Alejandro Calvillo
01/10/2019 - 12:04 am
ConMéxico o ContraMéxico
Si México se convirtió en el mayor consumidor de alimentos y bebidas ultraprocesados -de comida chatarra y refrescos- en América Latina se debió, en gran medida, al poder que tienen estas corporaciones para interferir en la política, desde la condonación de impuestos, el otorgamiento/regalo para explotar fuentes importantes de abastecimiento de agua y, principalmente, el poder para diseñar o interferir las propias políticas de salud pública. Así lo han hecho en el pasado y pretenden hacerlo ahora con la propuesta del etiquetado frontal de advertencia.
Un anuncio de nuevas inversiones millonarias en México por parte de Coca Cola, de FEMSA, de Pepsico, ¿son buenas noticias?, ¿en verdad?
Puede ser que esas inversiones propaguen más el consumo de alimentos y bebidas no saludables entre la población, que signifiquen una penetración mayor de la publicidad de estos productos dirigida a niños, que aumente el poder de estas corporaciones para interferir y capturar, incluso, las políticas de salud pública, como sucedió en el pasado.
Si México se convirtió en el mayor consumidor de alimentos y bebidas ultraprocesados -de comida chatarra y refrescos- en América Latina se debió, en gran medida, al poder que tienen estas corporaciones para interferir en la política, desde la condonación de impuestos, el otorgamiento/regalo para explotar fuentes importantes de abastecimiento de agua y, principalmente, el poder para diseñar o interferir las propias políticas de salud pública. Así lo han hecho en el pasado y pretenden hacerlo ahora con la propuesta del etiquetado frontal de advertencia.
Llegamos a las emergencias epidemiológicas de obesidad y diabetes gracias, en gran medida, al imperio de la comida chatarra y los refrescos en México. Basta hacer el recuento de cómo han intervenido en las políticas de salud pública que podían afectar sus intereses:
– En 2008 combatieron las recomendaciones de la Secretaría de Salud sobre bebidas para la población mexicana, que a través de la Jarra del Buen Beber, complementaba el Plato del Buen Comer. La presión de la industria bloqueó la campaña de difusión masiva de la Jarra del Buen Beber. Decenas de miles de materiales impresos se quedaron sin distribuir. La Jarra del Buen Beber recomendaba no tomar bebidas azucaradas, entre otras medidas. Las recomendaciones para la población mexicana nunca llegaron a la población mexicana
– En 2010 todas las asociaciones empresariales, incluyendo el Consejo Coordinador Empresarial, se pronunciaron contra la propuesta de lineamientos de alimentos y bebidas en escuelas. Los lineamientos se publicaron a consulta y la Comisión Federal de Mejora Regulatoria tomó los criterios de la industria y redujo los lineamientos a una cuestión de solamente reducir la porción de los productos, de esa manera, lograron que por años se mantuviera la minichatarra en las escuelas y, posteriormente, que los lineamientos nunca se aplicaran.
– En 2014, en contubernio con la Secretaría de Salud y la Cofepris de Peña Nieto, ConMéxico logró el establecimiento obligatorio de su etiquetado frontal que la propia industria había introducido en 2010-2011 manteniendo en el engaño y la ignorancia a los consumidores. Cofepris estableció este etiquetado frontal, a pesar de las protestas de la Organización Mundial de la Salud, del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y las organizaciones civiles. La propia Secretaría de Salud dio la orden al INSP de que sus investigadores no dieran declaraciones públicas contra el etiquetado.
– En 2014, la industria en contubernio con Secretaría de Salud y Cofepris, acordó el establecimiento de una regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia en televisión en cines, una regulación que es más una simulación, una regulación raquítica, que se limita a ciertos programas para niños y a ciertos horarios, excluyendo los programas y horarios que más ven los niños. La industria no conforme con lo anterior, logró que la Secretaría de Gobernación modificara el horario de televisión para los programas clasificados para adolescentes con el fin de poderse proyectar desde las 4 de la tarde y no ya desde las 8 de la noche. Lo anterior abrió el espectro para que la publicidad de chatarra y bebidas azucaradas pudiera publicarse desde más temprano y mantener la exposición a los niños. No importó que con esta medida se expusiera a los niños a programas con mayores imágenes de sexo, violencia y lenguaje no adecuado a su edad.
Ante la evidencia de los logros obtenidos en países latinoamericanos con los etiquetados de advertencia y la postura conjunta de los organismos de Naciones Unidas, de la Secretaría de salud y Cofepris, del compromiso de la Secretaría de Economía, del apoyo de los institutos de salud y de la sociedad civil, recurre a tratar de confundi ahora con el etiquetado frontal. En la última semana, invitaron a una ingeniera en alimentos de Argentina, a la que la industria ha paseado por la región para oponerse a los etiquetados de advertencia. Lo interesantes es que esta persona, que es ingeniera de alimentos, venga a hablar en México sobre nutrición y políticas de salud pública, áreas en las que no tiene ninguna curricula.
ConMéxico pretende confundir a los legisladores y bloquear la iniciativa que se votará en el pleno este 1 de octubre al argumentar que el etiquetado frontal de advertencia no da información integral de un alimento, que no permite comparar, que es engañoso. Mueve, a través de algunos legisladores, una contra iniciativa que lo que busca es dejar todo como está actualmente o, en su caso, promover otro etiquetado favorable a la industria.
El objetivo del etiquetado frontal de advertencia es que el consumidor pueda saber, de manera fácil, entendible y rápida, si un producto tiene altas concentraciones de los llamados nutrimentos críticos (azucares, grasas saturadas, sal-sodio) y calorías, cuyo alto consumo se vincula al incremento del sobrepeso, la obesidad y la diabetes. No pretende dar información integral de un producto, para eso está la tabla nutrimental y la lista de ingredientes al reverso de la etiqueta del producto. Se trata de sellos de advertencia. Argumentar que el etiquetado de advertencia es parcial es tratar de confundir, tratar de ocultar el sentido del propio etiquetado en un país con emergencias epidemiológicas por obesidad y diabetes.
Un argumento recurrente por parte de la industria es que el etiquetado frontal de advertencia no ha logrado combatir la obesidad. El etiquetado en Chile tiene apenas 3 años y una sola medida no podrá combatir una epidemia que afecta a la mayor parte de la población. El etiquetado tiene que venir acompañado de muchas otras regulaciones, pero es fundamental contar con el derecho a la información de los consumidores. Las evaluaciones realizadas en Chile dan resultados positivos que no se han registrado en ningún otro país en la caída del consumo de alimentos altos en ingredientes críticos.
En tan sólo tres años el etiquetado de advertencia de Chile logró reducir en 14 por ciento la compra de cereales azucarados para el desayuno, en 25 por ciento de la compra de bebidas azucaradas, el 17 por ciento menos en la compra de postres envasados y una reducción de un 25 por ciento de azúcares en las categorías de alimentos que evaluó el Ministerio de Salud de Chile en el reporte reciente de julio de 2019. Esto es lo que no quiere la industria y para ello, utiliza cualquier argumento y recurre a cualquier estrategia.
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