Gustavo De la Rosa
19/06/2018 - 12:00 am
La ignorancia de Anaya
Ricardo Anaya tiene fama de ser muy inteligente; cuando ingresó joven a la política se le conoció como el chico maravilla por su agilidad mental y habilidad para responder preguntas complejas, pero se nota ignorante y arrogante en sus mensajes y sus reacciones inmediatas a problemas concretos. La máxima centenaria “lo que Natura non da, Salamanca non presta” en su caso es más bien “lo que Salamanca non presta, Natura non da”.
Ricardo Anaya tiene fama de ser muy inteligente; cuando ingresó joven a la política se le conoció como el chico maravilla por su agilidad mental y habilidad para responder preguntas complejas, pero se nota ignorante y arrogante en sus mensajes y sus reacciones inmediatas a problemas concretos. La máxima centenaria “lo que Natura non da, Salamanca non presta” en su caso es más bien “lo que Salamanca non presta, Natura non da”.
La política no es un arte que dependa de la creatividad, imaginación o agilidad mental, sino una disciplina que ha sido pensada y repensada por los grandes filósofos, con tanta información acumulada que es imposible para una sola persona, por inteligente que sea, construirla de la nada; por eso es que podemos ver a este tipo listo, inteligente y sin escrúpulos realizar acciones impresionantes, como eliminar a Margarita Zavala de la contienda y contaminar la ideología del Partido Acción Nacional (PAN) con su alianza con el de la Revolución Democrática (PRD), para después cometer los peores errores que han sido señalados como estupideces por los grandes pensadores de la política.
Sun Tzu, sobre la guerra, plantea un principio fundamental: ganar la guerra sin llegar a la batalla; y esto sólo se logra si eres capaz de conocer al enemigo y el terreno donde se va a realizar la batalla; si Anaya hubiera tenido el cuidado de leer a uno de los teóricos de la política, habría tenido cuidado de conocer el territorio de la política mexicana y de su partido, y advertido que traicionar a Margarita lo convertiría en traidor, perdería credibilidad y a partir de ahí nadie le iba a dar la cara. Por eso todos celebramos cuando Andrés Manuel López Obrador cuidó su cartera.
Conocer el terreno de la contienda es saber que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) representa por lo menos el 30 por ciento del electorado y que sólo ganará aquel que logre una fuerte migración de esos votos a su causa, pero Anaya cerró toda posibilidad de esto cuando amenazó con encarcelar a Enrique Peña Nieto. Él no amenazó al Presidente de la República porque crea que es posible hacerlo, sino porque es un ignorante de la historia política de este país; desconoce que el problema más grave que enfrentó Benito Juárez cuando ya era Presidente establecido fue decidir el fusilamiento de Maximiliano, porque en un país de tlatoanis la vida de los tlatoanis debe respetarse.
Algún técnico en mercadotecnia le aconsejo que la propuesta de encarcelar a Peña Nieto le iba a acarrear muchas buenas voluntades de mexicanos, pero esto significa que Anaya es más un publicista que un propagandista político. Si quiere ganarle al PRI sin llegar a la batalla debe tener cuidado de respetar la figura del Presidente de la República, porque defenderlo es el último reducto que le queda al tricolor; cuando este partido estuvo fuera del poder supo ser crítico y duro con los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón pero nunca los confrontó, más bien intentó degradar la institución presidencial.
Realizar esta amenaza a sabiendas de que no lo va a lograr y sin que exista una gran movilización ciudadana para enjuiciarlo penalmente es no conocer la actitud del pueblo; le faltó hacer las cuentas y encuestas sobre cuántos mexicanos soñaban con meter a la cárcel al Presidente porque no leyó a otro teórico de la política, el Presidente Mao, que dijo: “el que no cuenta no tiene derecho a hablar”.
También en ese caso se nota que Anaya ignoró a uno los clásicos indispensables: Nicolás Maquiavelo, quien advierte a aquellos que quieran tomar el poder que antes de la batalla se debe conseguir el apoyo de por lo menos una parte mínimamente significativa de las fuerzas del adversario. Nunca entendió que estando dividida la voluntad electoral en tercios, la única manera de ganar consistía en restarle votos a alguno de los dos rivales.
No pudo hacer el análisis concreto de la situación concreta porque nunca leyó a Lenin, y lo que analizó fueron sus deseos y sus truculencias, sustituyó la realidad por sus pensamientos y le dio la oportunidad a AMLO (quien sí sabe de teoría política) a que dividiera al PRI y logrará sumar a todos los ex priistas a su favor. Ahora Anaya le reclama a López Obrador que resultara más inteligente que él.
México necesita un gran político en estos momentos, y la inteligencia política sólo funciona cuando se le añade honestidad y credibilidad. El único candidato que tiene estos atributos es Andrés Manuel, porque a Anaya ya no le cree ni su mamá.
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