflectores. Está documentado que hubo una violencia de extrema derecha, caracterizada por ajustes de cuentas, de la que nadie quiere hablar, pues contradice la idea de que la transición fue pacífica. Y si bien fue un proceso modélico, también hubo una serie de tensiones brutales. Luego tuvimos dos décadas de paz, las mejores que hubo en este país, desde luego. Y si entonces se pudo pactar, no entiendo por qué ahora no llegamos a acuerdos y dejamos atrás ese odio acendrado.

—En la página 54 de la novela, se lee: «[…] no sé si la historia será circular, pero de que planean círculos como los buitres, de ese no hay duda». Hoy en día tenemos a populistas como Trump y Bolsonaro gobernando dos de las más grandes economías del mundo. Resurgen con fuerza, por todo el globo, los gobiernos de extrema derecha. Y en España ustedes tienen a Vox. ¿Qué piensas del surgimiento de la ultraderecha en tu país?

—Estoy espantado. En España nos jactábamos de ser el único país de Europa de no tener un partido de ultraderecha con representación en el Parlamento y, en dos años, Vox [partido político fundado en 2013] es la tercera fuerza política, con 3 millones de votos. Lo admito: yo soy beligerante contra Vox porque considero que es un partido que va en contra de los derechos, que niega la violencia de género. Vox es la representación de Trump en la península ibérica. Si bien los demás partidos no son perfectos, Vox es el único que me parece verdaderamente peligroso.

Si algo bueno ha hecho España, es impulsar los derechos fundamentales de las minorías, como los matrimonios entre personas del mismo sexo, que benefician a la sociedad, a la pluralidad. Y Vox es un enemigo contra esos derechos ganados. Ante épocas de incertidumbre y de caos, como la que actualmente vivimos, el rebaño que somos en el fondo necesita un caudillo. Mucha gente está dispuesta a renunciar a sus derechos para tener un “orden”. Entre otros, uno de los objetivo de mi novela es recordarle a los lectores de dónde viene la ultraderecha.

—Bajo el argumento de la lucha contra la pandemia, las autoridades de Hong Kong, por ejemplo, han puesto en peligro las libertades civiles. En términos políticos y de garantías individuales, ¿qué mundo crees que emergerá tras la pandemia?

—Esa es la gran incógnita. No lo sé y no me atrevo a especular. Me gustaría creer que las libertades no serán tocadas. Sin duda, desde hace tiempo ha habido un desplazamiento del centro de poder geopolítco hacia Asia, y ahora, con la pandemia, se confirma. Y las pautas y las formas de control asiático afectarán nuestra maneras de entender la democracia y el control social.