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De acuerdo con un dictamen forense realizado por investigadoras de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante las corridas de toros se presentan actos de crueldad y maltrato animal. En estos actos los bovinos sufren severos daños corporales, fisiológicos y emocionales desde que son separados de su ganado hasta los últimos segundos de vida en la plaza, violando la Norma Oficial 033 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), sobre métodos para dar muerte a animales domésticos y silvestres.
Traídas con la colonización, las corridas de toros llevan más de 500 años presentes en México, pero cada día que pasa los argumentos en los cuales se ampara su existencia parecen más frágiles. Uno de ellos apunta que los toros de lidia no sufren pues están preparados para esa misión o que no sienten dolor a causa de las hormonas que liberan, situación que carece de sustento técnico y científico.
En el país, se tienen registradas más de 570 plazas de toros y alrededor de 260 ganaderos especializados en toros de lidia repartidos por todo el país. De hecho, las corridas están tan arraigadas en ciertas regiones del país que fueron declaradas patrimonio cultural inmaterial en seis estados de la República: Aguascalientes, Guanajuato, Hidalgo, Tlaxcala, Zacatecas y Querétaro. Además del municipio de Villa de Álvarez, en Colima.
Por Enrique Alvarado
Ciudad de México, 10 de noviembre (VICE/SinEmbargo).– Durante una corrida tradicional, los toros son lastimados con puyas de metal que los picadores montados en caballos entierran en los músculos del cuello para comenzar a desangrarlos. Posteriormente los toreros les clavan arpones, de siete centímetros o más, alrededor de la columna vertebral, con lo cual sigue la pérdida de sangre, se deshidratan y comienzan a trastabillar por el dolor al apoyar las patas delanteras.
Luego de ser sometidos a una extenuante actividad física para la que no fueron concebidos, reciben la estocada con una espada de doble filo. Con suerte dará en el corazón y lo matará. En la mayoría de los casos esto no sucede y por el contrario la espada le desgarra órganos internos poco a poco. Si el toro sobrevive a la estocada, recibe un golpe de gracia en la nuca con un puñal que corta el tallo del cerebro y termina de matarlo.
De acuerdo con un dictamen forense realizado por investigadoras de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante las corridas de toros se presentan actos de crueldad y maltrato animal. En estos actos los bovinos sufren severos daños corporales, fisiológicos y emocionales desde que son separados de su ganado hasta los últimos segundos de vida en la plaza, violando la norma oficial 033 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), sobre métodos para dar muerte a animales domésticos y silvestres.
La médico veterinaria Beatriz Vanda, coautora del estudio, explica a VICE que “mientras pasa todo este proceso el toro sigue consciente, sigue oliendo, sigue viendo, y los procesos mentales de angustia y desesperanza continúan, se tarda en morir, es una muerte lenta y dolorosa que causa sufrimiento emocional y sufrimiento físico con mucho dolor y fatiga”.
Traídas con la colonización, las corridas de toros llevan más de 500 años presentes en México, pero cada día que pasa los argumentos en los cuales se ampara su existencia parecen más frágiles. Uno de ellos apunta que los toros de lidia no sufren pues están preparados para esa misión o que no sienten dolor a causa de las hormonas que liberan, situación que carece de sustento técnico y científico.
TERCIO DE VARAS
De acuerdo con el informe Bienestar animal en las corridas de toros, además de las lesiones constantes que los toros reciben durante las corridas, son sometidos a un proceso de maltrato y tortura que los trastoca emocionalmente. Estos bovinos experimentan situaciones de miedo, estrés y desesperación, prácticamente desde que son sacados de los ranchos ganaderos.
Cuando los aíslan del resto de su grupo, los transportan y llegan a los encierros previos a las corridas, el miedo en los toros aumenta y comienzan a sufrir ansiedad, pues se enfrentan con un entorno que no conocen.
Durante el primer tercio, conocido como el tercio de varas, los animales son enfrentados a una situación desconocida y continúan estresándose por estar solos. Además, son expuestos a agresiones de rejoneadores, quienes les clavan puyas en los músculos del cuello para dar con los nervios de la columna, desangrarlos y debilitarles las patas delanteras, sin tener una vía de escape o un sitio para resguardarse.
Todas estas emociones que experimentan provocan que en ocasiones se queden quietos, o busquen escapar por encima del burladero, como se ha registrado en muchas ocasiones en la Plaza México. Al quedarse sin opciones de salida, los toros reaccionan de forma agresiva intentando embestir a quienes consideren una amenaza.
“Los animales se van matando poco a poco (…) no sólo por las lesiones ocasionadas con los objetos punzocortantes sino también por la situación metabólica y mental que se les mete, por eso decimos que es maltrato deliberado y finalmente está violando todos los lineamientos de matanza y de bienestar que hay a nivel nacional e internacional”, comenta la especialista Adriana Cossío, coautora del dictamen.
TERCIO DE BANDERILLAS
El espectáculo del sufrimiento sigue con la segunda parte de la corrida, conocida como el tercio de banderillas. Ahí los toreros entierran un arpón de siete centímetros o más, según el color de la banderilla, alrededor de la columna para lastimar los músculos del cuello y espalda.
Además del dolor, los toros continúan perdiendo sangre y sufren deshidratación, mientras que experimentan fuertes calambres por los nervios dañados. Con los ganchos enterrados en el lomo, el toro se sigue moviendo, pero sólo se desgarran más los músculos internos a causa del vaivén.
“El animal ya lleva un periodo de estrés cuando entra a la corrida. En la corrida se aumentan los estresores y comienzan las agresiones, aumenta el estrés y el desgaste fisiológico, pero a un nivel mucho más alto y además se le demanda al toro algo para lo que no tiene capacidad, que es hacer ejercicio extenuante con lesiones específicas que lo lastiman más”, afirma Cossío, experta en manejo de fauna silvestre a VICE.
Las autoras indican que, a lo largo de la corrida, las hormonas que liberan como la adrenalina o el cortisol no les ayudan a disminuir el dolor causado por las picas que les entierran. Por el contrario, el dolor, estrés y fatiga que sufren los animales es claro cuando comienzan a jadear constantemente o en el momento en que se tambalean hasta caer.
“Las endorfinas que llegan a liberar, en los bovinos no tienen tan buen efecto como en el resto de los mamíferos, entonces sí hay dolor, hay conciencia, hay sufrimiento y ansiedad”, indica la doctora Vanda, especialista en ciencias veterinarias.
TERCIO DE MATAR
Para el acto final la suerte no cambia, sino que las lesiones se agravan. El conocido como tercio de muerte hace honor a su nombre de la forma más literal, ya que es cuando el matador se planta frente a la res con el fin de darle la estocada final: clavarle una espada de 80 centímetros y doble filo hasta el corazón y matarlo súbitamente.
La muerte instantánea pocas veces sucede. Por el movimiento del toro es común que los toreros no claven la espada por el lado izquierdo del pecho como indica los manuales de la tauromaquia en México.
Por el contrario, en la mayoría de los casos la muleta se introduce hasta los pulmones y los desgarra, provocando además lesiones en la tráquea, bronquios, hígado e incluso hasta la zona del abdomen. Con los órganos destrozados por dentro, es común que los toros sufran hemorragias, escupan borbotones de sangre y se comiencen a asfixiar por la falta de aire.
Si después de la estocada el toro sigue vivo, las corridas culminan cuando les clavan un puñal en la zona del cuello. Uno de estos pasos se conoce como descabello, cuando la daga buscan cortar la columna cervical. Para ese momento el toro ya está tendido, pero sigue consciente y al cercenar las vértebras buscan cortar la comunicación de la cabeza con el resto del cuerpo.
El otro procedimiento, más común para finalizar las corridas de toros, es conocido como la puntilla. En teoría es una lesión similar, aunque en ésta los toreros clavan el puñal en la nuca con dirección a la cabeza para romper la base del cerebro desde donde se controla la respiración y los latidos del corazón.
Sobre el maltrato que sufren los toros, Vanda explica que hay mucho desconocimiento entre los grupos taurinos. “Aunque la gente dice que quiere mucho a los toros y que los admira y que sabe de toros, en realidad no saben de animales porque no saben de fisiología, no saben de los estados mentales que experimentan, yo creo que si supieran no podrían hacer lo que hacen”, afirma tajante la especialista.
BASTIÓN MEXICANO
Aunque la tauromaquia fue concebida en España hace más de medio milenio, el proceso de la conquista la trajo al nuevo mundo junto con muchas otras prácticas que se fueron arraigando entre los pueblos de América.
Actualmente, además de los países de la península ibérica y Francia, en Latinoamérica los toros mantienen un nutrido grupo de seguidores en Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia, pero su industria más importante está radicada en nuestro país.
En México se tienen registradas más de 570 plazas de toros y alrededor de 260 ganaderos especializados en toros de lidia repartidos por todo el país. De hecho, las corridas están tan arraigadas en ciertas regiones del país que fueron declaradas patrimonio cultural inmaterial en seis estados de la república: Aguascalientes, Guanajuato, Hidalgo, Tlaxcala, Zacatecas y Querétaro. Además del municipio de Villa de Álvarez, en Colima.
Sin embargo, la mal llamada fiesta brava ha encontrado resistencia en tres estados: Sonora, Coahuila y Guerrero, así como en cinco municipios de Veracruz, donde decidieron prohibir las corridas por considerarlas actos de crueldad y maltrato animal.
Recientemente, la bancada del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en el Congreso de la Ciudad de México presentó una iniciativa para prohibir las corridas, así que pronto resurgirá el debate sobre la fiesta taurina en la capital del país.
Al respecto, las especialistas consultadas consideran que los legisladores deben prohibir las corridas, máxime cuando existen elementos científicos para hacerlo, aunque para ello deben enfrentar a los grupos de poder económico y político que amparan la tauromaquia.
“Es ilógico que, castigando el maltrato animal, un maltrato explícito como son los toros se permita o no se penalicen, apelando a las tradiciones y la cultura”, afirma la doctora Vanda.