Tomás Calvillo Unna
13/02/2019 - 12:03 am
4 textos “Junto al Mar”
esquirlas de agua bendita
en los ladrillos naranja del barro
“Este techo, tranquilo de palomas,
Palpita entre los pinos y las tumbas.
El Mediodía justo en él enciende
El mar, el mar, sin cesar empezando…
Recompensa después de un pensamiento:
Mirar por fin la calma de los dioses.”
Paul Valery. El Cementerio Marino. (Versión de Jorge Guillén)
…
y si esto fuera cierto
y la madera que toca y palpa
no se diluyera
y sus manos pudieran
sentir la gestación del cedro
el abecedario de su circunferencia
y si su mirada descansara
en ese mar prometido
que resta de los antiguos
del alba de los ancestros
para recordar el umbral
donde el canto persiste
y la memoria y el sueño se consumen
y si pudiera caminar
sin detenerse
durante la larga noche
hasta volver con los suyos
bajo el mismo techo
donde la luna tuvo su lugar de privilegio
y desde aquel pequeño balcón
compartir sus anhelos
con quien comenzaba a amar
reunidos en el patio y el jardín
y si esas fotografías del cajón
fueran reales
y sus paisajes de hombres y mujeres
del viaje de sus edades
en los sitios del afecto
dejaran escuchar otra vez
sus voces y el gusto de sus risas
qué frágil textura
la de esta bondad
de la vida
que prefiere callar
…
cuando el sol se eleva sobre el mar
y anida su fuego en las vetas
del altiplano y sus montañas
las flores a punto de ser polvo
imaginan la vida
su abanico de pasión y luz
y audaz aroma inmemorial
entre las hojas de oro y plata
despliega el instante en la memoria
el milimétrico oxígeno de las cosas
a flor de piel en la mineral tertulia
inconmensurable multiplicación de lo celeste
al girar el eje la tierra
en los suaves y contundentes latidos
lejano y cada vez más ajeno
a los esquemas de las teorías
y sus fábricas nocturnas
guarda para sí el asombro
de la sal en los labios
cuando la dulzura es todo
en los secretos abismos del océano
es su casa
al abrir la puerta lo sabe
el puerto tan buscado del astrolabio
extraviado para unos en equivocados mapas
está aquí en la silente estrella
del muelle
sus manos tocan la tierra
donde el agua eligió su cauce
es el inicio y la caída
el río y la cascada
la confirmación de la presencia
en la soledad más honda
del mortal enamoramiento
…
al quebrarse el espejo
se despliega el laberinto
el yo de dispersos azulejos
y sus nombres como acertijos
esquirlas de agua bendita
en los ladrillos naranja del barro
incisiones en rectángulos
rombos y cuadrados
corazones y temores
de una épica valentía
al escuchar
los murmullos de luz
en el idioma de los rezos
provienen del ancestral puerto
invadido de neblina
ahí el ave desciende entre sombras
y campanadas de ausencia
-su aleteo estremece la carne-
ahora reposa sobre el pilar de madera
no lejos
las olas rompen
ante el mástil de la fe
buscas el refugio
de un dios carente de sentido
que acoge al mar en sus entrañas
sólo la esférica e inmaculada belleza
de la Virgen imaginada que nos rodea
concede el bálsamo de las horas
embriagados y exhaustos del milagro
nos rendimos ante su aroma
que reconoce este mortal lenguaje
la silueta del todo que es cada uno
y el hueco profundo del vano orgullo
…
es el nido de los mitos
del cielo encajado de raíz
el fijo estar
de su semilla
donde se oculta la danza
ahí los astros
en el rojo acenso de la sangre
recorren sus imaginados mapas
árbol también río
diestro tejido púrpura
al sol atrapa
en los fines hilos de la vibrante química
media luna y copa
sopesa en instante
el porvenir
y los tiempos idos
al estar así
en reposo
se convierte en lo que es
conjunto de reinos que acuerdan
el único lugar cierto
el territorio vivo del alma
este cuerpo sin mañana
retorna a sí mismo
cuando en sus silencios despierta
y afirma su inmovilidad elegida
la libertad de su ausencia
porque los dioses en su retiro
dejaron el dolor como herencia
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