En el sur se juega el destino del país.
El gobierno está caminado en un pantano.
En las montañas las autonomías resisten,
sus palabras están cargadas de horizonte,
no se pueden silenciar; hay que escuchar,
escucharnos; es necesario para no perdernos.
Ahí están los Pueblos Indígenas,
nunca se rinden, qué mejor enseñanza.
Que poca…
Nosotros crecimos sin esperar la lluvia,
alejados ya de la tierra, ajenos…
No estudiamos sus ciclos,
no escuchamos nunca su respiración.
No platicamos con ella,
solo estaba ahí para que abusáramos
de sus entrañas, en lo más profundo.
Nosotros no comprendimos el significado de esa pérdida,
De ese vacío.
Crecimos ignorando y minimizando el entorno.
Hemos perdido el significado de los árboles,
de las montañas, de los ríos, de las nubes:
estancias de frescura, asideros de los cielos,
mamparas de sabiduría, fértil imaginación
de los vientos.
Nosotros pasamos muchas horas entre 4 paredes,
años encerrados en los llamados salones de clase,
buscando descifrar los rumbos de cada uno;
aprendiendo a convertimos en el Homos Asfaltus.
Somos la especie de los cretinos, que le vamos hacer.
Las señales se acomodan a nuestra ambición irredenta.
Entre nosotros desfalcamos la Creación,
por eso asesinamos desde hace siglos,
a nombre de nuestros dioses.
Hoy,
ya no los necesitamos,
con nosotros basta para dar la puntilla final;
el beso en la mejilla del tiempo
pretendiendo silenciar su crujir;
dolorosa ignorancia…
El hastío como estado de ánimo,
es nuestro logro y herencia.
La libertad de la disciplina
Todo inicio es un retorno, una certeza que perdura,
de ahí su épica íntima que nos convoca a no ceder
a pesar del desaliento que estremece nuestros corazones
Está en nosotros esta puesta en escena
que determina el despliegue de los afectos,
la entrañable ternura que sostiene el vínculo
con lo más apreciado : la presencia del otro,
la sorpresa de su definición;
la palabra que convoca y reúne y deja ascender
y descender en las montañas nómadas que habitamos;
esa fe adherida a la química de la misma especie,
al momento en que el fuego diseña
los anillos de la conciencia;
ahí las dudas permiten
esquivar ilusiones y sueños,
son los ángulos que toman medidas
y advierten de la sagaz presencia de lo extraño,
lo inesperado, lo equivocadamente llamado nuevo.
Asiduos coloquios de la amistad
entre el cielo y la tierra,
entre el hombre y la mujer,
en el trote de los caballos que se aproximan,
en el ritmo certero de los encuentros ;
sabia germinación de los poderes,
el respeto de los caminos elegidos.
Es un acertijo, no un ardid,
la disposición interna:
esa indiferencia del infinito
que nos cuestiona;
la soledad necesaria para aceptar
el hondo silencio
que llevamos dentro.
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