Rubén Martín
10/03/2019 - 12:03 am
Trump resucita la Doctrina Monroe
Ahora en el conflicto venezolano altos funcionarios del Gobierno de Trump, desempolvan el viejo lenguaje de la Doctrina Monroe.
Venezuela atraviesa una grave crisis social derivada del antagonismo y conflicto político interno que se ha convertido, al mismo tiempo, en el principal conflicto de América Latina en los últimos años. Esto es así porque en Venezuela se juegan grandes intereses geopolíticos, no sólo internos. En la escalada del conflicto político venezolano ha jugado un papel protagónico el Gobierno de Estados Unidos desde la Presidencia del republicano George W. Bush, seguida por el demócrata Barak Obama, ambos con políticas intervencionistas que tanto participaron del fallido golpe de Estado de 2002 como de las sanciones comerciales y económicas que han causado un deliberado quebranto a la economía de este país.
Pero el Gobierno actual del derechista y fascista de Donald Trump ha empujado la intervención contra Venezuela a niveles que parecían sepultados en el pasado. Sin pudor alguno altos funcionarios del Gobierno de Trump están desempolvando las tácticas y el lenguaje de la vieja Doctrina Monroe, proclamada unilateralmente hace dos siglos.
La “Doctrina Monroe” se refiere a la proclamación del entonces Presidente de Estados Unidos, James Monroe, quien en un discurso ante el Congreso en 1823 dijo que su país no toleraría intervenciones de las potencias europeas de la Santa Alianza en este continente porque sería considerada como una amenaza para la paz y la seguridad de Estados Unidos. Fue entonces que lanzó la proclama “América para los americanos”. Desde entonces, hace dos siglos, dicha proclama se ha convertido en la doctrina que rige las relaciones exteriores de Estados Unidos para el conjunto de países de América Latina, lo que ellos llaman “Hemisferio Occidental”.
Es una declaración unilateral de un Estado que comenzaba a ejercer ambiciones imperiales, que decretó, por sus cojones, que ninguna nación fuera de América podía intervenir en los asuntos de los países de este continente más que ellos. Así como se lee y suena de aberrante, los gobiernos estadounidenses se guiaron por esta “doctrina” intervencionista.
Pero no pararon en esa justificación. Según Clara Nieto, diplomática y académica colombiana, la “Doctrina Monroe” se fue justificando de diversos modos por otros presidentes de Estados Unidos. Esta “doctrina” imperialista encontró su justificación en nociones ideológicas de los llamados “padres fundadores” que se consideraron así mismos como una nación llamada a extender el dominio territorial, económico y político y así “ampliar el área de la libertad”. Los presidentes Jefferson y Madison concibieron esta expansión como clave de la grandeza de Estados Unidos. El Presidente Jackson imaginó como misión histórica de Estados Unidos extender su autoridad sobre los pueblos “semibárbaros” para llevarles la civilización y las bendiciones de que ellos ya gozan, refiere Clara Nieto.
El Presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) se abrogó el derecho de Estados Unidos a intervenir en asuntos internos de naciones de América Latina y el Caribe cuando se comporten de forma irresponsable o no sean capaces de mantener el orden interno. Es la política del “gran garrote”, nos recuerda Clara Nieto. “Tarde o temprano es inevitable que Estados Unidos proteja y reglamente la vida de las repúblicas del Caribe pues toda expansión de una gran potencia civilizada (…) es el triunfo de la ley, el orden y la justicia”, dijo y en 1903 invadió Panamá y construyó el canal interoceánico; luego el Congreso de Estados Unidos impuso a Cuba la Enmienda Platt lo que le concedió el derecho a intervenir en asuntos internos (Clara Nieto, Los amos de la guerra. Editorial Debate, 2006).
Esta misma “doctrina” de regular y decidir qué tipo de políticas convenían a la sociedad de los países de América Latina, se aplicaron a lo largo del siglo XX con las constantes intervenciones de Estados Unidos, tanto en Guatemala como en Cuba, Chile, Nicaragua, El Salvador, Granada, y en otros países del continente.
Esa absurda doctrina que justificaba el derecho de intervención del Gobierno de Estados Unidos en naciones soberanas se pensaba superada hacia finales del siglo XX y comienzos del siglo con el nuevo escenario global del fin de la Guerra Fría, y de un ciclo de llegada de gobiernos progresistas o de izquierda en América Latina.
Pero no es así. Ahora en el conflicto venezolano altos funcionarios del Gobierno de Trump, desempolvan el viejo lenguaje de la Doctrina Monroe. Sin pudor y sin rubor proclaman sus intereses imperiales: creen que los países y las sociedades de América Latina deben ser vigiladas y controladas bajo el lente de los intereses de Washington. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, declaró el 22 de febrero que el hemisferio occidental (América) “es nuestra región” para justificar las operaciones de intervención en Venezuela. Esta declaración reproduce, casi textual, la proclamación de Monroe de que América es para los americanos.
Pero días después, el asesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, defendió sin ambages y abiertamente la Doctrina Monroe en el hemisferio Occidental. “En esta administración no tememos hablar de ‘Doctrina Monroe’. Parte del problema en Venezuela es la fuerte presencia cubana. Hay de 20 mil a 25 mil oficiales de seguridad de la isla, según informes que han estado en el público. Este es el tipo de cosas que consideramos inaceptables y por eso estamos ejecutando estas políticas”, dijo Bolton.
Pero véase el cinismo y el doble discurso de los gobernantes de Estados Unidos: les parece inadmisible, y al parecer un motivo para intervenir en Venezuela, que haya 25 mil oficiales venezolanos (sin aclarar si son médicos, profesores o militares) cuando esta nación tiene 300 mil soldados en bases estadounidenses en la mayoría de países del mundo. En julio del año pasado, el presidente del Estado Mayor Conjunto del ejército de Estados Unidos, el general Joe Dunford, dijo que “Hoy, más de 300 mil estadounidenses están desplegados o estacionados en 177 países”, en la convención de los Veteranos de Guerra en el Extranjero.
Lo que han dicho los funcionarios de Trump, Pompeo y Bolton, es aberrante y debería repudiarse a nivel diplomático por todos los gobiernos de América Latina, si es que tuvieran un poco de dignidad y al menos cubrieran las formas de nombrarse Estados soberanos.PI
El mensaje es claro: otros países no pueden defenderse o tener alianzas, sino es con los Estados Unidos. Su doble moral, pero esencialmente su discurso legitimador de intervenciones queda expuso. Sin pudor los altos funcionarios del Gobierno de Trump desempolvan las tácticas y el lenguaje de la Doctrina Monroe, creada como un destino manifiesto de propiedad-protección de toda América por parte del gobierno de Estados Unidos hace 200 años.
Dicen que es una doctrina diplomática, pero en realidad es un burdo lenguaje imperial con el que se abrogan el derecho a imponer sobre las sociedades de 30 y tantos países y naciones soberanas de América Latina el interés de Estados Unidos por sobre cualquier otro. Es una grosera política imperial que no debería ser tolerada por nadie y debería ser repudiada por todos.
Vale insistir en que cuestionar la política imperial de Estados Unidos no equivale a avalar la política de Maduro y mucho menos, aún, negar la grave crisis social que existe en ese país… pero una crisis donde EU tiene una gran responsabilidad.
Más allá de las fallas y contradicciones del chavismo venezolano, lo que debe repudiarse con contundencia son las justificaciones imperiales diseñadas hace 200 años y que ahora se pretenden seguir aplicando. América no es de los Estados Unidos de Norteamérica, sino de millones de latinoamericanos que buscan su destino, pero sin designios e imposiciones imperiales.
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