Jorge Alberto Gudiño Hernández
26/05/2018 - 12:00 am
Para resolver un problema
Me gustan los acertijos matemáticos desde que era niño. Tienen algo de reto y, en sus propios planteamientos, suelen estar las respuestas. Conforme fui entendiendo más de ese mundo, descubrí que existen problemas que se plantearon hace cientos de años y siguen sin respuesta pese a que las mejores mentes matemáticas se han ocupado de ellos.
Me gustan los acertijos matemáticos desde que era niño. Tienen algo de reto y, en sus propios planteamientos, suelen estar las respuestas. Conforme fui entendiendo más de ese mundo, descubrí que existen problemas que se plantearon hace cientos de años y siguen sin respuesta pese a que las mejores mentes matemáticas se han ocupado de ellos.
Lo anterior me lleva a pensar que no todos los problemas tienen solución. Ni siquiera los que cuentan con parámetros cerrados y cuyos objetos de estudio son cognoscibles casi por completo. Mucho menos los otros, los que nos afectan a diario, en los que no se puede tener control (a veces ni conocimiento) de todas las variables.
He escuchado, como todos, decenas de spots de campaña. También puse atención a los debates. Las propuestas, cuando las hay, aseguran que se combatirán los problemas del país. Decirlo es casi un lugar común: no se me ocurre otra forma de prometer. Sin embargo, los cómos quedan pendientes. El asunto, empero, no es suficiente. Estoy convencido de que no basta un sexenio (ni varios) para resolver problemas como los que enfrenta a México. Enlisto algunos sólo por morbo, pues los conocemos bien: corrupción, impunidad, crisis de derechos humanos, economía, educación, bienestar, desigualdad, violencia, seguridad, migración, políticas públicas, relaciones internacionales, acceso a oportunidades y tecnología, injusticia social, estado de derecho y varios más que se pueden sumar.
No hay forma de resolverlos.
No en el corto plazo. Puedo imaginar a un grupo con las mejores mentes de este planeta buscando soluciones. Ninguna será mágica, ninguna el resultado de plantear complejos modelos matemáticos o ecuaciones. Simple y sencillamente no hay forma. Las variables son demasiadas, ni siquiera se conocen a cabalidad. Los factores externos se acumulan por doquier.
No hay, pues, respuesta mágica. No se arreglarán los problemas por decreto. Tampoco haciendo pactos o construyendo un mejor sistema democrático. Mucho menos, pensando que se puede lograr en un plazo relativamente corto: no un año, no tres, no el sexenio completo.
Si creyéramos que los candidatos son bienintencionados y harán su mejor esfuerzo por resolver estos problemas (algo que nunca ha sucedido), apenas se podrían sentar las bases para que esto se resuelva en las próximas décadas. Apenas. Y ese apenas puede bastar, si existiera. Sin embargo, a mí me queda muy claro que se necesitará mucho trabajo y que, en un inicio, es importante reconocer la realidad en la que existen estos problemas. Recorrer el país o hacer mítines no basta, tampoco lanzar spots o llamar a acuerdos. Se necesita un diagnóstico específico, un plan de acción y mucha sinceridad. De entrada, para reconocer que en el mandato del próximo presidente, será imposible resolverlo todo.
Es más sencillo encontrar un acto de honestidad de esa magnitud en un matemático que lleva toda su vida dándole vueltas a un problema que en un político que busca ganar la presidencia. No habiendo, pues, método en el abordaje de los problemas, difícilmente habrá solución.
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