En 2016, el Estado mexicano declaró una emergencia epidemiológica por diabetes mellitus y obesidad. José Narro Robles, entonces Secretario de Salud, dijo que el problema trascendía a 98 mil mexicanos al año que morían a causa de la enfermedad. Las cifras que alertaban a las autoridades habían tenido un ascenso en los últimos 30 años, periodo en el que el país había experimentado un cambio en el modelo económico con el que se habían abierto las fronteras al capital y a los productos extranjeros que súbitamente modificaron los hábitos alimenticios.
En un análisis realizado por la Universidad Autónoma de México, en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública y la Academia de Medicina de México, se señala que la prevalencia de sobrepeso y obesidad aumentó de 26.6 a 33.6 por ciento entre 1988 y 2012. El caso de las mujeres es uno de los más alarmantes, ya que las tendencias del periodo de 1988 a 2016 demuestran que la prevalencia de sobrepeso se incrementó 41.8 por ciento y el de obesidad 290.5 por ciento.
Ciudad de México, 9 de diciembre (SinEmbargo).– Hace una semana, Andrés Manuel López Obrador fustigó el model0 neoliberal que se aplicó en México durante 30 años y lo señaló como el gran causante de los males del país, incluida la epidemia de diabetes que sufre la población: «tenemos el doble de enfermos de diabetes en comparación con países de América Latina».
En su toma de posesión, el Presidente de la República afirmó que la a la política neoliberal, aplicada de 1983 a la fecha, ha sido la más ineficiente en la historia moderna del país y le robó a los mexicanos incluso la base de su alimentación: el maíz, «esa planta bendita» que desde nuestros orígenes prehispánicos dio una buena alimentación a generaciones, pero que ahora, luego de tres décadas de abandono del campo y de las plantas nativas, ha llevado a México a ser el país que más importa maíz en el mundo.
Los especialistas en salud y alimentación, que por años han alertado sobre la invasión de los alimentos chatarra al país –que produjeron en su mayoría empresas transnacionales, bajo el amparo de los gobiernos neoliberales–, le dan la razón al Jefe del Ejecutivo federal.
La creación de un “ambiente obésico” durante tres décadas, sobre todo en las poblaciones más alejadas del país, ha fomentado las malas prácticas de nutrición, afirma Alejandro Calvillo Unna, director de la asociación civil El Poder del Consumidor, quien considera que la reducción en el consumo del maíz, frijol, quelites, amaranto, entre otros alimentos tradicionales, tiene una relación directa con los factores sociales y económicos.
“El ambiente es el que induce el consumo de productos saludables o no saludables y en México tenemos millón y medio de puntos de venta de Coca-Cola y una gran cantidad de puntos de venta de otros productos que son hiperprocesados de Bimbo o de Pepsico, de Unilever o de Nestlé«, dice el especialista, quien ha sido convocado al grupo de expertos sobre publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
«El modelo económico neoliberal le abrió la puerta a la comercialización de estos productos que, con su publicidad millonaria en medios, valorizaron esos productos, lo que implicó una desvalorización total de las dietas tradicionales y de los alimentos tradicionales como el maíz, el amaranto y el frijol –que es considerado alimento de pobres cuando es uno de los mejores en términos de salud–», planteó Calvillo Unna, quien es también sociólogo y filósofo.
Las estadísticas, además, también sustentan las afirmaciones expresadas por López Obrador el pasado 1 de diciembre en el Congreso de la Unión.
La diabetes es hoy la segunda causa de muerte en el país: en 1980 hubo 14 mil 626 defunciones; en 1990, 25 mil 782; en 2000, 46 mil 614; en 2010, 82 mil 964; en 2015, 98 mil 521 y para 2016 llegó a 105 mil 574, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En enero de 2017, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó que en América Latina casi la mitad de la población de todos los países padecían problemas de sobrepeso y puso énfasis en México, donde el aumento en la obesidad afecta de manera diferenciada a mujeres e infantes que presentaban los porcentajes más altos de incidencia.
Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, planteó que el reto es doble para un país que no puede garantizar todas las condiciones sociales para el acceso a alimentos saludables como: “agua y saneamiento, falta de servicios de educación y salud, y programas de protección social”.
Las cifras de 2016 mostraron que la cantidad de personas con problemas de obesidad y sobrepeso en la región aumentó hasta alcanzar los 104 millones y México se ubicó al frente del listado de los países con 24.3 millones.
De acuerdo con los datos de la Secretaría de Salud del Gobierno federal, entre 1980 y 2006 el aumento en la prevalencia de sobrepeso se había triplicado de manera acelerada. Las diferentes encuestas nacionales –la Encuesta Nacional de Nutrición (ENN) 88, ENN 99, Encuesta Nacional de Salud (ENSA) 2000, Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2006 y Ensanut 2012– mostraban que la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños menores de cinco años afectaba a los diferentes sectores de la sociedad: jóvenes, mujeres y adultos. En los últimos seis años los grupos que han presentado un mayor incremento son los de mujeres en edad reproductiva y los residentes en zonas rurales.
Las cifras más recientes –las de la Encuesta Nacional de Salud de Medio Camino 2016– plantean que un 36.3 por ciento de la población padece sobrepeso y obesidad. El número más significativo es el de la población mayor de 20 años, con un porcentaje de 71.2 de prevalencia combinada de ambos factores.
LA EPIDEMIA DE OBESIDAD
En 2016, el Estado mexicano declaró una emergencia epidemiológica por diabetes mellitus y obesidad.
José Narro Robles, entonces Secretario de Salud del Gobierno de Enrique Peña Nieto, afirmó que el problema trascendía a 98 mil mexicanos al año que morían a causa de la enfermedad. Las cifras que alertaban a las autoridades habían tenido un ascenso en los últimos 30 años, periodo en el que el país estuvo sujeto a un modelo económico con el que se habían abierto las fronteras al capital y a los productos extranjeros, que súbitamente modificaron los hábitos alimenticios.
En opinión de Fiorella Espinosa, investigadora en Salud Alimentaria y miembro de la organización El Poder del Consumidor, en este periodo temporal hemos transitado de un sistema dirigido al campo a uno en el que se ha incentivado la producción de alimentos ultraprocesados, que además de ser altamente calóricos están llenos de azúcar, grasas y sal.
La investigadora y Maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México ubica dos ejes que marcaron el tránsito de un sistema a otro: el olvido del campo desde las políticas públicas –lo que contrasta con los incentivos otorgados a las grandes industrias productoras de ingredientes de alimentos procesados– y la desregulación total de la industria de los alimentos.
En un análisis realizado por la Universidad Autónoma de México (UNAM), en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública y la Academia de Medicina de México –basado en las estadísticas proporcionadas por las encuestas ENN 88, ENN 99, ENSA 2000, Ensanut 2006 y Ensanut 2012–, se señala que la prevalencia de sobrepeso y obesidad (SP+O) aumentó de 26.6 a 33.6 por ciento entre los años 1988 y 2012.
En el grupo de edad escolar el aumento fue de 28.2 por ciento a 36.9 en niños y de 25.5 a 32 en niñas. En el caso de los adolescentes, la prevalencia de SP+O pasó de 11.1 a 35.8 y en las mujeres de 20 a 49 años, el incremento en la prevalencia fue del 34.6 al 70.5 por ciento.
El caso de las mujeres es uno de los más alarmantes, ya que las tendencias del periodo de 1988 a 2016 demuestran que la prevalencia de sobrepeso se incrementó 41.8 por ciento y el de obesidad 290.5 por ciento. En el caso de los hombres del mismo rango de edad, en el periodo 2000 a 2016, la prevalencia de sobrepeso aumentó 1.9 por ciento, mientras que la obesidad se incrementó 49.7 por ciento.
Espinosa explica que existen tres motivaciones distintas que explican la obesidad y la diabetes: las causas estructurales- sistema de producción-, las causas intermedias –educación, publicidad y falta de información– y las causas inmediatas –el consumo de mayor cantidad de calorías–. Las causas culturales y sociales, a las que normalmente se les atribuye el problema, son moldeadas por factores sociales y políticos que cambian los patrones de alimentación.
El 26 por ciento de la energía consumida por la población en México proviene del consumo de bebidas y alimentos ultraprocesados: el 9.8 por ciento de las bebidas azucaradas y un 16 por ciento de alimentos no básicos altos en densidad energética.
Los datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares demuestran que la inversión en estos dos grupos alimentos ha ido a la alza en los últimos 24 años. Los alimentos altos en densidad energética pasaron del 4.3 por ciento en 1992 al 5.2 en 2016. El consumo de bebidas azucaradas presentaron un incremento de 0.9 por ciento, siendo su momento más alto el año 2002, cuando el porcentaje se situaba en 6.7 por ciento.
Los estudios evidencian que los alimentos saludables cuestan más en comparación con los menos saludables, por lo que el factor económico también influye de manera importante en la dieta.
Para 2016, el costo de las verduras (por mil calorías) era de 63.8 pesos, el de los alimentos preparados en el hogar 20.6 y el de los lácteos 23.2; mientras que el costo de los alimentos no básicos y altos en densidad energética era de 11.2. Entre 1992 y 2016 se produjo una baja del 8 por ciento en el gasto de alimentos básicos, como frutas, verduras, legumbres y leguminosas, y lácteos, y un aumento del 22 por ciento en los alimentos con pocos beneficios para la salud.
Tanto Alejandro Calvillo como Fiorella Espinosa reconocen la apertura comercial del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como un factor relevante que incentivó la reducción en el consumo de alimentos saludables a través de su desvalorización y la interferencia en las políticas públicas nacionales.
“En 1982 se produce una ruptura total con el apoyo al campo y después en 1994 viene el Tratado de Libre Comercio. Esto no soló quiere decir la entrada de más productos chatarra, en realidad mucha comida procesada se produce aquí, pero esto permea en cómo se generan políticas públicas, permea en las importaciones y exportaciones de nuestros productos frescos. Mucha de nuestra verdura y fruta de mayor calidad se exporta y a nosotros nos importan jarabe de maíz con alta fructosa, carnes para hacer embutidos y maíz probablemente transgénico, insumos para la comida ultra procesada”, dice Fiorella Espinosa
En marzo del 2012, Oliver de Schutter, relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, explicó que el TLCAN con Estados Unidos y Canadá provocó en el país el incremento en la disponibilidad y consumo de refresco. A dicho efecto lo nombró la «Coca-Colonización», un fenómeno que ocasionaba graves problemas de sobrepeso y desnutrición.
LAS MUJERES Y EL SOBREPESO
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino 2016 (Ensanut MC) demostró que en un año –entre 2015 y 2016– hubo un aumento en la obesidad de las mexicanas adultas: del 70.5 por ciento se pasó al 73 por ciento. Y en las mujeres adolescentes de 12 a 19 años la prevalencia sumada de obesidad y sobrepeso se elevó del 35.8 al 39.2 por ciento. El problema acumulativo a dejado a 7 de cada 10 mujeres con dichos padecimientos.
La susceptibilidad genética y los factores hormonales, como el embarazo y la menopausia, provocan que las mujeres tengan una tendencia más alta a aumentar de peso. Sin embargo existen otros factores sociales e incluso psicológicos que las conducen a este tipo de enfermedades.
Fiorella Espinosa señala que no existe una explicación precisa sobre dicho fenómeno; sin embargo, las teorías indican que la tendencia a consumir alimentos con altas cantidades de calorías se relaciona con su papel en el hogar, ya que “suelen sacrificarse por sus hijos” y para reservar tiempo o dinero se alimentan con productos de mala calidad.
En tanto, Aurora del Río Zolezzi, directora general adjunta de Equidad de Género y Salud reproductiva de la Secretaría de Salud, señaló en diferentes ocasiones que los estereotipos, la falta de actividad física y la relación de ellas con la comida se encuentra influida por el género.
“Las mujeres tenemos una relación ambivalente con nuestro cuerpo. Por un lado, es algo a través de lo cual logramos captar atención. Sin embargo, nos sentimos incómodas porque casi nunca cumplimos con la expectativa del estereotipo de belleza dominante y eso nos genera angustia”, explicó durante su participación en el Seminario Permanente de Género y Salud que organiza el Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Para la investigadora la imagen corporal provoca que existan mayores trastornos de alimentación en las mujeres, entre los que se encuentran comer compulsivamente o por ansiedad. Destacó que las mujeres “seducen, premian o castigan” con la comida y primero preparan alimentos para terceros, antes que para ellas mismas, pasando por largos periodos de ayuno que reducen su metabolismo y aumentan los mecanismo biológicos de almacenamiento.
LOS RETOS FRENTE A LA EMERGENCIA
La gestión de políticas públicas adecuadas para resolver el problema de sobrepeso y obesidad se ha convertido en el reto principal del Gobierno mexicano, que necesita garantizar que el cuidado de la salud estará al frente de a los conflictos de interés con las grandes corporaciones que hacen negocios con la comida en México.
“El reto es lograr que la política contra la obesidad se haga a fondo, sin la interferencia de la industria como vimos en la administración de Enrique Peña Nieto con su campaña contra la obesidad y la diabetes, en donde hubo una interferencia total de la industria en al Secretaria de Salud”, afirma Alejandro Calvillo, quien insiste en la necesidad de desarrollar una regulación profunda que respete la correcta aplicación de la regulación de la salud de los mexicanos.
Otra de las recomendaciones que sugieren los expertos para el ataque del problema es la conexión con expertos internacionales que han logrado darle un revés en otros países, como Chile, segundo consumidor de productos hiperprocesados y que también han tenido que lidiar con el conflicto de las enfermedades crónicas.
Por supuesto está también el reto de la situación económica del país y la debilidad de los servicios de salud, que han colapsado en los últimos años, y que vuelven la realidad de los enfermos aún más dolorosa.
Los pacientes con diabetes en la República Mexicana están abandonados: los servicios públicos de salud no siempre cubren las complicaciones ni dotan de medicamentos suficientes para cubrir los tratamientos; aunado a ello, los médicos emiten recomendaciones que por la realidad de los pacientes es difícil o imposible seguir.
En su informe sobre el tema, El Poder de El Consumidor concluye que una serie de políticas públicas, de la mano de regulación de las empresas podría salvar vidas y prevenir o retrasar las complicaciones ocasionadas por la diabetes.
Es por ello que recomienda implementar medidas en apego a los objetivos del Plan de Acción Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las Enfermedades No Transmisibles (ETN) 2013-2020:
–Dar prioridad a las medidas para prevenir el sobrepeso y la obesidad, antes del nacimiento y durante la primera infancia mediante la aplicación de políticas y programas de fomento a la lactancia materna y el consumo de alimentos saludables durante el embarazo y los primeros años de vida.
–Aplicar políticas y programas para desalentar el consumo de productos ultraprocesados, incluyendo los refrescos y otras bebidas azucaradas.
–Combinar políticas fiscales, legislación, cambios en el medio ambiente y la sensibilización con respecto a los riesgos para la salud ya que la evidencia indica que es la mejor vía para fomentar dietas más sanas y la práctica de una actividad física a la escala necesaria.
–Crear entornos sociales y urbanísticos que apoyen la práctica de actividad física cotidiana.
–Establecer mecanismos nacionales, por ejemplo, comisiones multisectoriales de alto nivel para garantizar el compromiso político, la asignación de recursos, el liderazgo efectivo y la promoción de una respuesta integrada a las ENT, con una atención específica a la diabetes.
–Fortalecer la respuesta de los sistemas de salud a las ENT, sobre todo a la diabetes, en particular en el ámbito de la atención primaria.
–Procurar que medicamentos esenciales como la insulina humana estén disponibles en los servicios de salud públicos incluyendo el Seguro Popular.
-Determinar metas e indicadores nacionales de políticas y programas para fomentar la rendición de cuentas.
-Vigilar que estas políticas y programas de prevención y atención de la diabetes se presupuesten, financien y apliquen en su totalidad.