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Durante la primera temporada los únicos personajes relacionados con el Imperio de Nilfgaard son Fringilla Vigo, una hechicera entrenada en Aretuza; y Cahir, quien necesita a Ciri para procrear un hijo que tenga sus poderes.
Madrid, 12 de enero (EuropaPress).- Aunque la primera temporada de The Witcher ha presentado de forma clara al enemigo principal del Continente, poco se sabe del Imperio de Nilfgaard, una nación invasora y agresiva que aparece por primera vez en el piloto de la serie destruyendo el reino de Cintra. Está claro que los nilfgaardianos son los principales antagonistas a los que tiene que enfrentarse Geralt, pero, ¿cuáles son sus verdaderas intenciones?
Durante la primera temporada de la serie, los únicos personajes relacionados con Nilfgaard que se han presentado son Fringilla Vigo y Cahir. La primera, hechicera entrenada en Aretuza y conocida de Yennefer, sirve a la nación en sus ansias por expandirse, mientras que el segundo es un oficial del ejército que persigue a Ciri a toda costa.
Con ambos, The Witcher ha apuntado hacia dónde podrían dirigirse los intereses verdaderos de Nilfgaard, aunque aún no se hayan concretado. Según lo visto hasta el momento, la nación persigue la continua expansión en aras de una suerte de salvación fundada en cierto fundamentalismo religioso en torno a la Llama Blanca, también con frases proféticas como «El tiempo de la espada y el hacha está cerca», al más puro estilo de Melisandre en Game of Thrones.
En el caso de que la serie continúe la senda marcada por los libros de Andrzej Sapkowski, parece que las motivaciones de Nilfgaard aún están lejos de las planteadas en la saga literaria. Por lo que, si este autoritario y militarista estado no es una nación de fanatismo religioso que quiere extender su devoción por el resto del Continente, ¿cuál es la verdadera razón del imperio para luchar?
A ello responde, en primer lugar, el libro La sangre de los elfos, en el que se expone que los nilfgaardianos no están locos, sino que siguen una antigua profecía que llevaría a un evento cataclísmico: la Escarcha Blanca. De hecho, las continuas referencias al tiempo de la espada y el hacha son líneas sacadas directamente de esta profecía, que explica la desesperación de Nilfgaard por atrapar a Ciri y conseguir la Llama Blanca.
Las novelas describen al Imperio como una poderosa fuerza con varias docenas de provincias entre sus territorios, por lo que parecería lógica la necesidad de su emperador de hacer guerras continuamente para mantener su poder. Esto es: si Nilfgaard perdiera riqueza o estabilidad, los habitantes se sublevarían contra el monarca.
FRENTE AL RACISMO DE LOS REINOS DEL NORTE
Otra diferencia fundamental de Nilfgaard con los Reinos del Norte es que, mientras éstos últimos repudian a los seres que no son humanos y están relegados al Brokilón, el Imperio acoge a cualquier persona sin ningún tipo de conflicto: elfos, enanos o dríades son más que bienvenidos a las tierras nilfgaardianas, frente a la marcada xenofobia que demuestran reinos como Cintra, reflejada de forma más que cristalina en el odio de la Reina Calanthe al prometido de su hija Pavetta.
Por lo tanto, este presunto fanatismo religioso que apenas se desarrolla en la primera temporada de la serie parece lejano a la realidad de Nilfgaard. Y la Llama Blanca, continua alusión de personajes como Fringilla o Cahir, es en realidad una referencia al actual emperador de Nilfgaard: Emhyr van Emeris.
Para evitar una conspiración contra su trono, el emperador exhumó a sus enemigos caídos, usando sus lápidas en su salón del trono, un acto que le valió el sobrenombre de La Llama Blanca que baila sobre las tumbas de sus enemigos. De esta manera: la simple mención de La Llama Blanca no es ninguna alusión religiosa, sino la expresión del poder del emperador nilfgaardiano.
La desesperada búsqueda de Ciri sí que alude a la profecía anteriormente citada, tal y como se revela en la novela La dama del lago. Es en este libro donde se explica que el emperador Emhyr necesita a la joven princesa de Cintra para que ésta alumbre a su hijo, de manera que éste pueda heredar la Sangre Antigua -el poder mágico de Ciri- y gobierne el continente.