Rubén Martín
02/06/2019 - 12:04 am
Tras Lozoya, sigue Peña Nieto
Y si se atrapa a Lozoya, con las sólidas evidencias en su contra, todo indica que Peña Nieto también caerá implicado. Al menos que López Obrador haya pactado la impunidad de su antecesor.
Emilio Lozoya Austin, está cercado. Al ex director de Petróleos Mexicanos (FGR) lo sigue la Fiscalía General de la República (FGR) y a través de pedido expreso, lo sigue la Interpol, la Unidad de Inteligencia Financiera congeló sus cuentas y las de su hermana, y la Secretaría de la Función Pública (SFF) lo inhabilitó diez años para ejercer cualquier cargo público.
Las acusaciones contra el ex integrante del equipo de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto en 2012 son varias y son sólidas. Buena parte de las pruebas de presuntos actos de corrupción con las que la FGR integra la carpeta de investigación en contra de Emilio Lozoya fueron anticipadas por colegas periodistas como Raúl Olmos en Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), y Alejandra Xanic e Ignacio Rodríguez Reyna (Quinto Elemento Lab), desde al menos dos años atrás.
Por ellos sabemos que Emilio Lozoya estableció vínculos con el director de Odebrecht en México Luis Alberto de Meneses Weyll y que gracias a ello la empresa brasileña ganó contratos que luego fueron recompensados en cuentas offshore de Lozoya, por al menos 10 millones de dólares (mdd); por los reportajes de precisión de los periodistas citados sabemos que la empresa del empresario Alonso Ancira, Altos Hornos de México (AHMSA) depositó 3.7 mdd en Grangemouth Trading Company, una firma offshore de Odebrecht según ha demostrado la fiscalía brasileña en el juicio que le sigue a la constructora que pagó sobornos a presidentes y altos funcionarios de doce países. Por ellos sabemos que justo el día que Peña Nieto asumió la Presidencia, Emilio Lozoya compró una casa en 38 millones de pesos en Lomas de Bezares, pagados en efectivo de una cuenta de un banco suizo.
No son los únicos casos de presuntas tramas corruptas en las que está envuelto el ex director de Pemex. Emilio Lozoya sabe que está cercado. Con la cantidad (y calidad) de pruebas que se han acumulado en su contra, parece difícil no sólo que escape de ir a juicio, sino que además no caigan otros involucrados en esta trama de corrupción.
Porque, como bien han descrito los investigadores brasileños de la operación Lava Jato: la corrupción en Brasil era un mecanismo perfectamente orgánico al sistema político y económico de la nación.
Eso es lo que retrataron con maestría los realizadores de la serie El mecanismo, la producción de Netflix Brasil del director José Padilha (Tropas de élite, Narcos) cuya primera temporada salió en marzo de 2018 y la segunda el pasado mes de mayo. Esta serie revela la trama de corrupción que existe entre Gobierno y empresas públicas, contratistas corruptos, financiamiento ilegal de campañas y enriquecimiento permanente de políticos y empresarios, todo a costa del dinero que paga el pueblo.
Marco Ruffo, el policía federal que es actor principal de la trama, en un magistral diálogo le confiesa a su esposa que después de años de investigación entendió el núcleo que hace funcionar el sistema: “El mecanismo está en todo. ¿Me entiendes? En todo (…) En lo macro y en lo micro. Se trata de un patrón. El poder económico y los funcionarios públicos actúan juntos. Los políticos nombran a los directores, quienes eligen las obras, siempre a los mismos contratistas. Estos cobran de más por el proyecto y devuelven parte del presupuesto a los políticos y los directores en forma de soborno. El sistema se perpetúa a sí mismo (…) No existe ideología. No existe la izquierda o la derecha. Quien gobierna tiene qué mantener las cosas funcionando, es el patrón. Y fue lo que eligió a todos los presidentes hasta hoy (…)”.
Volviendo a Lozoya, es decir a El Mecanismo en México, las pruebas en su contra son abrumadoras. Sólo así se entiende la declaración de su abogado Javier Coello Trejo, el pasado jueves cuando dijo: “Citaría hasta al Presidente Peña Nieto para que declare, porque no se movía una hoja si no era por instrucciones del Presidente. (…) Lo único que sí sé es que muchas operaciones se hicieron con la conciencia y convicción de que el Presidente las ordenó”, dijo.
Más que una declaratoria de inocencia de su cliente, parece una confesión de parte.
Uno puede leer entre líneas el desesperado mensaje que Emilio Lozoya está enviando a Peña Nieto: “si yo caigo, tú caes conmigo”.
Y si se atrapa a Lozoya, con las sólidas evidencias en su contra, todo indica que Peña Nieto también caerá implicado. Al menos que López Obrador haya pactado la impunidad de su antecesor. Si así fuera, sería el principio del fin del Gobierno de la Cuarta Transformación que ha dicho que su misión principal es limpiar la corrupción en el país.
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