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David Ordaz Bulos

09/06/2019 - 12:01 am

Las redes del (necro)empoderamiento

¿Y la Cheyenne apá?, dice el comercial de Dodge, es parte del bombardeo hiperconsumista del que alimenta el imaginario endriago que produce seres distópicos que perdieron la brújula hacia cualquier cambio social, están al margen de la ley, encarnan la ingobernabilidad y la barbarie (sicarios, paramilitares, políticos).

hiperculturalidad Que Corre Al Ritmo Hiperconsumo Ensalzado Por Gramática Del Empoderamiento Individual Y Colectivo Que En El Caso De México Ha Llegado Al Grado De Ser Un Necroempoderamiento Diego Simón Sánchez Cuartoscuro

«El infierno no es la espiral interminable del consumo, es el subconsumo de las poblaciones frágiles que viven en el seno de la sociedad de hiperconsumo».

Lipovetsky

1. El mosaico de lo absurdo

Año 2005: la fotografía de un globo terráqueo metido dentro una caja de cartón, inspirada por nuestros miedos a la globalización, fue el flyer que entre varios armamos para un simposium universitario sobre psicología y globalización. Se trató de uno de los pocos eventos interesantes que en aquel entonces permitieron las cavernícolas autoridades de la universidad, que ahora andan acalambradas por órdenes de aprehensión en su contra.

Unos años antes, en el 2001, el escritor Alessandro Baricco había publicado el ensayo: Next, sobre la globalización y el mundo que viene. En él, intentaba desmontar los mitos de la globalización al verla como una elección a ciegas, una hipótesis que el mundo compró muy fácil a través de falsos ejemplos asumidos como realidades totales: monjes tibetanos navegando por internet o Coca-colas en todas las mesas del planeta durante el desayuno.

Y es que para Baricco, la globalización, más que un mundo dentro de una oscura caja de cartón, es un mosaico de lo absurdo –poblado por unicornios de colores– que no tiene marcha atrás. Hay que aceptarlo como el sueño de ejecutivos grises que debe ser desbloqueado y soñado por la humanidad entera. ¿Existe una globalización mala y una globalización buena?

2. Un universo mosaico

Otro ensayo de esa época es: Hiperculturalidad, de Byung Chul Han, donde el filósofo vislumbró el nacimiento de un universo mosaico habitado por una sociedad collage, resultado de la transformación de las estructuras culturales de la modernidad que eran como árboles, con raíces y ramas orientadas por el tiempo lineal y dieron forma, por ejemplo, a los Estados – Nación.

Dichas estructuras cambiaron hacia formas rizomáticas, como corales y tubérculos con tallos subterráneos, redes sin centros fijos. En ellas, dice Han, se superponen tiempos y contenidos culturales: “la excrecencia o dispersión rizomáticas reflejan ese hiper (hiperculturalidad), que no puede ser comprendido ni por el inter (interculturalidad), ni por el trans (transculturalidad)”.

¿Qué ocurrió con el Estado Nación en ese cambio de formas culturales? Quizás, el caso del huachicol en México sea un buen ejemplo sobre cómo el robo de un bien público como la gasolina creció, al menos durante los dos últimos sexenios presidenciales (2006 – 2018), como parte de una red criminal conectada con la red del Estado de derecho. Un Estado paralelo como desplante de lo oficial, un cruce entre entramados legales y ilegales.

3. El estallido del Estado Nación y los necroempoderamientos

En su libro: Capitalismo Gore. Control económico, violencia y narcopoder, la investigadora Sayak Valencia habla del estallido del Estado – Nación y su transmutación hacia el Estado-Mercado y al Narco-Estado, donde el monopolio de la violencia fue subastado. El estallido del Estado Nación se conecta con la hiperculturalidad, pues las tecnologías de gobierno han trascendido el límite de las burocracias estatales: dispositivos de vigilancia y espionaje, censos y mapas, realizados por actores privados.

Hiperculturalidad que corre al ritmo hiperconsumo, ensalzado por gramática del empoderamiento individual y colectivo, que en el caso de México, ha llegado al grado de ser un necroempoderamiento. De acuerdo con Valencia, en él participan los sujetos endriagos, un término que viene de la figura del monstruo de la obra Amadis de Gaula de la mitología ibérica del siglo XIV: un ser peludo, con conchas en la piel, alas de demonio, patas de león y fuego en el hocico. Quizás el Endriago es un hijo bastardo del Leviatán.

¿Y la Cheyenne apá?, dice el comercial de Chevrolet, es parte del bombardeo hiperconsumista del que alimenta el imaginario endriago que produce seres distópicos que perdieron la brújula hacia cualquier cambio social, están al margen de la ley, encarnan la ingobernabilidad y la barbarie (sicarios, paramilitares, políticos). Y como dice Valencia: “detentan –fuera de las lógicas humanista racional, pero dentro de las racionalistas mercantiles– el poder sobre el cuerpo individual y sobre el cuerpo de la población creando un poder paralelo al Estado sin suscribirse plenamente a él, al mismo tiempo que le disputan el poder por oprimir”.

El Capitalismo Gore de Sayak Valencia, es una de las obras clave para entender a la necropolítica situada en el contexto mexicano. Necropolítica entendida como la transnacionalización del “ser negro” construido por occidente, como la tendencia a dejar morir a las poblaciones. Una noción que es parte de la constelación de pensamiento creada por el filósofo camerunés Achille Mbembe para mirar al mundo postcolonial y sus brutalidades.

En el mosaico de lo absurdo de la globalización, se borran los viejos códigos y aparecen nuevos, caen viejos sincretismos que servían para dar cohesión y surgen nuevos que replantean las relaciones con la muerte y entre las personas.

@David_Orb

David Ordaz Bulos
Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Psicólogo Social por la Universidad Autónoma de Hidalgo y Coordinador de Grupos con Técnicas Psicodramáticas por la Escuela Mexicana de Psicodrama y Sociometría. Twitter: @David_Orb / @institutomora
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