Guadalupe Correa-Cabrera
10/10/2018 - 12:04 am
Los migrantes olvidados
En los últimos tiempos se ha hablado relativamente poco de la migración indocumentada de origen mexicano en Estados Unidos.
En los últimos tiempos se ha hablado relativamente poco de la migración indocumentada de origen mexicano en Estados Unidos. La atención sobre el tema migratorio en nuestro continente se ha centrado principalmente en la población centroamericana desplazada por la violencia o la falta de oportunidades económicas que se ve forzada a tomar un camino extremadamente peligroso a través de México hacia los Estados Unidos, poniendo en riesgo tanto sus vidas como su integridad física y emocional. Mucho se ha comentado sobre este peligroso trayecto y sobre las consecuencias de las políticas migratorias estadounidenses y mexicanas en este sentido. Inclusive, uno de los principales objetivos del próximo Presidente de México en su “nueva” relación con el país gobernado por Donald Trump tiene como eje central el tema de la migración centroamericana y el desarrollo del sur del país para resolver esta problemática.
Es verdad que la migración mexicana irregular hacia los Estados Unidos se ha reducido considerablemente y que la migración neta—que toma en cuenta la migración de retorno, es decir, a aquellos mexicanos que emigraron y regresan al país por voluntad propia o deportados—se ha tornado incluso negativa. Lo que no queda del todo claro son las verdaderas razones de esta nueva dinámica de movilidad humana. Algunos políticos y analistas especulan y han llegado incluso a declarar, de manera triunfalista, que el fenómeno se explica por un mayor desarrollo de México en la era del libre comercio en América del Norte—o lo que fuera, hasta hace poco, el TLCAN.
Sin embargo, esta última afirmación no parece tener sustento en la realidad si se analizan los datos macroeconómicos, comenzando por los más básicos como la tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) en los últimos 25 años. México en la era del libre comercio con Canadá y Estados Unidos ha crecido bien poco (casi nada) y además se ha convertido en uno de los países más violentos e inseguros del continente. En el marco de la denominada guerra contra las drogas, la Iniciativa Mérida y la militarización de la seguridad en México se han perdido varias decenas de miles de vidas y el número de víctimas de crímenes de alto impacto y desaparecidos en este conflicto armado continúa en ascenso. El año pasado fue el año más violento del presente siglo (y en varias décadas) y la situación no parece mejorar, sino todo lo contrario.
Tomando en consideración este contexto y enfocándonos en el tema migratorio quedan aún varias dudas. Si México no ha crecido y se encuentra sumergido en una gran crisis de seguridad, como lo muestran las cifras, ¿por qué entonces la gente no emigra? ¿por qué la migración mexicana en (y hacia) Estados Unidos ya no es un tema central en la agenda política nacional y en la agenda de política exterior con el vecino país del norte?
Pareciera ser que los mexicanos indocumentados en los Estados Unidos ya no son una prioridad para el gobierno mexicano. Las recientes negociaciones de un nuevo acuerdo de libre comercio con Canadá y Estados Unidos confirman esta idea pues México no pone el tema en la mesa. No obstante la poca atención que se ha dado recientemente a la situación de nuestros connacionales en la Unión Americana y la migración de retorno, éstos siguen siendo graves flagelos para la nación en su conjunto. En efecto, la migración mexicana irregular en Estados Unidos continúa siendo un grave problema humano que desafortunadamente se ha invisibilizado en la era de Trump y en tiempos electorales y de transición política en México.
Existen dos dinámicas perversas relacionadas con la migración irregular de origen mexicano en Estados Unidos que no podemos continuar ignorando pues hacerlo podría ser fatal para el desarrollo económico y la seguridad de nuestro país en un futuro muy próximo. En primer lugar, es preciso considerar el tema de la migración de retorno, cuyos flujos han crecido de manera exponencial en los últimos años. Al mismo tiempo, debemos prestar atención a la situación de los mexicanos indocumentados en Estados Unidos que viven en las sombras y que están sujetos a todo tipo de vejaciones y explotación laboral extrema en un país al que han contribuido durante sus años más productivos de vida y del que pronto tendrán que regresar.
El tema de los deportados es un grave problema en varios sentidos. México no tiene ni la infraestructura, ni la capacidad—y pareciera que ni la voluntad—para recibir de manera adecuada a toda su gente que ya dio sus mejores años a los Estados Unidos y que regresa a nuestro país en edad de retiro, con gran deterioro físico y sin ninguna prestación o esquema de seguridad social que les permita una vida digna al final su existencia. Sería interesante hacer un estudio profundo sobre la edad y condiciones de los deportados a México en los últimos años, es decir, un perfil de este segmento de población migrante. Estudios preliminares muestran que una porción importante de la migración de retorno está formada por personas que dejaron recientemente su edad productiva y que cuentan con pocas redes familiares en el país. Dicha población se encuentra sumamente vulnerable y sujeta a condiciones de pobreza extrema, marginación e inseguridad, en un país que no podrá incorporarlos a la fuerza laboral.
Las deportaciones masivas desde Estados Unidos siguen su curso y aumentan cada día el problema para México. Muchas de estas personas ya no tienen redes en este país y harán todo lo que está en sus manos por regresar a la Unión Americana donde están sus familias, beneficiando así posiblemente a las redes de traficantes de personas y al crimen organizado—agudizando con ello el problema de seguridad que no se ha resuelto en México. Las decenas de miles de mexicanos deportados en edad de retiro son víctimas invisibles de un sistema injusto al que dieron sus mejores años productivos y que ahora les responde con ingratitud e indiferencia. Contribuyeron enormemente a la economía estadounidense y ahora es México el país que debe absorber los costos de su retiro.
Otro grave problema es el que enfrentan los inmigrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos, quienes también se encuentran invisibilizados en esa sociedad por su situación migratoria irregular y están sujetos a todo tipo de abusos y explotación. En la era de “tolerancia cero a la migración ilegal” de la administración Trump, la situación de nuestros connacionales se dificulta aún más. Sin la posibilidad de un camino a la ciudadanía para aquellos que han dado a la economía estadounidense sus años más productivos, muchos serán deportados eventualmente y los más afortunados seguirán viviendo en las sombras y sin ningún tipo de seguridad social o atención médica digna y necesaria en sus últimos años de vida.
En resumen, la situación de los migrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos es un gran problema humano, además se ser un grave problema económico y de seguridad para México. Sorprende entonces que el próximo presidente de Mëxico no haya puesto sobre la mesa el tema de la migración indocumentada de origen mexicano en sus conversaciones recientes con el presidente Trump. Pareciera ser que Andrés Manuel López Obrador no ha visto con toda claridad la muy precaria situación de sus connacionales en Estados Unidos y se ha concentrado exclusivamente en el problema de la migración centroamericana.
Sorprende también que en la renegociación del acuerdo comercial con nuestros dos vecinos del norte no se haya tocado de manera fundamental el tema migratorio. Los negociadores de Peña Nieto y los de la administración entrante—incluyendo a Jesús Seade quien se pavonea en diversos foros de sus logros y su magnífica relación con Robert Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos—se congratulan con gran triunfalismo por haber “salvado el tratado”. Desafortunadamente, no llegaron a considerar el problema humano de la migración que los estadounidenses llaman “ilegal”.
Los migrantes “ilegales” mexicanos en Estados Unidos son, por ahora, víctimas invisibles que el gobierno de nuestro país tendrá que atender tarde o temprano. Haciendo un pronóstico del crecimiento de la economía mexicana en los años venideros y analizando la situación actual de las finanzas públicas, parece ser que vienen tiempos difíciles para México, sobre todo en el tema migratorio. Y no sólo es preciso ver hacia Centroamérica; nuestros migrantes mexicanos también importan.
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