Ernesto Hernández Norzagaray
01/02/2019 - 12:02 am
El PRI en su laberinto
“¡Suficiente! Renuncio a este PRI el día de hoy”.
¡Suficiente! Renuncio a este PRI el día de hoy”.
César Augusto Santiago militó en el PRI desde 1961 y ocupó altos cargos en el partido, lo que podría llevar a decir que fue parte de la nomenclatura, se va del partido haciendo un homenaje a la figura de Luis Donaldo Colosio y señalando que “no hay intención de cambiar al partido por parte de Claudia Ruiz Massieu Salinas, en alianza con Miguel Ángel Osorio Chong y René Juárez Cisneros”.
La salida de Santiago se inscribe en la derrota apabullante del pasado 1 de julio, que redujo a su partido a un poco honroso tercer lugar en los resultados electorales y ha llevado al desánimo y al desconcierto militante.
¿Qué hacer?, se preguntan muchos de los que todavía permanecen activos en el partido, y encontramos en sus respuestas un asidero que tiene que ver con “ir a las bases”, “volver a lo que garantizó el éxito durante décadas”, “regresar atender las demandas del pueblo” incluso “ir por los corruptos sean del partido que sean”.
El PRI sinaloense acaba de publicar un libro bajo el título: La reforma del PRI, una mirada desde Sinaloa, que la Fundación Colosio y Andraval ediciones, donde toman la iniciativa de buscar respuestas a las preguntas que todo priista trae en la cabeza: ¿Qué pasó el 1 de julio? ¿Por qué perdimos de esa manera? ¿Qué hacer en la nueva situación de minoría? o ¿el PRI tiene posibilidades de recuperación en el mediano plazo o estaría destinado a desaparecer o cambiar de identidad para tomar un nuevo vuelo?
En los catorce ensayos que forman parte del libro no hay una respuesta contundente, sólo aproximaciones tanto a la explicación, como el horizonte incierto, sombrío, y no es que falte inteligencia e información a los académicos y priistas convocados sino porque el partido tiene tres orfandades que no se crean tan fácilmente y menos cuándo su principal adversario las tiene incluso en estos momentos de desasosiego que dejan las más de noventa muertes de Tlahuelilpan.
En el ciclo de la triada PNR-PRM-PRI, están los momentos estelares, donde Plutarco Elías Calles bajo la máxima de “dejar la etapa de los caudillos, para ir en busca del México de las instituciones”. Creo en 1929 el PNR que llevaría en 1934 a Lázaro Cárdenas a la Presidencia de la República y aunque la relación de este con el “jefe máximo” no terminó bien pues, como lo recuerda Jesús Silva Herzog, padre, en sus memorias, él y Narciso Bassols recibieron la encomienda de ir a la casa Elías Calles en Cuernavaca para decirle que por órdenes de Lázaro Cárdenas tenía que abandonar de inmediato el país y lo tuvo que hacer para irse a vivir a San Diego.
En Calles y Cárdenas hubo una IDEA que cohesionó primero a los caudillos y más tarde a los sectores del partido bajo un sistema corporativo (CTM, CNC, FSTSE, Ejército), y eso le granjeó éxitos todo el “periodo de partido hegemónico sin oposición” y más o menos funcionó hasta finales de los años setenta. La IDEA de un gobierno con una fuerte dosis de asistencialismo se agotaba. Bien, lo dijo José López Portillo, en uno de sus últimos discursos encendidos, cuando proclamó que su presidencia era la “del último gobierno de la revolución”.
Así, el mito fundacional de la revolución mexicana se transformaba en el ideario neoliberal de las llamadas “reformas estructurales” de Miguel de la Madrid y esa IDEA permeó no sólo a los gobiernos priistas, sino también el de los panistas. La envoltura podría ser roja o azul pero la IDEA era la misma receta neoliberal.
Claro, el neoliberalismo es una idea, sólo que distante de lo que es su esencia mercantil cuánto asumió en México el llamado “capitalismo de cuates”, es decir, personajes sin escrúpulos que escalaron en la pirámide burocrática y desde ahí realizaron grandes negocios de grupo, familiares, personales que hoy sabemos alcanzaba niveles colosales.
Ahora, con la derrota electoral a cuestas, el ¿qué hacer? se impone y no hay respuesta de sus dirigentes a no ser generalidades que eso y nada es lo mismo, el PRI vive un gran desconcierto, porque si lo vemos en términos de las coordenadas izquierda-derecha, sólo queda como lo dice provocadoramente Aarón Sánchez en su ensayo Giro a la derecha. Ante su única posibilidad, ante el vacío del PAN, y eso para un partido con la historia hegemónica del PRI que siempre buscó el centro político, sería el final del sector más nostálgico de las glorias pasadas.
Sin embargo, el PRI hoy no tiene una IDEA que ofrecer a su militancia y a la sociedad, sino tampoco un LIDER, el último fue Luis Donaldo Colosio y solo basta recordar el magnicidio de Lomas Taurinas probablemente por órdenes del sector duro del tricolor, en cambio, su principal adversario que es AMLO tiene una IDEA con todos los entrecomillados que quiera poner sus críticos y la fue operando desde el día siguiente del triunfo electoral “para no perder el paso de la campaña electoral” pero, además, la altísima votación obtenida (53%) y sus decisiones ampliamente aceptadas incluso las polémicas como la cancelación del NAIM han consolidado su LIDERAZGO, su nivel de aceptación ha escalado en forma directamente proporcional como han caído las desacreditadas oposiciones partidarias.
Más aun, el PRI no sólo queda como una tercera fuerza electoral, con una bancada legislativa que ronda el 10% en ambas cámaras, sino carga con un serio problema de DESCRÉDITO público, la percepción que dejó Peña Nieto es negativa y eso lo dejó entrever Manlio Fabio Beltrones, en su carta renuncia a la dirigencia nacional de su partido luego de las derrotas estatales de 2016, cuando señaló enfático: “lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten”.
En definitiva, está reforma del PRI en ciernes, no tiene hasta ahora una IDEA transformadora y aglutinadora, no tiene un LIDER que la esgrima en el debate público y lo más crítico no cuenta con un prestigio político, y aquí como lo decía Jesús Reyes Heroles su ideólogo más reconocido a través del tiempo, “en política la forma es fondo”.
Quizá por eso, y solo eso, ¡se fue César Augusto!
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