Kushner Inc, el nuevo libro de la periodista de investigación Vicky Ward, revela las conversaciones secretas entre el ex Canciller mexicano Luis Videgaray Caso y Jared Kushner, asesor y yerno de Donald Trump, a lo largo de tres años.
El texto exhibe cómo Videgaray ayudó al yerno del Presidente de Estados Unidos a violar protocolos. La periodista Dolia Estévez, autora de este texto, además detalla que el entonces titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores viajó 29 veces a Washington, la mayoría en aviones de la Semar y el Estado Mayor Presidencial.
Washington, D.C., 21 de marzo (SinEmbargo).– Kushner Inc., el explosivo nuevo libro de Vicky Ward, periodista de investigación de larga trayectoria, revela conversaciones inéditas y tramas secretas entre el ex Canciller Luis Videgaray y Jared Kushner, asesor senior y yerno de Donald Trump, a lo largo de tres años. Con detalles y citas textuales, producto de más de doscientas entrevistas, el libro exhibe las mentiras en torno a uno de los sucesos más polémicos del sexenio de Enrique Peña Nieto: la invitación de Donald Trump a Los Pinos en plena campaña electoral de Estados Unidos en 2016.
El viaje a México, que puso nervioso a Trump por temor a un posible atentado, lo planeó Videgaray en «conversaciones secretas» con Kushner, dice Ward. Sin embargo, ante la indignación del gobierno de Barack Obama y de la entonces candidata presidencial demócrata Hillary Clinton, Videgaray trató de ocultar su favoritismo por el republicano ante la Embajada de Estados Unidos en México alegando que se habían girado invitaciones simultáneas y paralelas a ambos candidatos, pero que sólo Trump había aceptado.
De acuerdo con Kushner Inc., Avaricia. Ambición. Corrupción. La extraordinaria historia de Jared Kushner e Ivanka Trump, la idea del viaje surgió de una conversación entre Kushner y Steve Bannon, el estratega e ideólogo de la campaña de Trump en el verano de 2016.
«Hacia finales de agosto –dice la autora–, Kushner pidió a Bannon reunirse con él e Ivanka en el Club de Golf Nacional Trump en Bedminster [Nueva Jersey] el viernes. Bannon llegó para encontrarse una escena bucólica: Ivanka y Kushner jugando con los niños. Kushner se separó para hablar. ‘¿Qué piensas de ir a México?’, Kushner preguntó: ‘Joder, me encanta [I fucking love it]’. Bannon respondió. ‘Tenemos que quitarle el micrófono a los conductores de noticias. Tenemos que ponerlo en grandes escenarios donde se vea presidenciable'».
Bannon preguntó a Kushner si tenía a «alguien allá», es decir en México. «Se vería mal si simplemente nos presentamos», apuntó. Kushner le confió que tenía «conversaciones secretas» con Videgaray, entonces Secretario de Hacienda, «a quien había estado cultivando como un aliado» en relación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En conferencia telefónica, Kushner, Bannon y Videgaray acordaron que el viaje a México, sería el 31 de agosto de 2016. «El plan era que Trump se reuniera con el Presidente mexicano Enrique Peña Nieto y que los dos tuvieran una amigable conferencia de prensa en la que se discutiera la importancia de la alianza EU-México y se calmaran las tensiones creadas por la constante verborrea de Trump de ‘construir un muro’ y hacer que México pague por él. Prometieron que no se dirían ni una palabra sobre cómo se pagaría por el muro desde el estrado en este viaje», dice Ward.
A Trump le gustó la idea del viaje, pero se puso nervioso. «No voy a trasladarme en automóvil del aeropuerto (en la Ciudad de México)», dijo, «temiendo por su seguridad». Se sugirió que se desplazara en helicóptero. «Cualquiera puede derribar un helicóptero», replicó Trump. El avión privado de Trump, con su enorme logo, fue descartado pues era un blanco obvio. Pidieron prestado el avión del multimillonario de Las Vegas Phil Ruffin, que tenía menos cupo que el de Trump, así que Bannon ofreció quedarse. El gobierno mexicano mandó el helicóptero presidencial al aeropuerto a recoger a Trump «para que pudiera sentirse seguro».
Mientras, en Estados Unidos, Bannon vio por televisión la conferencia de prensa con «enorme satisfacción». Trump «caminó en el estrado acompañado de Peña Nieto. A Bannon le fascinó el efecto visual. Trump es mucho más grande que el tipo [Peña Nieto]», pensó, según la autora. Bannon se comunicó con Hope Hicks, portavoz de la campaña. «Esto se ve increíble», Bannon le dijo. Sin embargo, el corresponsal de la ABC Jonathan Karl le preguntó a Trump si México se había comprometido a pagar por el muro. «Trump empezó a responder la pregunta».
Relata Ward: «Bannon llamó a Hicks. ‘¿Qué diablos está pasando?’ Hicks estaba frustrada. ‘No puedo hacerlo parar’, dijo. Kushner se levantó de su silla, aparentemente para suprimir la pregunta. Los reporteros le gritaron, ‘Siéntate’. Trump continuó hablando».
Aunque Ward no lo dice, Trump respondió al periodista que sí había discutido con Peña Nieto el tema del muro, violando así el acuerdo entre Videgaray, Kushner y Bannon. Pero Peña Nieto lo desmintió. «Al inicio de la conversación con Donald Trump dejé claro que México no pagará por el muro», dijo vía Twitter horas después.
MÉXICO ES MÍO
El libro no dedica un capítulo sobre México sino que el tema Videgaray surge en diferentes contextos a lo largo de 293 páginas. En el capítulo sobre «Sto. Rex», Ward habla de la rivalidad entre Rex Tillerson, quien fue Secretario de Estado en 13 meses en el gobierno de Trump, y Kushner.
Tillerson, ex CEO de la petrolera ExxonMobil y quien fue confirmado como Secretario con el menor número de votos en medio siglo, sabía que Kushhner estaba metido en temas de su cartera, pero creyó que una vez asumiera el cargo iba a desistir. No fue así. Kushner le dijo que «retrocediera» y que dejara a México en sus manos «porque iba a tener [la renegociación] del TLCAN terminada para octubre» de 2017. Se concluyó un año después.
El libro narra un incidente inédito que muestra la manera en que Videgaray violó protocolos institucionales para hacerle el juego a la política brincatrancas de Kushner. «Tillerson quedó sorprendido cuando llegó con su esposa a cenar al Café Milano en Georgetown en Washington, D.C. [lugar icónico frecuentado por las élites washingtonianas y la diplomacia internacional] y se encontró que Luis Videgaray comía allí. No sabía que su contraparte mexicana estaba en la ciudad».
Ward explica que el «protocolo normal» dicta que los dos secretarios sean el primer punto de contacto cuando viajan al país del otro. «Tillerson se acercó para saludarlo después de que terminó de comer. «La próxima vez, sí se pone en contacto conmigo», le dijo a Videgaray, quien le explicó que estaba en Washington para ver a Kushner. «Tillerson fue cortes ante el desaire, pero comentó con colegas que [el comportamiento de Videgaray] había sido inapropiado».
La autora cita a un ex alto funcionario de la Casa Blanca que no identifica: «Rex Tillerson creyó que era el Secretario de Estado… no entendió que la maquinaria del caos de Trump y la maquinaria de lealtad de la familia Trump eran más grandes que la Constitución de Estados Unidos».
Ward cuenta que personal de alto nivel de la Casa Blanca creía que Kushner se metía en «todo», por lo que se ganó el epíteto no oficial de «Secretario de Todo». Gary Cohn, el ex banquero de Goldman Sachs quien presentó a Videgaray con Kushner durante la época que compartieron en Wall Street, había sido nombrado director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, por lo que asumió que se haría cargo de los acuerdos comerciales. Sin embargo, no había tomado en cuenta a Kushner.
«Luis Videgaray, quien para entonces era Secretario de Relaciones Exteriores de México, era visto con frecuencia en la oficina de Kushner, y éste decía a todo mundo: ‘Estamos avanzando enormemente con el TLCAN, nos estamos poniendo de acuerdo en todo’. Dos personas que escucharon esto se preguntaron si Kushner sabía que el TLCAN era un acuerdo de varias miles de páginas, cuya renegociación implicaría negociaciones jurídicas con los representantes comerciales de Estados Unidos», escribe Ward.
MÉRITOS INFLADOS
A pesar del optimismo, la «trama» de Kushner sufrió un revés casi inmediato. Kushner y Videgaray planearon un «acercamiento público» entre Trump y Peña Nieto sobre comercio y la propuesta de muro de Trump en la Casa Blanca.
«Una persona recuerda que el plan era que Peña Nieto viniera a Washington, se tuviera una enorme ceremonia en la Casa Blanca, y luego Trump y otros volaran a México donde harían lo mismo. Kushner, dijo esta persona, ‘estaba más absorto en la pompa y circunstancia del decir tenemos un acuerdo que en lo que era el acuerdo’. Tenía mayor interés en los encabezados que en la sustancia de lo que venía».
Pero la «artimaña» de Kushner y Videgaray sobre el muro nunca tuvo posibilidades. «Peña Nieto dijo públicamente que no iba a pagar por el muro. Videgaray estaba en la Casa Blanca cuando Trump tomó represalias tuiteando que ‘Si México no está dispuesto a pagar por el muy necesario muro, entonces será mejor cancelar la inminente reunión'». Kushner se quedó «lívido». La periodista no lo dice, pero Videgaray canceló todas sus citas en Washington y regresó de inmediato a la Ciudad de México en un avión de la Secretaría de Marina en febrero de 2018.
El incidente hizo dudar a Videgaray respecto al verdadero poder de Kushner para controlar a su impredecible suegro. Videgaray conocía bien a Cohn pues trabajaron juntos cuando éste era ejecutivo de Goldman Sachs y él Secretario de Hacienda. «‘Simplemente estoy perdiendo totalmente mi tiempo con Jared, ¿o no?'», Videgaray le preguntó a Cohn. «No sé si estas perdiendo el tiempo, pero no vas a tener un acuerdo comercial terminado».
Hacia el final del libro, Ward minimiza el papel que jugó Kushner en la conclusión de la renegociación del TLCAN2, anunciada en octubre de 2018. A nivel público, tanto Robert Lighthizer, representante Comercial de la Casa Blanca, como Videgaray dan crédito a Kushner por haber hecho que los países llegaran a un acuerdo. «El acuerdo se rompió más de una vez y en cada ocasión, una persona siempre encontró la manera de volver a armarlo: Jared Kushner», dijo Videgaray en agosto pasado.
Pero, sostiene Ward, la verdad es un tanto diferente. Dos personas cercanas al proceso dijeron que Lighthizer «hizo todo el trabajo pesado» en la negociación. «Jared era el compinche de Lighthizer y no tuvo gran cosa que contribuir. Pasó cientos de horas participando en reuniones y haciendo todo lo posible por ayudar», dijo una persona. «Merece crédito parcial». El libro no lo dice, pero ese «crédito parcial» fue suficiente para que Videgaray lo condecorara con el Orden del Águila Azteca en una polémica ceremonia en Buenos Aires a unas horas de concluir el sexenio peñista.
Los protagonistas centrales del libro, que salió a la venta el martes, son Jared e Ivanka, la hija mayor del mandatario, a quienes la autora describe como el «Príncipe y la Princesa» de Estados Unidos. Bajo los auspicios de la Casa Blanca de Trump, ambos han amasado un poder extraordinario que muchos consideran peligroso. La autora disipa el mito que se ha creado de la pareja como personas moderadas y compasivas para retratar a dos individuos infinitamente ambiciosos y ávidos de poder y dinero.
Hasta ahora, nadie ha desafiado la veracidad del libro de Ward, sustentado en 220 entrevistas anónimas y para atribución, y en la asistencia de 70 verificadores de datos profesionales.
CANCILLER ITINERANTE
Luis Videgaray Caso fue el único extranjero en la corte imperial de Jared Kushner; el cortesano del «Príncipe» con derecho de picaporte; el criollo que entraba y salía del despacho de su aliado a unos pasos de la Oficina Oval; el forastero a quien Donald Trump llamaba simplemente «Luis»; el Canciller itinerante que pasó más tiempo en la capital del imperio que cualquiera de sus contrapartes. Con Jared, pactó arreglar todo: muro fronterizo, migración, el tratado comercial y Venezuela; con Jared, se fue por la libre. Convenció a sus interlocutores con un mensaje seguro y conciso: soy el poder detrás del trono. Tenía buen porte. Vestía fino. Impresionó su dominio del inglés y trato afable. Así se operó Videgaray en esta ciudad.
A lo largo de 22 meses en 2017 y 2018, Videgaray viajó a Washington, D.C. 29 veces, habiendo permanecido en la capital estadounidense un total de 70 días. Diez y seis de esos vuelos fueron a bordo de aviones del Estado Mayor Presidencial, seis en aeronaves de la Secretaría de Marina (SEMAR) y el resto en aerolíneas comerciales, de acuerdo con la bitácora de la SRE, obtenida mediante la Plataforma Nacional de Transparencia.
El número de visitas, un récord en la historia de la relación bilateral, representó un gasto de 20,929.39 dólares por concepto de hospedaje, y 24,129.60 dólares en pasajes por los vuelos comerciales (United, Aeroméxico y Luthansa).
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Sin embargo, se desconoce el costo incurrido por concepto de combustible, personal, hospedaje, honorarios, servicio de aterrizaje, uso de hangar (la mayoría aterrizó en el Aeropuerto Internacional Washington-Dulles) y mantenimiento de los 22 viajes en aviones del Estado Mayor Presidencial (EMP) y la Semar.
Tanto la Marina, como la Secretaría de la Defensa Nacional, que presuntamente absorbió al EMP, negaron información sobre los vuelos que documentó la SRE.
«Se le notifica que, el Canciller Luis Videgaray Caso no realizó vuelos en aviones de esta Secretaría de Marina a Washington D.C., en los años 2017 y 2018», sostuvo el Contralmirante Lázaro Cornejo Olivares, jefe de la Unidad de Transparencia. «Después de haber realizado una búsqueda de los archivos de esta Secretaría, no se localizó evidencia documental que dé respuesta a su requerimiento…», secundó el Gral. de Brig. Jorge Ramírez Zúñiga de la Sedena en carta aparte.
La primera visita de Videgaray a esta capital en calidad de Canciller fue el 24 de enero de 2017, cuatro días después de la toma de posesión de Trump. Se reunió con Kushner, el yerno de Trump con quien formó una cofradía que los llevó a dominar el trato bilateral hasta el último día del peñismo. Luego de dos noches en la capital estadounidense, Videgaray regresó el 26 de enero en avión del EMP para darle la buena a Peña Nieto de que había arreglado con Kushner una llamada telefónica con el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La idea era concretar un encuentro presidencial lo antes posible. Pero la conversación, el primer contacto entre ellos desde que Trump visitó Los Pinos como candidato en 2016, fue un desastre. Trump insultó a las Fuerzas Armadas mexicanas, acusándolas de ineptas, y sugirió enviar tropas estadounidenses a México para frenar a los «bad hombres».
Peña Nieto respondió que México no pagaría por el muro. La conversación terminó en choque. Los planes para un primer encuentro presidencial se vinieron abajo.
Videgaray regresó a Washington el 7 de febrero para tratar de limpiar el tiradero que dejó la confrontación telefónica. En lacónico comunicado, la SRE informó que había venido a reunirse con Tillerson y el Secretario de Seguridad Nacional John Kelly para tratar temas considerados «prioritarios».
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El tercer viaje tuvo lugar el 8 y 9 de marzo. El código dicta que los cancilleres del mundo traten con el Secretario de Estado, su contraparte e interlocutor natural. Pero abusando de su derecho de picaporte, Videgaray violó códigos y costumbres y fue directamente a la Casa Blanca a ver a Kushner y a Gary Cohn, asesor económico de Trump.
El vocero de Tillerson dijo no saber nada sobre la visita de Videgaray. El Canciller mexicano se justificó diciendo que volvería a Washington “en dos semanas” para reunirse con su contraparte nominal. En comparación a los casi 30 viajes de Videgaray a Washington, Tillerson estuvo en México dos veces: en febrero de 2017 y de 2018.
El cuarto viaje de Videgary a Washington fue el 4 y 6 de abril de 2017. Videgaray no informó a la prensa sobre su encuentro con Kushner cuando hizo un resumen detallado de sus actividades durante una rueda de prensa en la Embajada de México. Ante la pregunta explícita de esta corresponsal de si había visto a Kushner, dio a conocer la reunión, pero le restó importancia diciendo que había sido “breve”, por la “tarde-noche” del miércoles 4 de abril. ¿Cena? “No, no fue cena. Fue en la Casa Blanca”. Esta vez, dijo, no vio a Cohn.
En 2017, Videgaray viajó a Washington 12 veces. En 2018, con la renegociación de TLCAN, intensificó su peregrinar con 17 viajes. En agosto de 2018, durante la etapa final de la renegociación, hizo cuatro viajes, permaneciendo 20 días en total. A veces le tocaba quedarse los fines de semana.
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Según versiones, fue invitado una decena de veces a la residencia privada de Kushner e Ivanka. Su último viaje como Canciller fue el 11 de noviembre de 2018 cuando comunicó a Kushner la decisión del «Estado Mexicano» de honrarlo con el Orden del Águila Azteca.
Acordaron que la ceremonia de condecoración se celebraría en Buenos Aires, en el marco de la Cumbre del G-20, a la que asistieron Trump y Peña Nieto, y donde también firmaron el TLCAN2, hoy conocido como TMEC. La distinción a Kushner se debe, dijo Videgaray, a sus «significativas contribuciones» durante la renegociación del TMEC y al «papel fundamental» que jugó a lo largo de todo el proceso.