Las grandes empresas de moda se llevaron la producción a China porque era más barata. Ahora que el país está parado lamentan haberse retirado.
Aunque cada empresa tiene su propio plan de contingencia, la solución general de la industria pasa por traer de vuelta las producciones a países más cercanos, como Marruecos, Turquía, Portugal o España.
Por Analía Plaza
Madrid, 10 de marzo (ElDiario.es).- En 2008 había en España 13 mil 180 empresas de confección de prendas de vestir. En 2019, la cifra era un 30 por ciento menor: solo quedaban 9 mil 206. «En Europa ha quedado muy poca fabricación», resume Alejandro Laquidain, dueño de la compañía catalana Encajes Lakidain. «Algo hay, pero de mayor nivel y con producciones pequeñas. Inditex lo hace fuera. El confeccionista fue el primero que exportó su mano de obra a países baratos».
La industria de la moda española vive días complejos a causa del coronavirus. De «gran incertidumbre» y «cierto temor» a la caída de ventas en verano. El motivo, reconoce la patronal Fedecon, es que buena parte de su abastecimiento se produce en China. Y que China lleva paralizada desde la vuelta del Año Nuevo Chino, lo cual provoca que la ropa no se esté produciendo ni saliendo de allí y que las empresas vayan poco a poco quedándose sin «stock».
«Hasta el momento, las fábricas se han mantenido gracias a la acumulación de ‘stock’ prevista por la celebración del Año Nuevo Chino», señala su presidente, Ángel Asensio, en un comunicado emitido este lunes. «Sin embargo, la situación que atraviesa el gigante asiático tras la paralización de su actividad plantea el riesgo de que se produzca un retraso en los plazos de entrega de suministros. Inevitablemente, habrá un perjuicio respecto a la presentación de colecciones, muestrarios, ferias y producciones. Hablamos de anulaciones de pedidos y solicitudes de retraso».
El de la moda es uno de los sectores más dependientes de las importaciones de España. El 23 por ciento de sus proveedores son chinos. La situación en Europa no pinta mucho mejor, puesto que el siguiente país por porcentaje de proveedores es Italia (11.2 por ciento). Lombardía y otras catorce provincias permanecen aisladas desde ayer.
Aunque cada empresa tiene su propio plan de contingencia, la solución general de la industria pasa por traer de vuelta las producciones a países más cercanos, como Marruecos, Turquía, Portugal o España. La patronal asume que esto supondrá un incremento de los costes (las fábricas cercanas tendrán más pedidos, así que subirán precios) a pesar del «insuficiente margen de tiempo» para cerrar producciones con «proveedores no contrastados». La del coronavirus es, además de sanitaria, una crisis económica de oferta que el mundo no veía desde la del petróleo del 73.
El comunicado no indica si piensan repercutirlo en el precio final y ningún portavoz de Fedecon ha querido atender a eldiario.es. Desde Acotex, otra patronal, llamaron la semana pasada a no subir precios. «Yo no creo que deba incrementarse el precio: defiendo que es de la misma calidad independientemente del país», dijo el presidente, Eduardo Zamácola, a este medio. «No podemos repercutírselo al público».
La relocalización de las producciones a países como España debería ser una buena noticia, porque crearía empleo y daría lugar a prendas más sostenibles, que no tuviesen que recorrer medio planeta antes de llegar a la tienda. El problema es que ya no hay tantas fábricas capaces de asumir tal cantidad de producción. La propia Fedecon alerta de «la posible repercusión negativa en la capacidad de producir de aquellos talleres más pequeños que, habituados a un menor nivel de trabajo, se vean desbordados».
La cadena de valor de la moda se divide en: materia prima (cultivo de algodón, etc.), fibras, hilados y tejidos, diseño, acabados, confecciones y comercialización. España solo sigue siendo fuerte en tejidos. «Hilatura hay poca: no hemos de perder de vista que se desmantelaron todas las fábricas de hilatura de Europa y se llevaron a Asia. Esto dará problemas», continúa el dueño de Encajes Lakidain. «Tejeduría hay más. Las grandes masas están en el Mediterráneo. España es potente, Italia es potentísima de toda la vida. Francia y Portugal también».
Junto a la hilatura, a finales de los 90 y principios de los 2000 desaparecieron en España muchísimas empresas de confección. El gráfico anterior muestra esa categoría hasta 2007 (últimos datos disponibles según la antigua nomenclatura del CNAE). La mayoría de actuales compañías de confección españolas son microempresas y desde 2007 también han desaparecido buena parte de las grandes (a partir de 100 trabajadores, según datos del INE).
La crisis de 2008 y el paulatino aumento del coste de mano de obra en China hicieron que parte de las producciones salieran de China, a países como Vietnam o Bangladesh. La patronal reconoce hoy que «la deslocalización de nuestras fábricas es una de las problemáticas más influyentes del sector» y que no llegó a recuperarse del todo de la crisis anterior.
LOS QUE RESISTEN
«El virus ha provocado que las grandes cadenas de distribución europeas, no solo españolas, tengan un agujero en el suministro que no se pueden permitir», señala Abel Ortiz, dueño de la fábrica Textil Ortiz, que comercializa tejidos de forro (para el interior de las prendas). «Han desviado parte de la producción a Europa. ¿Qué se han encontrado? Mucho del textil europeo se había perdido, pero los que hemos quedado somos competitivos en precio, sostenibles a nivel de medioambiente y les estamos dando una respuesta positiva rellenando su agujero. No se lo esperaban. Intentamos que se den cuenta de que en Europa y España hay textil con garantía para que no vuelvan a traer de Asia productos contaminantes».
Textil Ortiz es una de las fábricas españolas agraciadas con pedidos post-coronavirus en China. Su dueño explica que ha tenido que contratar a un 20por ciento más de plantilla (en 2018 eran 23, según las cuentas). «Llevábamos tiempo trabajando con ayuntamientos cercanos para buscar a gente. Esto nos ha venido fantástico».
El caso de Ortiz no parece, sin embargo, masivo. Hace forrería, que se usa en casi todas las prendas y es de precio ajustado. «Ese producto concreto sí podría haber subido», valora Laquidáin. «¿Se ha notado un trasvase de pedidos de Asia a Europa? Ha habido más ruido que nueces. Por lo que veo en mi empresa y hablo con colegas, lo que hay es movimiento de consultas, de pedir presupuestos… Pero aún no se ha notado un aumento de producción». Si las fábricas vuelven a abrir no tendría por qué llegar a notarse muchísimo, aunque es cierto que las pocas que funcionan allí tienen los precios por las nubes (por la ley de la oferta y la demanda).
Tras haber abandonado las fábricas y talleres españoles por los más baratos asiáticos, el sector se plantea ahora buscar alternativas «de proximidad, más fácil de gestionar». Las patronales hablan de diversificar, de tener el 50 por ciento aquí y el 50 por ciento en el resto del mundo, y piden —cómo no— el apoyo del Gobierno. «Consideramos esencial concienciar sobre el valor del producto nacional, invertir en formación y recuperar oficios que se están perdiendo». De cara a esta crisis, ya están en contacto con los ministerios necesarios para abordar temas de «financiación» y «expedientes de regulación de empleo temporales».
«Es un aviso: señores, nos puede volver a pasar. No tiene sentido que dependamos de otro país, que las producciones estén tan lejos», concluye Laquidáin. «Habría que recuperar la industria, pero el 50 por ciento es imposible. Hemos desmantelado tanto que la vuelta atrás es complicada. En confección sería más fácil, porque son talleres con máquinas de coser, pero el tinte requiere millones de inversión. Y relocalizar ligaría el discurso a la sostenibilidad. Pero basar tu negocio en el precio no casa con la sostenibilidad. Son empresas cotizadas y a ver cómo explicas tú que bajas los beneficios porque hay que fabricar más cerca. En esto hay más marketing que otra cosa».