La pandemia de COVID-19 ha obligado a incorporar a marchas forzadas un nuevo elemento en nuestra cultura: las mascarillas. Todo apunta a que serán uno de los símbolos más emblemáticos de la «nueva normalidad», por ello es importante saber cuántos tipos hay, para qué sirven y cuál es su uso.
Por Eva San Martín y Esther Samper
Madrid, 13 de mayo (ElDiario.es).– Las mascarillas se han convertido en la imagen icónica de la crisis del coronavirus. Pero no todas son iguales ni protegen del mismo modo. ¿Qué diferencia hay entre las mascarillas quirúrgicas y las que tienen válvula? ¿Sirve para algo hacerse una mascarilla casera, de papel higiénico o con tela, como las que se ven en muchos tutoriales han surgido durante la pandemia?
Es más: ¿deberíamos usar mascarillas para bajar al supermercado y frenar la diseminación del coronavirus, o es contraproducente? Hablamos con el doctor Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) para despejar todas las dudas.
¿POR QUÉ LAS MASCARILLAS NOS PROTEGEN?
El coronavirus se contagia, sobre todo, a través del contacto con las gotas respiratorias que se generan cuando una persona enferma tose, estornuda o habla. «El mayor riesgo de contagio está en la producción de gotas, como las de saliva, que contengan el coronavirus», explica Lorenzo Armenteros, médico y portavoz de la SEMG, que participa en la elaboración de los protocolos del Ministerio de Sanidad para frenar la expansión de la pandemia.
Primero, cuando estas gotas quedan en alguna superficie, entramos en contacto con ellas y después nos tocamos la nariz, los ojos o la boca. Por eso hay que lavarse de forma correcta las manos con agua y jabón, o con una solución hidroalcohólica, y con frecuencia: se recomienda frotarlas durante unos 20 segundos. Pero el coronavirus también se transmite por el aire, «porque cuando estornudamos, tosemos o hablamos se desprenden gotas», explica Armenteros.
No obstante, estas gotas alcanzan una distancia máxima de un metro. Por eso hay que respetar esta distancia de seguridad entre personas o superior, como recomienda el Centro de Enfermedades Infecciosas (CDC, por sus siglas en inglés) de Atlanta. Ahora bien, el uso de mascarillas o cubrecaras también puede frenar el contagio.
Por un lado, si estamos enfermos (aunque no tengamos síntomas) se evita que las gotas con coronavirus salgan al exterior, y también su diseminación. Por otro, nos protege de las gotas de saliva de otra persona y evita que nos llevemos las manos a la boca. Pero ni todas valen ni todas son igual de efectivas en estas tareas.
TIPOS DE MASCARILLAS
1. Mascarillas quirúrgicas
Se han convertido en un icono de la pandemia. Su venta en España se ha disparado un 10 mil por ciento con respecto a 2019, según la Federación de Distribuidores Farmacéuticos (Fedifar), lo que las hace muy difíciles, casi imposibles de encontrar en farmacias. Lo que ha provocado un peligroso déficit de mascarillas incluso entre el personal sanitario. Cubren la boca y la nariz, y están fabricadas con sustancias de polipropileno, un polímero parecido a la celulosa vegetal, o de celulosa.
Es decir, no deja de ser una mascarilla de papel de diferentes capas, normalmente tres. A veces cuentan con una capa de material plástico para minimizar la salida de gotas, o pueden tener filtros; y las hay planas o redondeadas y algo más rígidas. No están hechas para proteger de aerosoles, pero sí pueden constituir una barrera para esas gotas de saliva que suelen desprenderse con la tos, al hablar o en un estornudo.
Sólo evitan que las gotas con virus salgan al exterior. «No están diseñadas para proteger de fuera hacia dentro, sólo protegen de dentro hacia fuera», remarca Armenteros. No sirven, por tanto, para protegerse del ambiente, pero son útiles para evitar la diseminación del virus, que este no salga.
Si la mascarilla quirúrgica tiene una parte impermeable, poco porosa, sí puede evitar que entren las gotas más grandes. Y si dos personas las llevan, ambas evitan esa posible diseminación. «Por eso, en el ámbito médico, si tanto el paciente como el personal sanitario la llevan, sí habrá una protección», afirma Armenteros.
Debido a la falta de mascarillas de mayor calidad o garantía, los protocolos sanitarios actuales de atención inicial al paciente del Ministerio de Sanidad, así como los que preparan las comunidades autónomas, recomiendan que tanto el personal sanitario como el paciente usen mascarillas quirúrgicas. Esto es así siempre que no haya aparatos de respiración o nebulizadores activados. «Una opción no tan segura como las mascarillas autofiltrantes FFP2 o FFP3, pero sí necesaria porque carecemos de otro método de protección», admite Armenteros.
2. Mascarillas filtrantes
Se conocen como FFP (filtering face piece) y contienen un filtro de micropartículas que impide la circulación del virus de fuera hacia dentro. Su finalidad es proteger a quien la lleva puesta. Existen tres tipos, según la eficacia de su filtro:
-Las FFP1, que filtran el 78 por ciento del aire.
-Las FFP2, el 92 por ciento.
-FFP3, las más eficaces, el 98 por ciento.
Algunas tienen una válvula de exhalación para reducir la humedad en el interior de la mascarilla.
Las mascarillas FFP2 y FFP3 sí impiden la entrada del coronavirus; pero escasean incluso en los centros sanitarios, y hay desabastecimiento. «Lo ideal sería que el personal sanitario y las personas con contacto con una persona enferma lleven la FFP2; pero puesto que hay déficit, los protocolos de recepción de pacientes señalan que tanto el paciente como la persona que lo atiende lleven mascarillas quirúrgicas», apunta Armenteros.
Cuando se aplican técnicas ventilatorias, como las utilizadas con respiradores o nebulizadores, sí es obligatorio usar el FFP2 o FFP3. Las FFP2 y las FFP3 protegen contra el coronavirus, pero por solidaridad y para no colapsar el sistema debe usarlas sólo el personal sanitario y de mayor riesgo, recuerdan las autoridades. Hay que evitar comprarlas y más aún acapararlas en casa.
3. Mascarillas caseras: de papel higiénico o de tela
Las mascarillas caseras hechas con papel higiénico, tela u otros tejidos no están médicamente comprobadas, ni autorizadas. «Son actos de muy buena voluntad, pero no ofrecen garantías más allá de constituir una barrera protectora para determinadas gotas», recuerda el médico. Tienen poca acción protectora: la que apenas ofrecería un pañuelo de papel o de tela, porque no son más que eso.
4. Mascarillas contra gases y vapores
Tienen la misma capacidad que una mascarilla quirúrgica. Están pensadas para sustancias tóxicas como la pintura y los aerosoles, pero no para frenar la inhalación ni exhalación de microorganismos como el coronavirus. Para esto sólo sirven las FFP2 y las FFP3.
PREGUNTAS FRECUENTES SOBRE LAS MASCARILLAS
Si bajo a comprar, ¿me pongo la mascarilla?
Las mascarillas quirúrgicas pueden ser útiles para evitar la diseminación del virus porque evitan que salgan al exterior. Se puede usar si vas al supermercado o si vas a la farmacia, ya que podemos ser un vector sin saberlo, por ejemplo, asintomático, y evita la posibilidad de contaminar superficies. Pero, una vez más, no protegen de fuera hacia dentro.
¿Las mascarillas se pueden lavar y reutilizar?
No, las mascarillas quirúrgicas no son lavables. Al ser de celulosa, si las lavamos, pierden las características del filtro y se desharían. Las mascarillas filtrantes sí pueden reutilizarse si las mantenemos en buenas condiciones higiénicas, igual que las que protegen contra los gases. Las de tela, aunque menos eficaces, sí se podrían lavar con una solución de lejía, pero no son aconsejables.
¿Cómo hay que ponerse una mascarilla?
De utilizarlas, hay que ajustarlas muy bien a la nariz, de forma que tapen la nariz y la boca. Y si son de atar, hay que fijarlas a la nuca lo más fuerte posible para que se ajusten bien. La mayoría de las que vemos se colocan con dos gomas detrás de las orejas y dejan muchos espacios; aunque cumplen el objetivo de proteger de dentro a fuera.
Finalmente Armenteros hace un llamamiento: ante una situación tan compleja como la que vivimos, y mientras continúe el déficit, dejemos las mascarillas al personal que está en mayor peligro, sobre todo el personal sanitario.
«No podemos correr el riesgo de que aumenten las bajas y las cuarentenas entre el personal sanitario. Por eso, el uso de mascarillas debe ser siempre a favor del personal que está en primera línea de lucha contra la pandemia», señala.
LAS CLAVES CIENTÍFICAS PARA ENTENDER SU USO
La pandemia de COVID-19 ha obligado a incorporar a marchas forzadas un nuevo elemento en nuestra cultura: las mascarillas. Todo apunta a que serán uno de los símbolos más emblemáticos de la «nueva normalidad». Atrás irán quedando los tiempos en que estos elementos de protección faciales se consideraban, en el mejor de los casos, algo estrambótico propio de ciudadanos asiáticos, o algo de «apestados», en el peor.
A pesar de que los consejos sobre cómo usarlas abundan en la vida cotidiana, muy pocas veces se explican las razones científicas que hay detrás de su uso y por qué se recomiendan ciertos tipos de mascarillas para sanitarios y otros para la población general. Entender la ciencia que hay detrás puede orientar mejor a los ciudadanos sobre qué recomendaciones sobre su utilización tienen sentido y cuáles no, en medio de una pandemia en la que la desinformación también se expande como un virus.
Aunque no lo percibamos la mayor parte del tiempo, estamos liberando gotitas microscópicas por la boca y la nariz constantemente. No sólo al estornudar o toser, cuando resulta evidente, sino incluso también al hablar o al respirar. El tamaño de estas gotitas es extremadamente variable y sus diámetros pueden ir desde 1 µm (micrómetro) hasta los 2.000 µm. En cualquier caso, el 95 por ciento de estas gotitas se encuentran en un rango de entre 2 y 100 µm. Las gotitas de Flügge o gotitas respiratorias son aquellas con un diámetro superior a 5-10 µm y los núcleos de gotas, núcleos de Wells o aerosoles son aquellas con un diámetro inferior a 5 µm.
¿Debo utilizar mascarilla para protegerme del nuevo coronavirus?#EsteVirusLoParamosUnidos pic.twitter.com/mFgi1GYTQp
— Ministerio de Sanidad (@sanidadgob) March 18, 2020
Las gotitas de Flügge, por su peso, no suelen llegar muy lejos cuando se expulsan en condiciones normales (en general, no más allá de 1 metro) y se depositan rápidamente por gravedad en el suelo o en objetos. No obstante, los aerosoles se comportan de forma diferente y, por su menor peso, tienen la capacidad de estar en suspensión varias horas en el aire y, por tanto, pueden ser arrastradas por el viento y corrientes de aire. Este comportamiento se complica más todavía si tenemos en cuenta factores como la temperatura y la humedad, que influyen en la evaporación o no de las gotitas y que determinan también su permanencia en el aire.
Ambos tipos de gotitas pueden contener microorganismos patógenos que aprovechan su liberación al exterior para infectar a otras personas. Una de las razones por las que las epidemias de enfermedades infecciosas respiratorias pueden llegar a expandirse tanto a través de poblaciones se debe a este efectivo mecanismo. Si una persona infectada estornuda al aire, puede contagiar a las personas de alrededor. Sin embargo, este mecanismo directo no suele ser la vía principal de contagio. Es más frecuente que la infección se produzca de forma indirecta, cuando las personas tocan superficies u objetos contaminados por gotitas con microorganismos.
Las personas infectadas por coronavirus nunca expulsan estos virus de forma aislada, sino que los liberan a través de secreciones respiratorias en gotitas. ¿Cómo se transmite el coronavirus a través de estas gotitas? Hay una certeza y una duda científica en este aspecto. La certeza es que un individuo infectado por coronavirus puede liberar gotitas respiratorias al aire con coronavirus e infectar a personas que se encuentren cerca (en condiciones normales, sin corrientes, a menos de un metro) o a personas que toquen los objetos o superficies donde se depositen estas gotas.
Ahora bien, ¿pueden las gotitas más pequeñas, los núcleos de gotas, que contienen coronavirus quedarse en suspensión en el aire durante horas e infectar a individuos que se encuentren alejados a varios metros o pasen por ese lugar más tarde? En el ámbito hospitalario, donde algunas pruebas médicas generan aerosoles en abundancia, sabemos que estas gotitas diminutas pueden infectar al personal sanitario.
También sabemos, por estudios en los que se han realizando aerosoles con coronavirus de forma artificial (a través de dispositivos), que estos núcleos de gotas con el virus SARS-CoV-2 pueden estar en suspensión hasta tres horas o más. No obstante, no está claro que las personas infectadas, fuera del ambiente hospitalario, tengan la capacidad de producir aerosoles en abundancia como para provocar un contagio. Para que alguien se contagie por coronavirus debe recibir una dosis infectiva mínima para que ello ocurra y, a día de hoy, hay escasas evidencias científicas de que el contagio a través de aerosoles (fuera del ámbito hospitalario y circunstancias especiales) pueda provocar infecciones y sea un mecanismo de peso en esta epidemia. A eso se refiere la Organización Mundial de la Salud cuando anunció hace un mes que el «coronavirus no viaja por el aire».
Esta distinción entre gotitas respiratorias y aerosoles (que se suelen generar en pruebas médicas hospitalarias), junto a otros factores, es clave para entender por qué se recomienda que los profesionales sanitarios usen mascarillas diferentes a los ciudadanos. Las mascarillas caseras, las higiénicas y las quirúrgicas (preferiblemente las últimas, si no hay escasez para los sanitarios) se recomiendan a la población general para proteger a los demás.
Estos tres tipos de mascarillas limitan la difusión de gotitas al exterior, ya sea reteniendo estas en el tejido o limitando la distancia a la que se expulsan. Su eficacia variará según diferentes factores como el número de capas, el tipo de tejido, el grosor, etc. Así, con estas mascarillas las personas que están infectadas pueden minimizar la dispersión de gotitas con virus a superficies y objetos y, en lugares donde mantener la distancia de seguridad es una utopía, pueden evitar la transmisión directa de gotitas a las personas que se encuentran cerca.
Además, estas mascarillas también ofrecen cierta protección a sus portadores frente a las gotitas que puedan liberar las personas infectadas. Esta protección es reducida porque suelen quedar huecos entre la cara y la mascarilla (no se ajustan perfectamente) y porque no cuentan con filtros especiales que eviten el paso de las gotitas más pequeñas (como los aerosoles). Como las personas pueden contagiar el coronavirus antes de que tengan síntomas (o incluso pueden no padecerlos nunca), si todas las personas de una población usan mascarilla, se estarán protegiendo entre ellas al asumir que podrían estar enfermas sin saberlo.
Las mascarillas autofiltrantes como las N95, FFP2 y FFP3 se usan en el ámbito médico con un fin muy diferente del anterior: se usan para proteger a la persona que las lleva de un contagio. Por esta razón, están diseñadas para que se ajusten totalmente a la cara y cuentan con filtros especiales que evitan que incluso los aerosoles (las gotitas más diminutas) atraviesen la mascarilla. Los profesionales sanitarios las utilizan porque están altamente expuestos a personas con coronavirus y, además, determinadas pruebas médicas generan aerosoles.
Estas mascarillas autofiltrantes no suelen ser cómodas de llevar tras cierto tiempo, no se recomiendan usar mucho más allá de ocho horas y su buen uso requiere de entrenamiento. Además, las mascarillas sin válvulas también evitan la difusión de gotitas al exterior, por lo que también protegen a los demás, aunque no sea ese su fin principal. La historia es bien diferente para las mascarillas autofiltrantes con válvula de una sola dirección (que hacen más fácil la respiración a través de ella), pues permiten la exhalación directa del aire al exterior, lo que da vía libre a las gotitas con virus. Para evitar este problema, es necesario colocar una mascarilla quirúrgica por encima de estas mascarillas con válvulas.
Por supuesto, nunca hay que olvidar que la eficacia de una mascarilla no sólo depende del tipo que sea, sino de cómo se utiliza. Poco importa que alguien de la población general tenga una mascarilla FFP2, FFP3 o N95, si no la tiene perfectamente ajustada a la cara, la reutiliza varias veces o se la quita constantemente en lugares con gente alrededor (algo que se está viendo día a día). Además, usar estas mascarillas en el ámbito cotidiano, donde el contagio por aerosoles es algo extremadamente remoto, mientras los profesionales sanitarios siguen necesitados de ellas, es el equivalente a matar moscas a cañonazos. Más aun teniendo en cuenta que medidas como mantener la distancia de seguridad o el lavado frecuente de manos tienen más peso para evitar contagios.
Por último y no menos importante, es importante aclarar que es totalmente contraproducente que las personas lleven mascarillas con válvulas (sin cubrir con mascarillas quirúrgicas) en lugares públicos y/o cerrados, pues permiten la dispersión libre de gotitas con coronavirus.