Martín Moreno-Durán
04/07/2018 - 12:00 am
Las 4 mentiras de la elección presidencial
Horas después, Peña reconocía en cadena nacional el triunfo del presidente electo más votado de la historia: Andrés Manuel López Obrador. Poco antes, Meade ya había usurpado funciones y erigido en vocero electoral, anunció no sólo su derrota en las urnas sino que, de paso, le decía a todos que el ganador era AMLO, metiendo un puyazo a Ricardo Anaya que no tenía otra opción más que, igualmente, aceptar su fracaso.
+ La engañifa del “voto útil” para Anaya y Meade
+ Nuño y sus encuestas imaginarias
– La ventaja de López Obrador ya es irreversible…-, le dijeron en Los Pinos a Enrique Peña Nieto el domingo pasado. Eran más de las dos de la tarde.
– A las ocho quiero ver al Gabinete…y también quiero hablar con Pepe Meade…
Horas después, Peña reconocía en cadena nacional el triunfo del presidente electo más votado de la historia: Andrés Manuel López Obrador. Poco antes, Meade ya había usurpado funciones y erigido en vocero electoral, anunció no sólo su derrota en las urnas sino que, de paso, le decía a todos que el ganador era AMLO, metiendo un puyazo a Ricardo Anaya que no tenía otra opción más que, igualmente, aceptar su fracaso.
(Algunos intelectuales alabaron de manera excesiva a Meade, tildándolo de “demócrata ejemplar” y de haber dejado “muy alto el listón de la democracia”. Chorradas. Si bien Meade hizo bien en salir públicamente a reconocer que no sería Presidente, también es cierto que, en la praxis, no tenía otra opción. Carecía de un Plan B. ¿De qué democracia hablan, cuando lo habían apabullado en la elección? AMLO le sacaba…¡36 puntos de ventaja! Seamos serios: ni demócrata ejemplar ni paladín electoral. Meade apechugó porque así se lo ordenaron en Los Pinos y no había otro camino para él. Era reconocer o reconocer. Y punto. Ni modo que con ese mar de desventaja, no saliera bajo esa postura conciliatoria).
Y sí: AMLO y Morena arrasaron. Apabullaron. Destrozaron. Las cifras ya las conocemos todos. Allí quedarán para la historia, con un PRI desfondado y al cual López Obrador tiene la oportunidad histórica de darle el tiro de gracia, rematarlo. Que no deje sobrevivir a los corruptos. Que castigue a los corruptos. Que no le falle a los más de 30 millones que votaron por él, reclamando un cambio de fondo, profundo.
La historia no ha terminado con la elección.
Vamos, ni siquiera ha comenzado del todo.
*****
¿Qué lecciones nos deja la elección presidencial del uno de julio de 2018? Muchas. Sobre todo, mentiras históricas que se fueron dando durante los tres meses de campañas. Echemos un vistazo:
MENTIRA 1: EL VOTO ÚTIL. Hasta el último día de campaña, priistas, panistas y perredistas cacareaban al unísono que la elección aún no estaba decidida porque el tan sobado “voto útil” no se había definido, y que incluso, podría darle una voltereta a la intención del voto. Mintieron. Ese voto ya tenía dueño: AMLO. Pero, de manera perversa, insistían en engañar a los ciudadanos. “A prácticamente dos semanas de la elección presidencial, la mayoría ya decidió por quién votar. Un dato duro: el famoso “voto útil” ya engrosa, desde hace semanas, el abultado porcentaje de preferencia electoral en favor de Andrés Manuel López Obrador. De ahí que alcance niveles exorbitantes de entre 50 y 54%, números muy altos para cualquier candidato a nivel mundial. Allí reposa ya el “voto útil”. ¿O cómo explicar, entonces, la diferencia tan abismal entre el primero con el segundo y tercer lugar? Inalcanzable el tabasqueño.”, escribí en mi columna del 13 de junio pasado. No fallé en mi observación.
MENTIRA 2: LAS ENCUESTAS DE INTERÉS. Una y otra vez insistí en que desde 2012, el diario Reforma era el que encuestas más certeras ofrecía. Y esta vez, volvió a acertar: el miércoles 27 de junio, estableció que AMLO ganaría la elección con 51% del voto (triunfó con 53%), mientras que Anaya obtendría 27% (registró 22.5, dentro del margen de error), y Meade tendría 19% (tuvo 16.5%). Una vez más, Reforma es confiable electoralmente. Hubo casos totalmente dispersos, como el caso de El Heraldo de México, que ponía a AMLO (38%) sobre Meade (25%), con únicamente 13 puntos de diferencia en la misma fecha; o bien, El Sol de México llegó a colocar a Meade en empate técnico con AMLO. Allí quedará quien hizo bien su trabajo y quien no lo hizo.
MENTIRA 3: LOS EMBUSTES DE AURELIO NUÑO. “Es muy alentador ver que en 4 de 6 encuestas que hoy se publican nuestro candidato @JoseAMeadeK se ubica en 2º lugar y en 5 de ellas reporta un crecimiento. Además, se sigue registrando un alto número de indecisos, que estamos seguros lograremos convencer. #VotaMeade”, tuiteó Aurelio Nueño, coordinador de la campaña priista, el miércoles previo a la elección. Nuño mintió por doble vía: primero, jamás existieron esas encuestas a las que hace referencia ubicando a Meade detrás de AMLO (al menos, no con las encuestadoras más confiables), y segundo, en que ese “alto número de indecisos” ya no existía para entonces, y Nuño lo sabía. ¿Quién castiga a los mentirosos crónicos dentro de una elección? Por lo demás, a futuro, ya sabremos que el salinista Nuño no es confiable y suele blofear sin ningún recato, insultando la inteligencia de ciudadanos y electores.
MENTIRA 4: PEÑA JAMÁS RECONOCERÁ EL TRIUNFO DE AMLO. Empresarios y radicales del PRI se empeñaron en que, de ganar AMLO la elección, Peña Nieto no reconociera su triunfo electoral, poniendo al país al borde de la desestabilización. De forma malévola, hicieron correr la especie, inclusive, de que el tabasqueño estaba enfermo, o bien, que no estaba apto para ser Presidente. Y todo, con tal de impedir su arribo a Los Pinos. Empero, se olvidaron de algo fundamental: AMLO era la última oportunidad de Peña Nieto para medio salvar su imagen. Y así lo aprovechó el mexiquense. En todo caso, el enemigo histórico de AMLO es Salinas, no Peña. Y por eso lo adelantamos en nuestra columna del 30 de mayo pasado: “…Y uno de esos caprichos que se presentan invariablemente en la vida de un político, se le pondrá enfrente a Enrique Peña Nieto la misma noche del próximo uno de julio, día de la elección presidencial. Una especie de última llamada para intentar pasar a la historia como un demócrata, aunque no lo sea. Para procurar resarcir su desprestigiado nombre. Para lograr un momento que lo marque de manera positiva al hacer el balance final de su gobierno, al menos, en el episodio de la transición presidencial. Enrique Peña Nieto tendrá, dentro de prácticamente un mes, una oportunidad de oro, única e irrepetible dentro de su agonizante sexenio, para intentar medianamente revertir su deshonra pública y, como ocurre en las democracias consolidadas, reconocer – claro, siempre y cuando así ocurra en las urnas a golpe de votos-, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la cada vez más cercana elección presidencial”. Hasta aquí, aquel texto. Finalmente, así ocurrió.
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AMLO fue electo presidente de México. Se llama democracia, y en ella, manda la mayoría. Así de sencillo.
Salinas, Peña, Fox y compañía enfrentarán, seguramente, las consecuencias de sus actos en contra de AMLO, a quien odian y quisieron aniquilar. O quieren aún. Ya lo veremos, de una u otra forma.
Mientras, AMLO deberá no fallarles a quienes votaron por él. A quienes confiaron en él. A quienes le dieron su voto sin condicionamientos.
¿Cómo?
Serán temas de columnas posteriores.
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