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Francisco Javier Pizarro

07/06/2020 - 12:02 am

Un virus social agresivo: “El odio y la polarización”

El psicópata de Trump entró en pánico, pero en vez de reprobar ese acto racista y hacer justicia, calificó a los manifestantes de “terroristas”.

Policías Detienen a Un Manifestante En Guadalajara Jalisco Foto Fernando Carranza Cuartoscuro

Lo peor de la peste no es que mata cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”. (Alberto Camus)

La especie humana está enfrentando una aciaga crisis global en diversas áreas   trascendentales para su sobrevivencia, como lo son la salud, la economía, la ecología y la seguridad de los ciudadanos

Para infortunio de todos, a esta crisis global se ha sumado un virus social con, gérmenes sumamente agresivos como el odio y violencia racial, la discriminación clasista, y la polarización política, en torno a los cuales, tampoco hay, por ahora, vacunas para extinguirlos.

El odio y la violencia racial tienen larga data, por lo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos y convenciones internacionales en contra de la discriminación racial, la Xenofobia y los Derechos Humanos ya los daban por superados, lo que no es así.

Muestra de ello, es que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho caso omiso de las políticas sanitarias de la Organización Mundial de la Salud, y también de las políticas humanitaria de la ONU.

Tan es así, que Trump no ha tenido empacho alguno en deportar a cientos de miles de migrantes mexicanos y centroamericanos; dejado de financiar a la OMS y ordenar a los gobernadores que repriman a los ciudadanos afroamericanos, con el único fin de reelegirse.

Sus estrategias, empero, no le han funcionado. EU continúa siendo el país con más contagios y muertes de la pandemia del Covid 19; el que tiene el mayor número de desempleados y se le avecina una aguda recesión de su economía y, lo más delicado, enfrenta un descontento social creciente que puede frustrar su ambición reeleccionista 

Son cientos de miles de ciudadanos norteamericanos (blancos y negros) que han salido a las calles a protestar su gobierno, por el cruel y racista asesinato de un ciudadano afronorteamericano (George Floyd) a manos de un policía blanco racista de Minneapolis, que lo arresto y asfixió presionando su espalda y cuello, pese a que el detenido sometido, le gritaba “que no podía respirar”

El psicópata de Trump entró en pánico, pero en vez de reprobar ese acto racista y hacer justicia, calificó a los manifestantes de “terroristas”, y a los gobernadores de “débiles” y “hazmerreir de todo el mundo”, a los cuales les exigió que detuvieran y encarcelaran durante 10 años, no solo quienes incendiaron la estación de policía de Minneapolis y saquearon centros comerciales, sino también a los ciudadanos norteamericanos que orquestaron las protestas callejeras en 44 estados y 140 ciudades de la Unión Americana.

El agresivo e infundado pronunciamiento del presidente de EU, en vez poner freno al descontento social lo exacerbó, a tal grado, que el ex jefe del Estado Mayor (Martín Dempsey), en un tuit, le respondió: “Estados Unidos no es un campo de batalla. Nuestros conciudadanos no son el enemigo”.

La ola de indignación social se convirtió en un tsunami en las redes sociales de Internet, algunas de las cuales incluso bloquearon sus aberrantes mensajes.

México ha empezado a contagiarse de ese virus social. El jueves pasado cientos de jóvenes salieron a protestar al gobierno de Jalisco, el asesinato de un albañil (Giovanni López), cometido por policías del municipio Ixtlahuacán, porque “no llevaba cubre boca”, homicidio que se mantuvo oculto durante un mes, hasta que el cineasta mexicano Guillermo del Toro, lo dio a conocer en un tuit en el que indignado señaló: “El sinsentido –la locura absoluta—es que ocurra un asesinato a nombre de un asunto de salud”

Los manifestantes se concentraron en el Palacio de Gobierno del Estado ubicado en Guadalajara; quemaron dos patrullas de la Policía estatal que lo custodiaban; destrozaron la puerta de acceso, quebraron los vidrios de sus ventanas y pintarrajearon en los muros externos con leyendas de “Gobierno Asesino” “Giovanni no murió, lo mataron” y “Justicia”.

Decenas de policías desalojaron por la fuerza el Palacio de Gobierno, detuvieron entre 20 y 30 manifestantes y agredieron a varios periodistas, en acatamiento de las órdenes del gobernador Enrique Alfaro, militante del partido Movimiento Ciudadano, el cual se “lavó las manos” dos veces.

Dijo a altas horas de la noche en un video, que el zafarrancho que se generó en el Palacio de Gobierno fue fraguado “desde los sótanos del poder de la Ciudad de México) ” y que Giovanni no había sido detenido y asesinado por no llevar “Cubre boca” — pese a que sus familiares y vecinos tienen evidencia de ello – y el mismo se contradice, pues en un video oficial referente a la contingencia sanitaria, advirtió a la población que se “sancionará a quienes no lo usen fuera de su casa”.

El Presidente López Obrador respondió de inmediato al Gobernador Enrique Alfaro, le dijo en su clásico estilo popular que “no es hipócrita” y él “no tira la piedra, ni esconde la mano”.

En lenguaje político formal declaró a medios que lo abordaron: “Yo tengo diferencias con el gobernador de Jalisco, diferencias políticas, ideológicas, pero actúo con responsabilidad y no me inmiscuyo, no participo en cuestiones partidistas, no soy jefe de grupo, de partido, represento al Estado mexicano. No tengo ningún propósito de afectar autoridades locales”.

Al Gobernador de Jalisco no le quedó de otra que “doblar las manos” que un día antes se lavó dos veces, como señalamos líneas arriba.  Dijo en conferencia de prensa: “Yo sigo creyendo que él (AMLO) es una gente de bien, que no está dando estas instrucciones”, pero para no quedar en ridículo, se enjaguó una de sus manos y volvió a arremeter contra de “gente de su gobierno y su partido, están apostando por la violencia como una ruta para seguir manteniendo el poder, para seguir cuidando sus intereses y sus agendas personales”.

Esta ambigua declaración deja en claro que lo que le preocupa es la polarización de partidos en relación a las elecciones de 2021, NO el que se criminalice la crisis sanitaria; por el contrario, lo avala:

“La Policía de Jalisco actuó ayer con sensatez y prudencia y no cayó en la provocación” y a pregunta expresa de una reportera de que va a ocurrir con la manifestación de protesta del viernes 5 de junio, su respuesta fue: ¿Y ahora porque se van a manifestar? Si ya hay detenidos” Uff, “solito” se puso la soga al cuello.

Para evitar el contagio de este virus social, no se requiere que los gobernantes se “laven las manos” para “cachetearse sanamente” con a sus adversarios; que los partidos políticos se pongan “cubrebocas” con el fin de que no descubran sus mentiras; que el sector privado y el público, mantengan la “Sana Distancia”, que han utilizado como un ring de boxeo.

Lo que se requiere para poner freno a esta pandemia social, es que los ciudadanos dejemos de estar socialmente aislados y “confinados” de la vida pública para dar el salto a la nueva normalidad, de manera honesta, civilizada con apego a al Estado de Derecho y la Constitución.

No hay mejor vacuna para mitigar y extinguir ese virus social, que la unidad nacional y una auténtica democracia.   

Veremos y diremos, si continúan los golpes sociopolíticos que están “haciendo garras” el tejido social.   

Francisco Javier Pizarro
Periodista y columnista. Fue coordinador editorial, subdirector y director del Diario de Chihuahua de 1989 a 2003. Obtuvo el premio Nacional de periodismo 2001 a 2002. Director y conductor del programa Televisivo A Fondo (2003 a 2009), del programa radiofónico Segundo a Segundo (2010 a 2017) y actualmente de la pagina de Reflexiones en Voz Alta en Facebook.
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