Rubén Martín
01/07/2018 - 12:00 am
Más allá del voto: la otra política en México
Votar en el sistema de democracia liberal es una forma extremadamente restringida de participación política que se limita a depositar una papeleta cada seis años (por Presidente) o cada tres años (por gobiernos municipales o legislativos).
Millones de mexicanos acudirán entusiasmados, legítimamente, a votar este domingo para buscar un cambio político significativo en el país y en sus vidas. La educación cívica dentro del sistema político liberal nos ha hecho creer que el acto de votar es la principal forma de participación en los asuntos de una comunidad y de una sociedad. Millones de mexicanos se acostarán este domingo pensando que al
depositar un papel en una urna de plástico contribuirán a la transformación política del país. Respeto esta forma de entender la política, pero creo que es insuficiente.
Votar en el sistema de democracia liberal es una forma extremadamente restringida de participación política que se limita a depositar una papeleta cada seis años (por Presidente) o cada tres años (por gobiernos municipales o legislativos).
El desastre de país que ha heredado la partidocracia tradicional (PRI-PAN-PRD) propicia la creencia en que otros partidos de más reciente creación y sus dirigentes y candidatos serán capaces de salvar al país de la catástrofe. Estoy convencido de que no será así, y de que en algunos años veremos que esta eventual salida política se mostrará como mera ilusión.
La política liberal nos quiere educar y entrenar para pensar y actuar sólo dentro de los limitados límites de este sistema: un modelo de democracia liberal representativa donde los partidos tienen el monopolio de la política, donde la única forma de participación que se concede a los millones de mexicanos es el acto de votar, y que el resultado de esa votación define quienes de la clase política
profesional tomarán el control de los poderes públicos, y definirán el rumbo del país por un trienio o un sexenio. Como escribí antes, esta propuesta de participación política es una farsa, es una bicoca de democracia.
Contra esta restringida forma de participación política quiero llamar la atención hacia otras formas de participación política que ocurren en México cotidianamente y que regularmente son ignoradas en los medios informativos tradicionales, subestimadas en los comentaristas profesionales, o combatidas y estigmatizadas en los distintos gobiernos.
Me refiero a los miles de movimientos sociales, luchas y resistencias sociales y formas de hacer política alternativa que millones de mexicanos despliegan al margen de las formas tradicionales de hacer política. Las distintas dinámicas de acumulación que imperan en el capitalismo neoliberal que se despliega en México han generado al menos 5,000 conflictos políticos por despojo.
Se trata de respuestas políticas que comunidades, pueblos y barrios generan para detener la invasión, despojo o privatización de sus tierras y medios de reproducción de la vida para ponerlas al servicio de las distintas dinámicas de acumulación de capital, como explotaciones mineras, energéticas, forestales, de agua, de biodiversidad, inmobiliarias, comerciales, industriales, y de espacios públicos.
Todo este ciclo renovado de acumulación por despojo ha generado el mayor conflicto político de la historia reciente del país. Este ciclo renovado del despojo capitalista, es resistido y combatido por millones de mexicanos a través de miles de resistencias y luchas políticas que buscan no sólo defenderse de este embate capitalista, sino a la vez proteger y recrear sus modos de reproducción de vida
autónomos, para no depender del Estado y el capital.
Y la potencia de estas resistencias frente a los procesos de acumulación por despojo están creando uno de los movimientos políticos más importantes de la modernidad capitalista mexicana; no es un movimiento tradicional que se exprese en a través de los partidos o medios institucionales, aunque en ocasiones los usen, no son los conocidos movimientos sociales que denuncian en los medios y en la opinión pública para buscar influir en las políticas públicas. Se trata de movimientos de gente común y sencilla que con su resistencia, con su rabia al despojo y con organización y su enérgica oposición a los proyectos de muerte desatados por las políticas y dinámicas del capital, se han convertido en el principal movimientos político del México contemporáneo.
Por encima de los partidos, a un lado del sistema político y al margen de la economía de mercado capitalista, este amplio número de movilizaciones, dispersas, descentradas y deslocalizadas, están constituyendo la fuerza social y política más potente que ha enfrentado hasta ahora el capital.
En este proceso de resistencia frente a las diversas dinámicas de acumulación por despojo, se produce una vasta constelación de comunidades en lucha que en su oposición se convierten en un poderoso movimiento antisistémico, aunque discursivamente no se le nombre de ese modo.
La defensa de un río, un bosque, un parque urbano, una playa, un ejido se convierte en un movimiento antisistémico de gente común y sencilla que busca conservar el territorio y modos de reproducción de la vida que tenían y que un proyecto de inversión capitalista pone en riesgo. “Gente común, es decir, rebelde”, según escribió Holloway.
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