Jorge Ortega: “La poesía mexicana lleva un registro de la realidad que nos circunda”
PorMónica Maristain
19/01/2019 - 12:03 am
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Jorge Ortega es de Mexicali, pero su poesía pertenece al Mediterráneo, «esa franja civilizatoria» donde ha escrito el libro Devoción por la piedra, que ahora ha sido traducido al francés. Antes la poesía mexicana era más formalista y se preocupaba menos por los hitos de la realidad, cosa que ahora está mucho más representada en su diversificación, dice el poeta.
Ciudad de México, 19 de enero (SinEmbargo).- Jorge Ortega es un poeta y ensayista nacido en Mexicali, en 1972. Cursó sus estudios universitarios en España, donde se doctoró en Filología Hispánica. En la actualidad ejerce la docencia superior y realiza colaboraciones con numerosas publicaciones de carácter cultural, tales como Letras Libres y Alforja.
Ha publicado diversos poemarios, entre los que destacan Crepitaciones de junio y Devoción por la piedra, ahora traducido al francés y con el que ganó el Premio Jaime Sabines. El ensayo, con títulos como Litoral de prosa y Tríptico arbitrario, reflejan el grado de compromiso que el autor desarrolla en torno a su gran amor: la literatura.
–Ganaste el Premio Jaime Sabines, aunque tu poesía no tiene nada que ver con Jaime.
–Es cierto. Uno de los jurados fue Jorge Boccanera, un poeta argentino. El premio como todos los premios no dejan de ser un aliciente en este oficio tan ingrato que es la poesía. La poesía quizás nos dispense alimentos no precisamente terrestres, tal vez espirituales. En la realidad sigue siendo una labor extraordinaria, en el sentido más genérico, poco común. Más que constituir una ventaja o resultar insólita, es una tarea impopular, que resulta difícil de digerir. Los lectores están más hechos para acercarse a otro tipo de contenidos, tal vez más accesibles, menos complejos. La expresión poética siempre es compleja, extraña, contingente…
–¿La poesía mexicana de hoy describe lo que pasa con México, en una forma más sutil?
–Yo aplaudo la diversificación a la que ha ingresado la poesía mexicana en estos últimos tiempos. De ser una poesía monolítica, con rasgos estéticos definidos como la sobriedad o este tono crepuscular del que hablaba Xavier Villaurrutia o su formalismo, creo que ahora implica una rosa de los vientos más rica y más fructífera. Una de las cosas más destacables es su capacidad para llevar un registro de la realidad que nos circunda, de los hechos que significan un hito, los problemas de migración, de identidad, de los feminicidios. Antes a la poesía mexicana le costaba mucho trabajo recoger este tipo de cosas. En México y en América Latina se ha flexibilizado mucho.
–¿Qué dirías tú en el sentido de tu evolución poética?
–Decidí ser poeta a los 16 años, cuando escribí mi primer poema y volví a repetir el mismo ejercicio a los días, me empecé a dar cuenta que lo que escribía no era una novela o un relato. Era un lenguaje sintético, basado en mi ritmo interior, en mis movimientos anímicos, en mi metabolismo. Luego empecé a leer y reconocí que me podía reflejar mejor en el lenguaje lírico. Publiqué mi primer libro a los 20 años, ya tengo casi treinta en este camino.
–¿Qué poetas lees?
–Siempre he reconocido en la poesía escrita en español a mi raigambre, no sólo la que se hace en México sino en toda América Latina y en España. Pero también me han interesado la poesía francesa, la italiana, la catalana, la portuguesa, me he sentido más cercano a la poética del Mediterráneo. Yo viví en Barcelona durante algunos años, empecé a traducir la poesía catalana, que significó un descubrimiento espiritual para mí. Me he interesado mucho por los idiomas, la traducción siempre ha implicado un ámbito de interés.
–¿Qué significa leer poesía en su idioma?
–Yo lo gozo mucho. Por otra parte, si pudiera decir que en mi trabajo ha habido una evolución, no en el sentido de avanzar hacia grados de calidad más reconocibles, sino como una decantación de la expresión poética. Cuando uno empieza a escribir, quiere decir muchas cosas, pero la edad nos va permitiendo ir acercándonos más a la búsqueda de una esencia, que a lo mejor no sabemos cuál es. Ese punto de equilibrio a través del cual poder decirlo todo o no poder decir nada, que es lo mismo.
–¿Cuál es la devoción por la piedra?
–Es mi reciente libro, aunque no lo parezca es un libro que maneja de forma muy cifrada un cuaderno de viajes. Muchos de los poemas que aparecen son poemas de lugares que descubrí, son lugares de esta franja civilizatoria que es el mediterráneo. Son poemas que hablan del paso del tiempo, de esta paradoja que son también las ruinas materiales que en el fondo manifiestan las ruinas humanas. La imposibilidad del hombre de permanecer. El hombre puede crear monumentos y cosas que lo van a sobrevivir. No puede quedarse. Eso es una de las cosas que me ha interesado, esta relativa materialidad de las sensaciones, la evanescencia del hombre y de las generaciones en aras de esa realidad monumental que él ha construido.
–Una realidad monumental que también podría desaparecer.
–La amenaza del mundo. No hay que tomarla a juego, porque es algo que puede ocurrir en cualquier momento.
–¿Qué te ha despertado el hecho de ser editor?
–Lo que me ha permitido ser editor es el hecho de depurar aún más mi criterio como lector. Ser editor te enfrenta a la necesidad de reconocer las virtudes de todas las poéticas posibles. Tienes que ser capaz de reconocer los méritos, que pueden estar escritos en las antípodas. Eso es algo positivo. Te permite tomar distancia de tu propia obra y afinar más tu criterio crítico. La labor de editor me permite apuntalar mi responsabilidad como crítico de poesía.
Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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