Se suele mirar al norte para buscar referentes feministas, pero si rastreamos la ola que terminó por estallar en España en 2018 habría que mirar, más bien, hacia el sur, hacia América Latina.
Por Ana Requena Aguilar
Madrid, España, 9 de marzo (ElDiario.es).– Solemos mirar al norte para buscar referentes feministas: cuántas veces nombramos a Suecia o a cualquier país nórdico para hablar de igualdad. Pero si rastreamos la ola feminista que terminó por estallar en España en 2018 habría que mirar, más bien, hacia el sur. La potencia feminista de América Latina ha desbordado sus fronteras. De los pañuelos verdes y la lucha por el aborto libre y seguro a la tipificación de los feminicidios como delito y el Ni Una Menos, de las defensoras del territorio y los recursos a las voces contra el acoso y la violencia sexual que culminan en una performance –Un violador en tu camino- que recorre el mundo.
«Muchas veces tendemos a pensar que lo que ocurre en Estados Unidos o en Europa es lo detonante, pero creo que para entender la revuelta feminista que estamos viviendo hay que situar su origen en los países del sur. Esto nos coloca en una perspectiva muy distinta: se trata de un feminismo de clase, que habla de antirracismo, de anticapitalismo. Es un feminismo que retoma la mirada de las mujeres de las clases más populares. Mujeres que sufren violencia en territorios realmente peligrosos. El ‘#MeToo’ es una parte más de todo esto, no la causa», explicaba la activista feminista y filósofa Silvia Gil.
América Latina tiene seis de los ocho países del mundo donde el aborto está totalmente prohibido. La lucha por los derechos sexuales y reproductivos tiene hoy un símbolo que Argentina exportó al mundo: el pañuelo verde. «Hay razones geopolíticas detrás de esto: son los países del tercer mundo que tenemos mano de obra barata donde más restringidos están los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y donde las consecuencias de la maternidad forzada implican ampliar la miseria, las desigualdades económicas y todas las brechas que hay para las mujeres. Así que no es de todo inocente que acá tengamos ese problema con el aborto, que también tiene repercusiones económicas, porque esas restricciones ayudan a que haya mano de obra barata que sostienen a su vez a los países imperialistas», analiza la periodista feminista Catalina Ruiz Navarro.
Después de las movilizaciones masivas de las feministas argentinas y de que el proyecto para legalizar el aborto estuviera a punto de ser aprobado en 2018, este domingo pasado el presidente, Alberto Fernández, anunciaba que el proyecto de ley volverá al Congreso en solo unos días. Es posible que el lema popular ‘Será ley’ se cumpla este mismo 2020. El proyecto debatido en 2018 tenía como referencia la ley uruguaya que se aprobó en 2013 y que convirtió a Uruguay en el primer país sudamericano en legalizar el aborto.
La batalla por el aborto ha movilizado al feminismo en muchos otros países del continente. En El Salvador y en México varios casos de mujeres encarceladas después de haber sufrido abortos espontáneos se han convertido en emblemas de una lucha que sigue sin solución. En Colombia se ha gestado otra de las batallas del feminismo por los derechos reproductivos: a través de estrategias legales han conseguido que la causa de salud mental pueda amparar, en la práctica, los abortos, aunque la Corte Constitucional ha rechazado avanzar hacia la completa despenalización.
«Es una estrategia legal espectacular porque todo embarazo no deseado va a afectar a tu salud mental y eso en la práctica supone una legalización y un avance», apunta Ruiz Navarro. El pañuelo verde, explica, se ha convertido en un símbolo para toda la región, pero también afuera. «Ha sido una señal potente para reconocernos y para crear una comunidad. Son movilizaciones muy innovadoras y que se mantienen a lo largo de muchos años, movilizaciones populares masivas de toma de calles y de creación de símbolos «.
FEMINICIDIOS
Si retrocedemos en el tiempo, la movilización contra los asesinatos de mujeres supuso también un punto de inflexión. Primero fue Ciudad Juárez, las cruces rosas y las mujeres organizadas para buscar y pedir justicia para sus hijas. Pero también el feminismo en Guatemala señalando la complicidad del estado en los asesinatos de mujeres. De todo ese movimiento nace, además, un término -feminicidio-, que si bien no ha conseguido combatir la impunidad sí ha servido para conceptualizar este tipo de violencia y sacarla a la conversación pública. Las aportaciones de la mexicana Marcela Lagarde o de la argentina Rita Segato son referente internacional.
El ‘Ni Una Menos’ de Argentina retomó en 2015 la batalla pública contra la violencia hacia las mujeres. La presidenta de la Asociación de Mujeres de Guatemala, Adilia de las Mercedes, señala que la repercusión que estos fenómenos han tenido aquí ha sido desigual. Su crítica apunta a que tendemos a reconocer y reforzar más las luchas de mujeres que se parecen a nosotras: blancas y con causas que nos es fácil identificar.
De las Mercedes menciona, por ejemplo, otra de las grandes causas del feminismo latinoamericano y con menos eco, la lucha por la defensa del territorio y contra la explotación de recursos. El asesinato de la activista hondureña Berta Cáceres en 2016 es uno de los casos que más repercusión han obtenido, pero muchas otras mujeres ejercen su activismo en la región bajo graves amenazas.
El auge feminista convive con la llegada de la extrema derecha a muchos gobiernos y con su alianza con los grupos evangélicos. La feminista brasileña Manuela D’Avila, que fue candidata a vicepresidenta por el Partido Comunista de Brasil, cree que machismo y extrema derecha están estrechamente ligados. «Necesitan un discurso moral para sostener las salidas económicas que proponen. La crisis también supone una crisis de la masculinidad, millones de hombres sin trabajo y sin poder cumplir con la masculinidad tradicional. Esos hombres se encuentran con mujeres cada vez más libres. ¿Es posible imaginar un bolsonarismo diferenciado del machismo en Brasil? Creo que no», diagnostica.
D’Avila menciona los vínculos que han hecho que el feminismo tienda puentes de un continente a otro: «Vivimos un momento común que tiene que ver con las salidas que ofrecemos a la crisis y ahí coinciden los movimientos de mujeres contra las políticas que nos excluyen». Las huelgas feministas han sido, de alguna manera, una respuesta en ese sentido y una apuesta por poner en el centro una reivindicación laboral, pero también de cuidados y consumo. Este año, no hay convocada huelga estatal en España pero sí en otros países, como México, que se suma al paro el día 9 como protesta contra los feminicidios. Allí, las movilizaciones feministas contra una violencia especialmente virulenta han cobrado fuerza de nuevo en las últimas semanas, con marchas, concentraciones frente a periódicos que publican imágenes escabrosas o acciones en monumentos.