La señora Amada, artesana de alfarería indígena de Veracruz, platicó a Magazine su historia y el significado de una labor que es transmitida a las nuevas generaciones para no olvidar sus raíces.
Amada explicó que las mujeres mayores le decían que «el barro sólo se puede ver, no tocar» hasta tener una edad determinada, así que aprendió observando junto con sus compañeras. «Es algo con lo que se nace, es de familia, una herencia», agregó.
Ciudad de México, 22 de marzo (SinEmbargo).- Manos viejas y jóvenes se dieron cita en la Casa de Alfarería Tradicional, un espacio dedicado a este arte totonaca en la Cumbre Tajín 2020. En el taller, las mujeres con más experiencia mostraron el procedimiento para crear su representativa olla y otras piezas de barro.
«La Olla Totonaca representa nuestra identidad, nuestras raíces. […] Existe la creencia de que el barro tiene dueño; los dueños son las abuelas que ya no existen materialmente, existen espiritualmente», explicó Amada Simbrón Pérez, alfarera de la Comunidad El Cedro, en Papantla, Veracruz.
Amada contó que cuando era pequeña las mujeres mayores le decían que «el barro sólo se puede ver, no tocar» hasta tener una edad determinada, por lo que al principio aprendió observando junto con sus compañeras. «Es algo con lo que se nace, es de familia, una herencia», agregó.
«Existía la gran división de trabajo en la casa. Los varones se dedicaban a la milpa, a traer leña, y las niñas a la cocina. Ellas se preparaban desde muy chicas porque a la jovencita totonaca no le compraban su vajilla, la tenía que hacer. Era un requisito indispensable para contraer matrimoio», detalló.
De visita a Veracruz, la señora Amada, quien ha ganado varios premios de alfarería indígena y cuya especialidad es el copalero, nos platicó acerca de su historia y el significado de una labor que es transmitida a las nuevas generaciones para no perder las tradiciones y olvidar sus raíces.
-¿Qué representa la Olla Totonaca?
-Nuestra identidad, nuestras raíces.
La señora Simbrón Pérez explicó que existen dos formas de crear una olla Totonaca: «Se puede hacer de dos maneras: en una, empiezas con una bola de barro y así se va levantando con la punta de los dedos; en la otra, usas unos churros y haces un círculo. Primero sacas el barro, se remoja en unas ollas grandes, se amasa, se limpia bien y se mezcla con arena de río. Luego la masa se pule y se hornea o se cuece en fuego directo».
-¿Hay varios tipos de barro?
-Más que tipos, son colores. Hay blancos, grises, rojos, negros, amarillo, todos de distintos tonos. El barro en sí se caracteriza por la textura, que es pegajosa. Para que una se dé cuenta de que el barro ya está preparado, se hace una mezcla homogénea de agua y arena; cuando se pega en la mesa, quiere decir que el barro ya está listo para modelar.
La artesana comenzó a trabajar con el barro desde que tenía tan sólo 15 años, antes no le fue posible debido a una creencia en la que se indica que el barro tiene dueño, así que hasta los 20 años pudo sumergirse completamente en esta artesanía.
«… como a los 20 años, empecé en forma; aunque desde niña me gustó y a los 15 años ya moldeaba. Más chica, las mamás no nos permitían tocar el barro porque existe la creencia de que tiene dueño; los dueños son las abuelas que ya no existen materialmente, sólo espiritualmente».
«La escuela en mis tiempos era de todo el día, ya después se fue modernizando y ya nada más era medio día. Yo estaba en un rancho, ahí nací, ahí crecí, ahí estudié hasta la primaria. Entonces era todo el día la clase y los maestros nos enseñaron a hacer trabajos manuales».
«Nos decían: ‘Puedes ver, pero no puedes tocar el barro, hasta que tengas cierta edad, ya vas a poder. Pero ahorita fíjate cómo lo hago’. Así de esa manera, viendo, es como nosotras fuimos aprendiendo, todas las muchachitas. Las mujeres más grandes (yo estaba en primero o segundo año), ya se ponían a hacer copaleros o cositas de barro y a mí me llamó mucho la atención».
«Por eso ahorita seguimos esa idea de que estos conocimientos sean transmitidos a las niñas, para la nueva generación, y así no se pierdan nuestras raíces».
-¿Cuál es la importancia de la alfarería para la comunidad de El Tajín? ¿De qué forma mantienen viva esta tradición?
-Transmitiendo los conocimientos a los niños, a la nueva generación. Por la tecnología, ya pocos utilizan estos materiales. Anteriormente la mayoría de la comunidad hacia su nixtamal, lo molía, lo ponía en el metate y hacía las tortillas a mano. Esos son los usos y costumbres de la cultura totonaca.
De acuerdo con la señora Amada, la importancia es conservar los usos y costumbres, en segundo, que los niños conserven las raíces, «nuestra identidad».
La artesana ha participado en varios concursos en donde ha ganado diversos lugares. «En otros sexenios, algunas organizaciones tenían la facultad de convocar a los artesanos. Entonces competíamos, y ya llevo tiempo aquí porque me gusta. Sí, tuve primeros, segundos, terceros lugares, como en todo. El último concurso que se dió fue como en 2015, que tuve una mención honorífica».
«Es estar trabajando con lo mismo una y otra vez, practicando, viendo detalles, como todo. Me autoevalúo: veo qué no me quedo, a la próxima lo vuelvo a hacer. Así fui avanzando y ahorita gracias a Dios aquí estoy».
-¿Hay alguna pieza que le guste hacer en especial?
-Siempre me ha gustado hacer los copaleros, eso es lo que más me encanta. De hecho ya no tengo, ya se vendieron todos. Me gusta por el calado, que son unas florecitas. Es algo con lo que se nace, es de familia, una herencia. Entonces casi toda mi vida me he dedicado a hacer distintas piezas y no se me dificulta.