Tomás Calvillo Unna
01/01/2020 - 12:05 am
La poesía como exigencia de la vida
Ante el poder que banaliza la pronunciación de la propia vida, la palabra en su andar poético se recupera a sí misma
Ante una cultura de la muerte que convierte al crimen y la impunidad en normalidad cotidiana, la palabra que encarna, se yergue como exigencia de la propia conciencia del ser.
Ante el poder que banaliza la pronunciación de la propia vida, la palabra en su andar poético se recupera a sí misma, y se convierte en arma que defiende sin cuartel el sentido de las cosas.
El poema es la piedra angular de la lengua que no se rinde al dogma de la muerte y su imperio de violencia, ambos embozados en la falsedad de una retórica que elude la propia hondura de la existencia, pretendiendo minimizarla. La poesía recupera la certeza de su canto, esa extraña certeza que exige su presencia.
El poema es el territorio donde la mentira no cabe.
La mentira que elude la exigencia del ser y se oculta en sus innumerables máscaras de un poder que divaga en el reino de sus pretensiones.
El ser humano que se rebela a ser clasificado como: “el cero punto uno por ciento menos de muerte que el año pasado”; la estadística que tritura el rostro y el corazón, y despoja a la propia lengua de su razón; el lenguaje convertido en fábrica del crimen.
El poder ciego incrementa las cifras de la ignominia, y hace de la locura un hábito del orden perdido en su propio laberinto. Es el juego perverso de los números y los símbolos que terminan devorando la luz en las tinieblas del fanatismo.
La poesía, ciertamente, germina en un territorio ajeno al poderoso, de ahí su naturaleza libertaria y su vocación profética que suele desnudar al rey en turno.
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