A Héctor García Hernández le decían “El Trampas” porque, desde sus tiempos de adolescencia y juventud, solía jugar cartas, pero siempre hacía ganaba con triquiñuelas, algo que lo caracterizó toda su vida y en casi todos sus negocios.
Ciudad de México, 28 de abril (SinEmbargo).– Último personaje de la llamada vieja guardia del sindicato petrolero que dirigió Joaquín Hernández Galicia, Héctor García Hernández, mejor conocido como “El Trampas” por su larga historia de triquiñuelas, falleció el lunes 27 en Coatzacoalcos, Veracruz, donde radicaba.
García Hernández fue secretario de Educación, primero, y tesorero, después, del sindicato de Petróleos Mexicanos, considerado brazo derecho de “La Quina” junto con Salvador Barragán Camacho, quien era su jefe y compadre. Estos tres personajes –“La Quina”, “El Trampas” y “Chava Barragán” –conformaban una triada que, durante años, se dedicó a saquear los recursos de Pemex y del gremio petrolero, uno de los más poderosos de América Latina.
Se cuenta que en los años setenta, “La Quina” –un viejo lobo de mar –empezó maquinar un ardid para mantenerse en el poder sindical. Este consistía en doblar el ánimo de los candidatos presidenciales con el argumento de que se iba a retirar porque ya estaba muy cansado.
En 1970, el PRI lanzó como candidato a la presidencia a Luis Echeverría Álvarez. “La Quina” lo invitó a Ciudad Madero –su feudo –y ahí le dijo: “Señor, quiero decirle que yo ya estoy muy cansado y he pensado en retirarme”.
Echeverría, ante semejante pérdida en el principal sindicato del país, le contestó: “No, Joaquín, quédese usted, siga, siga…”. “Esté bien, señor presidente, lo que usted ordene”.
Seis años después, José López Portillo fue ungido candidato presidencial. La Quina repitió la receta: lo invitó a Ciudad Madero y, durante una caminata, le expresó: “Sabe, señor presidente, he pensado en retirarme. Ya estoy muy cansando y creo que es lo justo”.
López Portillo le dijo que se esperara y que continuara al frente, que lo necesitaba. “Como usted ordene, señor presidente”, respondió Hernández Galicia y, seis años después, cuando Miguel de la Madrid fue lanzado como abanderado del PRI a la presidencia, repitió el ardid, pero el candidato ésta vez guardó silencio. De la Madrid tenía en mente aplicar la renovación moral tanto en Pemex como en el gremio petrolero. Era el año de 1982.
El silencio presidencial fue una estocada para Hernández Galicia, quien veía venir un golpe desde el máximo poder. Astuto y hábil como era, convocó a una reunión urgente en un restaurante de la ciudad de México. Acudieron Héctor García Hernández, “El Trampas”, Salvador Barragán Camacho y él.
Entre los tres analizaron la gravedad de la situación que veían venir. Conocían sus puntos débiles –la corrupción en Pemex, el robo de hidrocarburos, el saqueo descomunal de las arcas del sindicato –y urdieron un plan:
Barragán Camacho, que entonces era jefe y compadre de “El Trampas”, le propuso: “Mira, compadre, tenemos que salvar el pellejo, así que te vamos a ofrecer en holocausto para aparentar la renovación moral del sindicato. Te destituimos, te acusamos ante las autoridades, huyes, le echamos tierra al asunto y en dos años vuelves”.
“El Trampas” aceptó.
Lo destituyeron, huyó a Mc Allen, Texas, pero luego las cosas se pusieron muy complicadas y nunca retiraron los cargos ni pudo volver cuando le dijeron, de tal suerte que “El Trampas” se volvió el “chivo expiatorio” perfecto.
Sin embargo, “EL Trampas” conocía todas las corruptelas de “La Quina” y de Barragán Camacho, así como las de Pemex, de tal suerte que, desde Mc Allen, Texas, le escribió una carta al presidente Miguel de la Madrid en la que, con lujo de detalles, le expuso cómo estaban las cosas tanto en la empresa como en el gremio petrolero.
“La Quina”, enfurecido, contrató un comando que lo buscó en Mc Allen y lo trajo de vuelta a México. Arribó con los ojos vendados a Reynosa, Tamaulipas, en la cajuela de un coche. Lo entregaron a la policía de Reynosa y éstos lo llevaron con “La Quina”. “Te dije que te sacarías de donde te metieras”, le dijo el líder petrolero cuando lo tuvo enfrente.
Ahí lo hicieron firmar varias acusaciones y luego lo encerraron en un calabozo en Tampico, Tamaulipas. Ahí permaneció incomunicado y, días después, lo trasladaron al reclusorio sur, donde estuvo preso bajo cargos de corrupción, enriquecimiento, desvío de fondos, entre otros.
En la carta que le escribió al presidente De la Madrid, “El Trampas” desnuda la corrupción de esos años en Pemex como en el sindicato petrolero. Dijo: “La corrupción sindical opera en el gremio petrolero, del monto total de las obras y servicios que se ejecutan Pemex entrega al sindicato el 2 por ciento para obras de beneficio social”.
Cuando recibía la orden expresa, “El Trampas” cobraba ese dinero, lo depositaba en una cuenta personal y luego se lo pasaba a “la Quina”, quien era el que manejaba todos esos fondos discrecionalmente. De aquellos pesos, se habla de sumas que alcanzaban los 20,000 millones. Era el año de 1983.
En larga misiva también dijo:
“Ningún director de Petróleos Mexicanos se ha decidido, hasta ahora, a combatir la corrupción sindical. Todos han preferido cuidar el escritorio y su posición política. La Quina y Barragán Camacho son los que mandan. Ellos han implantado el terror en el sindicato y se han enriquecido escandalosamente con las concesiones de la empresa, en perjuicio de la nación”.
“EL QUINAZO”
Tras el golpe asestado en 1989 por Carlos Salinas, en aquella arremetida oficial conocida como “El Quinazo” –que terminó con “La Quina en la cárcel junto con la mayoría de sus cómplices –Héctor García, “El Trampas” se fue a radicar a Coatzacoalcos, Veracruz, donde adquirió propiedades y vivía en una de las zonas exclusivas de esa ciudad petrolera. En aquel momento le quitaron algunas propiedades, pero otras las mantuvo porque estaban a nombre de testaferros.
A principios de los años noventa, con una fortuna descomunal, fundó el periódico “Tribuna del Sur”, un proyecto periodístico efímero que implicó la compra de maquinaria y la construcción de un edificio que, tiempo después, vendió y fue adquirido por el empresario y político Edel Álvarez Peña –exalcalde de Coatzacoalcos y actual presidente del Tribunal Superior de Justicia de Veracruz –donde actualmente están las oficinas del diario “El Liberal”, fundado en el sexenio de Patricio Chirinos.
“El Trampas” vivía de sus rentas: a menudo se le veía en los bancos realizando transacciones. En sus tiempos de esplendor, pero ya fuera del sindicato, trabó relación con otros caciques regionales petroleros del sur de Veracruz. Es el caso de Francisco “Chico” Balderas, líder de la sección 31 de la ciudad de Nanchital –quien se suicidó después de la captura de “La Quina” –, José Vasconcelos, hijo de un legendario cacique, Carlos Vasconcelos; y Sebastián Guzmán Cabrera, quien sustituyó a “La Quina” en la secretaría general del sindicato petrolero.
A García Hernández le decían “El Trampas” porque, desde sus tiempos de adolescencia y juventud, solía jugar cartas, pero siempre hacía ganaba con triquiñuelas, algo que lo caracterizó toda su vida y en casi todos sus negocios.