Activistas mayas denunciaron que en la península se han talado miles de hectáreas de árboles para instalar parques eólicos; las granjas de hasta 50 mil puercos canalizan la suciedad a sus cenotes sagrados; los menonitas han convertido en desierto a sus selvas altas y silenciado a sus aves para la siembra de soya transgénica con maquinaria; y el turismo verde que busca cenotes y sitios arqueológicos los ha expulsado de su propia tierra.
Ciudad de México, 5 julio (SinEmbargo).- Activistas mayas de Yucatán y Quintana Roo aseguraron que el Tren Maya, proyecto de infraestructura del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se suma al cúmulo de megaproyectos «impuestos» del sector inmobiliario, turístico, agroindustrial y energético que han despojado del territorio e identidad a los pueblos originarios de la Península.
Además de la consulta ciudadana «simulada» para instalarlo, acusaron que Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) ha «presionado» a los pobladores para que vendan sus tierras y ha «manipulado» en fiestas comunitarias sobre la idea del «tren que nos une».
Sergio Madrid, miembro del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), dijo que «hay un enorme malestar» y división en la región por la presión de Fonatur para comprar sus tierras tanto para las vías como para los desarrollos turísticos.
«Es un proyecto de bienes raíces y especulación», expuso durante la presentación de una herramienta cartografía de Geocomunes que permite observar el avance y daño de estas «inversiones violentas» a ecosistemas de la zona.
La activista maya de Quintana Roo, Wilma Esquivel, compartió que Fonatur organiza festividades comunitarias para convencer y dar la impresión de que se escucha a los directamente afectados.
«Hay una lavada de coco muy grande y nos confronta», afirmó.
«PRIMERO LAS EMPRESAS Y NO LOS POBRES»
El maya Ángel Sulub de Quintana Roo sentenció que el Tren Maya «viene a coronar esa serie de despojos a la Península de Yucatán».
Sulub cuestionó cómo las comunidades de Quintana Roo pasaron a depender económicamente del turismo luego de que su actividad en las milpas fue desplazada por la política de acumulación de riquezas para empresas ajenas a su cultura maya.
Pedro Uc, maya de Yucatán, expuso que en la península se han talado miles de hectáreas de árboles para instalar parques eólicos; las granjas de hasta 50 mil puercos canalizan la suciedad a sus cenotes sagrados; los menonitas han convertido en desierto a sus selvas altas y silenciado a sus aves para la siembra de soya transgénica con maquinaria; y el turismo verde que busca cenotes y sitios arqueológicos los ha expulsado de su propia tierra.
«En julio de 2018 pensamos que esto iba a mejorar y resulta que inesperadamente nos llega la noticia de un Tren Maya para terminar de chingar», dijo Uc. «Son primero las empresas y no los pobres ni indígenas», recriminó con relación al lema gubernamental.
«Nunca solicitamos un tren. Nos viene a golpear porque también se va contra los animales y siembra división entre la gente», agregó.
En línea con los otros activistas mayas, Wilma Esquivel de Quintana Roo enfatizó la grandeza de la tierra capturada por la idea externa de acumulación de riqueza que los ha orillado a pasar de ser dueños a ser empleados de hoteles o restaurantes.
«Vemos todo sagrado, un árbol, una planta, el vínculo al tomarla, porque lo es», afirmó.
«Somos mayas y conservamos nuestras tradiciones. No podemos permitir que acaben con nosotros».