En un gesto inédito, todos los obispos de Chile han renunciado a sus cargos a modo de protesta y presión hacia el Papa Francisco, a quien piden su renuncia y el esclarecimiento de los casos de abusos sexuales a menores en el país sudamericano.
Ciudad del Vaticano, 18 de abril (EFE).- Todos los obispos chilenos han puesto sus cargos en manos del Papa Francisco al asumir sus «graves errores y omisiones» en los casos de abusos sexuales a menores en el país, en una decisión histórica e inédita en la Iglesia.
La decisión llega después de que Francisco los convocara, del 15 al 17 de mayo, para reunirse con él en el Vaticano y tras constatar que había sido mal informado sobre los abusos sexuales a menores, en particular en relación al caso de Juan Barros, acusado de encubrir al sacerdote Fernando Karadima.
El secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, el obispo Fernando Ramos Pérez, y el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González Errázuriz, comparecieron hoy ante la prensa para leer una declaración en la que anunciaron: «Hemos puesto nuestros cargos en manos de Santo Padre para que libremente decida con respeto sobre cada uno de nosotros».
Después explicaron que «el Papa, según lo estime conveniente, podrá aceptar la salida de un obispo o rechazarla» y, mientras lo decide, «continuarán en sus plenas funciones».
En al primera reunión, Francisco les entregó un texto en el que indicaba con claridad «una serie de hechos reprobables», en relación a los «inaceptables abusos de poder, de conciencia y sexuales», explicaron los obispos.
La carta era un documento durísimo de diez páginas, que filtró durante la madrugada italiana el canal de televisión chilena Tv13 y que contiene parte de la conclusiones de la extensa investigación que realizó el arzobispo maltés, Charles Scicluna.
El informe de Scicluna, de más de 2.000 páginas, y que recoge el Papa en su carta, denuncia «que algunos religiosos, expulsados de sus respectivas órdenes por los abusos cometidos, fueron acogidos en otras diócesis y recibieron encargos que los llevaron a estar en contacto con niños y chicos».
También denuncia que las investigaciones sobre los abusos y que en «las denuncias recibidas en no pocos casos se calificaron muy superficialmente como inverosímiles lo que eran graves indicios de un efectivo delito».
«Algunas investigaciones ni siquiera se llevaron a cabo y se verificaron negligencias en la protección de los niños por parte de los obispos y de los superiores religiosos», se lee en las conclusiones del informe recogidas por el pontífice en su misiva a los obispos.
También hubo, se agrega en el documento, «presiones contra los que debían encargarse de los procesos, además de la destrucción de documentos comprometedores por parte de encargados de archivos eclesiásticos, evidenciando así una absoluta falta de respeto por el procedimiento canónico y, más aún, unas prácticas reprobables que deberán ser evitadas en el futuro».
Ante ello, el Papa afirmó que «los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando casos concretos y reduciéndoles a remoción de personas. Esto hay que hacerlo, pero no es suficiente hay que ir más allá».
En su carta, Francisco afirma que «creer que solo la remoción de las personas, sin más, generaría la salud del cuerpo es una gran falacia. No hay duda de que ayudaría y es necesario hacerlo, pero repito, no alcanza».
Y advierte a los obispos: «Cuidémonos de la tentación de querer salvarnos a nosotros mismos, salvar nuestra reputación, salvar el pellejo».
Ante estas consideraciones, a los obispos chilenos no les quedó otro remedio que «hacer un gesto colegial y solidario, para asumir -no sin dolor- los graves hechos ocurridos y para que el Santo Padre pueda, libremente, disponer de todos nosotros», indicaron.
También quisieron «pedir perdón por el dolor causado a las víctimas y al pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones», en la declaración leída ante la prensa y sin posibilidad de preguntas.
Dieron las gracias «a las víctimas por su perseverancia y valentía, a pesar de las dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces, en medio de la incomprensión y ataques de la comunidad eclesial».
«Una vez más imploramos su perdón y su ayuda para seguir avanzando para la curación y cicatrización de heridas», agregaron.
Los obispos explicaron que se ponen «en camino, sabiendo que estos días de honesto diálogo han sido un hito dentro de un proceso de cambio profundo conducido por el Papa Francisco y en comunión con él, queremos restablecer justicia y contribuir a la reparación del daño causado».
Tocará ahora al Papa la ardua labor de «descabezar» totalmente a todo el clero chileno o castigar solo a aquellos quienes considera responsables de los encubrimientos y de haberle ocultado y tergiversado la información.