Diego Petersen Farah
24/05/2019 - 12:02 am
El hampa del periodismo
Calificar de “hampa” al periodismo, ya no al opositor sino a todo aquel que simplemente publica datos que no le gustan, es subir el tono de una ya de por sí tensa y desigual relación.
La prensa fifi cambió de categoría. Ahora ya no solo es conservadora (cuyo sinónimo es hipócrita) sino delincuencial. El nuevo epíteto con el que el Presidente se refirió a la prensa fue “el hampa del periodismo”. El contexto es importante. López Obrador reaccionó así a una nota que habla de los despidos en el sector salud lo que calificó de falso: “No sé está despidiendo a nadie, es propaganda, es para afectarnos, ya ven cómo es el hampa del periodismo”.
Una vez más el Presidente no contestó con datos sino con adjetivos a la información que le es incómoda o simplemente no le gusta. Calificar de “hampa” al periodismo, ya no al opositor sino a todo aquel que simplemente publica datos que no le gustan, es subir el tono de una ya de por sí tensa y desigual relación.
El problema por supuesto no es la ocurrencia sino lo que ello implica. La violencia verbal desatada desde las redes tiene en las mañaneras su epicentro. El trabajo orquestado en redes, de ambos bandos, puede resultar molesto y por momentos en exceso agresivo, pero mientras no se gaste dinero público en ello es un asunto entre particulares. Sin embargo, que el Presidente use la tribuna de Palacio para acusar de hampones a los medios que publican algo que no le gusta no solo magnifica el encono en redes sociales, sino que implica un uso la investidura presidencial para generar violencia verbal.
El derecho de réplica de los funcionarios públicos no es derecho al insulto. El Presidente tiene el derecho y la obligación de contestar con datos los señalamientos. Datos que, por cierto, deben tener un sustento. La respuesta de machote que hoy tiene el Gobierno de la república a las solicitudes de información en la que señalan que el hecho de que el Presidente haga una declaración no implica que ésta tenga un soporte documental o que se trate de una política pública, es una buena ocurrencia para sacarse de encima un problema, pero no puede ser la política de información.
¿Hasta dónde le rendirá al Presidente enfrentarse con la prensa? Está claro que mientras tenga altos niveles de aceptación social puede darse el lujo de gobernar usando a la prensa como esparrin, como ese símbolo del pasado detestable que quiere cambiar y llenarla de adjetivos. Pero nada hay más veleidoso que la aprobación social. La forma más rápida de pasar de héroe a villano es sentarse en la silla presidencial. La construcción de un mejor país y una mejor democracia pasa en gran medida por la capacidad de discusión que tengamos en los medios de comunicación, que los ciudadanos podamos disentir y cuestionar a las autoridades con seriedad y profesionalismo. El insulto, el adjetivo jocoso, la ocurrencia no son ni información ni derecho de réplica.
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