Jorge Alberto Gudiño Hernández
17/11/2018 - 12:02 am
Fernando del Paso
Lo relevante no es su uso a nivel de significados ni su simple vastedad. Lo que importa es cómo se pueden relacionar con otras disímiles, de las que no suelen acompañarse, primero; y, más tarde, cómo crean nuevos parámetros de significancia, que es uno de los sitios donde descansa lo literario.
Murió Fernando del Paso.
A la hora de juzgar una obra literaria, se acumulan parámetros por doquier. Desde algunos muy técnicos que apuntan a una cuantificación imposible, hasta otros por completo subjetivos. Sobra decir que uno puede discutir con las diferentes formas de evaluar un libro, un poema o todo lo escrito por determinado autor. Es, justo en esa discusión, donde despuntan algunas de las ideas más valiosas y, por qué no, también se crea un punto de partida para sostener la solidez de una obra. Si bien con Del Paso la unanimidad no es como con Rulfo, lo cierto es que casi nadie duda de su grandeza.
Si yo tuviera que justificar la calidad de las novelas de Del Paso a partir de un solo parámetro, tendría que optar por el lenguaje. Ese algo abstracto que se escabulle cuando uno pretende fijarlo. Hay algo en el lenguaje de cada una de sus cuatro novelas que opera la maravilla. No son sólo las palabras, pese a que su barroquismo era evidente. También las relaciones entre éstas, el humor y el drama que surgen de ellas. Y digo que no son sólo las palabras porque, de serlo, cualquier diccionario sería una gran obra literaria. Lo relevante no es su uso a nivel de significados ni su simple vastedad. Lo que importa es cómo se pueden relacionar con otras disímiles, de las que no suelen acompañarse, primero; y, más tarde, cómo crean nuevos parámetros de significancia, que es uno de los sitios donde descansa lo literario.
Fernando del Paso era lenguaje. Un lenguaje vivo, revivido a fuerza de trabajar con él. Se nota su poder en cada una de las páginas aunque no siempre es un poder explosivo. A veces optaba por lo envolvente, por la estrangulación o el ahogamiento. Dejarse someter por sus novelas era participar de ese regocijo al tiempo en que uno luchaba por tomar aire y entender cómo era posible tal prodigio.
No conocí a Fernando del Paso. Me habría gustado conocerlo. Dicen, quienes lo hicieron, que sus conversaciones eran fascinantes y entretenidas. Me quedaré, entonces, con sus lecturas, las pasadas y las que regresarán pronto. Será mi forma de recordarlo.
Descanse, pues, en el lenguaje.
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá