Rubén Martín
04/11/2018 - 12:03 am
Texcoco y la nueva correlación de fuerzas políticas
Están histéricos y furiosos por la cancelación del NAIM en Texcoco, su sueño erótico con la modernidad consumista y en respuesta pregonan que habrá la perfecta tormenta económica y un desmantelamiento de las instituciones liberales (José Woldenberg dixit) que ellos mismos ayudaron a construir. No sólo están molestos e histéricos. Se notan impotentes. Su impotencia proviene de no saber donde están parados ahora, rabiosos e impotentes por no conocer la nueva realidad política que están pisando. Vamos a ayudarlos a ubicarse.
Miles de ricos y clasemedieros ya se hacían disfrutando un aeropuerto moderno y fancy en la Ciudad de México, diseñado por un arquitecto de renombre internacional, muy cerca de donde está la actual terminal que, de concluir el proyecto de Texcoco, desaparecería para dar paso un megadesarrollo inmobiliario y comercial. Como plus, festejaban la baja tarifa de Uber a la nueva estación aérea.
Pero resulta que el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) no se va a hacer en Texcoco, lo que ha desatado la histeria de clases empresariales, conservadores, opinadores, periodistas, clasemedieros derechistas, hipsters consumistas y otros sujetos atrapados en el pensamiento capitalista. Es tal la histeria que han convocado a salir vestidos de luto por la cancelación de una obra, el aeropuerto.
Están furiosos porque se les destruyó el deseo de viajar desde un aeropuerto de “primer mundo” en una obra que, según la propaganda que compraron al Gobierno y los contratistas, sería palanca del desarrollo nacional, crearía miles de empleos, multiplicaría el turismo y promovería viajes de negocios. Y toda esa riqueza generada, se desparramaría a toda la sociedad. Igual de falso como los supuestos beneficios de la reforma energética.
Están histéricos y furiosos por la cancelación del NAIM en Texcoco, su sueño erótico con la modernidad consumista y en respuesta pregonan que habrá la perfecta tormenta económica y un desmantelamiento de las instituciones liberales (José Woldenberg dixit) que ellos mismos ayudaron a construir. No sólo están molestos e histéricos. Se notan impotentes. Su impotencia proviene de no saber donde están parados ahora, rabiosos e impotentes por no conocer la nueva realidad política que están pisando. Vamos a ayudarlos a ubicarse.
Están pisando una nueva correlación de fuerzas políticas. Y esta nueva correlación de fuerzas no debe ser confundida sólo con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador. Aunque es un actor importante, López Obrador es una mediación política pero no el productor ni el factor determinante de esta nueva correlación de fuerzas que por instantes invierte las imágenes de lo político: pueblos festejando decisiones públicas y cúpulas empresariales con cara de velorio para cuestionar esas decisiones.
Durante décadas las imágenes de lo político han sido a la inversa: pueblos lamentando y padeciendo decisiones del Estado (ejecutivos, legisladores y jueces) y clases empresariales y sus corporaciones privadas relamiéndose los bigotes por las decisiones del poder que les hicieron leyes a modo para explotar más la fuerza de trabajo, por recibir en concesión la mitad del territorio nacional para sus negocios de telefonía, televisión, radio, agua, bosques, playas, minas, petróleo, gas y eólicos que se han construido sobre el despojo y devastación en los territorios de los pueblos. Todo aceitado en un régimen de corrupción y anudado por un pacto de impunidad para los de arriba: políticos, empresarios, capos del negocio criminal.
La cancelación del NAIM en Texcoco es un momento estelar de esta nueva correlación de fuerzas políticas. Pero no es el único instante político de pueblos y comunidades celebrando victorias. Sólo en los pasados meses se han conocido al menos otra docena de casos, entre ellos la comunidad de Tepoztlán tras una lucha de 19 años contra la empresa que pretendía erigir un campo de golf en su territorio; en Chihuahua, la comunidad rarámuri de Choréachi, recibió el pasado 23 de octubre una sentencia favorable de parte del Tribunal Superior Agrario que los reconoce como legítimos propietarios de 32 mil 832 hectáreas. Tres días antes, las cooperativas pesqueras de Baja California Sur lograron que la Semarnat negara la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) al proyecto minero Don Diego que pretendía extraer arenas fosfáticas en el litoral cercano. La lista es más larga.
En Jalisco, los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo ganaron otra batalla (no la definitiva) al recibir notificación de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) de que la cortina de la presa El Zapotillo ya no será de 105 metros, sino de 80. Ellos luchan porque no haya presa.
En Oaxaca, el 11 y 12 de octubre 52 comunidades de regiones de Valles Centrales, Sierra Norte, Sierra Sur, Istmo, Mixteca y Cuicateca de los pueblos Chatino, Chontal, Cuicateco Ikoots, Mixe, Mixteco, Zapoteco y mestizo denunciaron los proyectos mineros y declararon a sus territorios libres de la actividad minera.
En Chiapas, al menos 16 organizaciones se reunieron dos días para discutir los problemas que les causan megaproyectos de infraestructura y las concesiones mineras y de explotación energética y al final se declararon en contra de todos estos megaproyectos energéticos que los afectan y divide a sus comunidades y se pronunciaron por un modelo alternativo.
Menciono apenas unos casos de las miles de luchas que resisten proyectos decididos desde las burocracias tecnocráticas y desde los departamentos de proyección de rentabilidad de grandes corporaciones privadas que esperan conseguir lucrativos negocios con estos diseños económicos.
Algunos saldrán adelante, otros serán cancelados, como el contrato de 84 mil millones de pesos a la constructora del grupo Carso (Carlos Slim) para la construcción del edificio terminal del NAIM en Texcoco.
Todas estas luchas de resistencia contra los megaproyectos y las más lucrativas dinámicas de acumulación de capital que se han emprendido en el periodo del capitalismo neoliberal en México, conforman una gran fuerza de contestación a este modelo económico, político y social.
Las resistencias producen fuerzas políticas que eventualmente se expresan por los canales institucionales, entre ellos los electorales, y posibilitan la reconfiguración del espectro político.
Más allá de la fuerza electoral y política que haya producido y capitalizado la organización política-electoral de López Obrador, no debe olvidarse que gran parte del radical cambio de subjetividad política que derrotó a la partidocracia electoral, se ha generado fuera de esos canales.
Se trata justamente de estas luchas de resistencia, de conflictos políticos producidos en situaciones de despojo y miles de experiencias políticas que tienen como horizonte la autonomía y la autoemancipación que han cuestionado la dominación política liberal-capitalista y que han trastocado el orden político en los pasados 50 años.
Estas fuerzas de abajo resquebrajaron el autoritarismo priista, cuestionaron el proyecto de modernidad salinista, la ilusión de la transición a la democracia panista y desnudaron el régimen de intereses corruptos y conservadores de la partidocracia tradicional anudada en el Pacto por México.
La fuerza política para oponerse a la oligarquía, para cancelar grandes proyectos de despojo y generar un cambio en la correlación de fuerzas política se gesta y produce, en gran medida, en estos miles de resistencias que defienden territorios, modos de reproducción de vida, y relaciones políticas distintas a las liberales.
La cancelación del NAIM, por tanto, no sólo es una jugada política del próximo gobernante, sino una victoria de quienes resisten proyectos de destrucción y acumulación, y apuestan por la reconstrucción de territorios y proyectos de vida, al margen y contra el modelo neoliberal.
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