Especialista en Historia de México y América Latina, el prestigiado John Womak, profesor emérito de la Universidad de Harvard, hace en esta entrevista un análisis del momento político que vive el país de cara a la elección más grande de su historia, y afirma que, hasta ahora, en México no hay multipartidismo, pues todos los partidos están hechos a imagen y semejanza del PRI.
Del PRI, considera, sólo queda el membrete: «La mayor parte del PRI está en el PRD o en otros grupitos. Se deshizo. El candidato presidencial no es militante priista de hueso colorado y no usa el logo del PRI. Abandonaron su propia marca. Increíble. Tiene sentido. Cuando se es político hay que nombrar al menos peor de entre los peores».
Graduado summa cum laude en Harvard en 1959, Womak volvió a su alma mater en la década de los sesenta para obtener un Doctorado en Historia con investigaciones que le dieron reconocimiento internacional y su libro más famoso: “Zapata y la Revolución Mexicana”. Womak fue profesor de Historia y Economía de América Latina en Harvard hasta junio de 2009, y entre sus alumnos más famosos está Carlos Salinas de Gortari, ex Presidente de México.
Washington, D.C/Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).— John Womack, maestro y defensor de Carlos Salinas de Gortari, dice que no le sorprende que su ex alumno siga en el ojo del huracán pues, para muchos, «siempre será el padrino de todos los padrinos». En entrevista exclusiva, el afamado autor de «Zapata y la Revolución Mexicana» (1969), aborda la coyuntura actual que vive México y ofrece su opinión como uno de los historiadores que mejor conoce el pasado de nuestro país y de América Latina.
A lo largo de una hora, el hoy profesor emérito de la Universidad de Harvard explica, en inglés, con frases en español entremezcladas, el fin de la maquinaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la muerte del presidencialismo, aclara que una «cuarta transformación» histórica de México no es posible sin un contexto de crisis internacional, y llama «fabricación patriota» la versión sobre la historia mexicana del candidato puntero en las encuestas: Andrés Manuel López Obrador.
Womack ya no habla con frecuencia con Carlos Salinas como solía hacerlo durante su sexenio. Lo ha visto un par de veces cuando el ex Presidente ha visitado Harvard. En noviembre de 2016 y en abril de 2017, Salinas fue invitado por estudiantes mexicanos en Harvard a hablar sobre los retos de Latinoamérica y el TLCAN.
Womack, de 80 años de edad, se jubiló en 2009 de su puesto de profesor de Historia. Dedica su tiempo a investigar y escribir sobre la cultura política de México en el siglo XIX para, dice, poder explicar por qué hubo tanto «desmadre» en la Revolución (ver, al final, ficha biográfica).
Salinas, el ex Presidente más controvertido de la historia moderna de México, es su ex alumno más famoso. Además de impartirle varios cursos, Womack fue uno de tres académicos que asesoraron la tesis con la que Salinas obtuvo su doctorado de Economía Política y Gobierno en 1976.
Entre 1995 y 2000 entrevisté varias veces a Womack. En 1995 vaticinó el fin de la maquinaria del PRI y dijo que el choque frontal entre Salinas y Ernesto Zedillo incapacitó a Zedillo para gobernar. Culpó a los «caciques políticos» de querer erradicar el proyecto salinista y enterrar su legado.
En 2000, la última vez que hablamos, pronosticó que la alternancia en la Presidencia no iba a producir cambios verdaderos pues el nuevo ungido –sin partido ni grupo político– tendría que pactar con los hombres que tienen el dinero y sustentan el poder. «Puede que un sistema de partidos se forme en los próximos años, pero siempre hay que ver por debajo para saber quién mueve qué y casi siempre es el dinero. Así opera la política en México desde el virreinato». Hoy dice que el multipartidismo no tiene sentido en un país como México donde los partidos están hechos a imagen y semejanza del PRI.
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–Salinas sigue presente en la narrativa mexicana. La gente cree que es el «padrino de todos los padrinos». AMLO lo culpa de estar detrás de la guerra sucia en su contra. Dice que Salinas le da órdenes a Carlos Slim.
–No me sorprende. Es retórica política. Son como lo aullidos de Trump contra los musulmanes y los inmigrantes. Palabras huecas. Si hace dos años me hubieras preguntado cual sería uno de los temas centrales de la campaña presidencial de 2018 te hubiera dicho que Salinas. Es el «padrino de todos los padrinos», como dices. Salinas siempre será una bolsa de boxeo.
–¿Por qué?
–Bueno, porque mucha gente cree que es el peor entre los peores. Y no hay manera de convencer a la gente.
–Salinas recientemente celebró su cumpleaños 70 con una recepción a la que invitó a buena parte de la élite política nacional. Algunos medios dijeron que es prueba de que es el verdadero poder en México. ¿Qué opina?
–Es una manera simplista de ver a México. Se ofrece un banquete e invitas a todo mundo y la gente quiere venir a ver quienes más van a estar. Van para ser vistos. Pero usar eso como barómetro de verdadero poder político refleja, otra vez, la visión de que hay alguien todopoderoso responsable de todo lo que pasa y de que las cosas a veces salgan mal. Si es todopoderoso tiene que ser malvado. Es como el cuento El Mago de Oz que resultó que no tenía ningún poder como creía la gente. Creo que Salinas debe tener algo de poder. Es regla que todo los ex presidentes tengan algún de poder. Pero creo que es un error usar la lista de los que asistieron a su fiesta para definir quienes están dentro y quienes están fuera.
–Lo cierto es que la opinión pública contra Salinas no ha cambiado. En todo caso ha empeorado.
–Y no cambiará. Seguirá siendo tema político por el resto de su vida. Siempre. Incluso después de su muerte.
–¿Habla seguido con Salinas?
–Seguido, no. De vez en cuando lo veo, pero no hablamos de política mexicana. Él tiene sus propias preocupaciones. Me da la impresión que lo que hace es tratar de mantener algún tipo de equilibrio y evitar que haya más desorganización. Pero no le pregunto que está pasando. No tiene por qué decirme. Soy extranjero y no tengo responsabilidades políticas en México, así que es mejor no saber.
–¿Entonces de qué hablan?
–De historia, teoría política, etcétera.
–¿Pero no sobre México?
–No, no, muy poco.
–¿El rompimiento entre Salinas y Zedillo fracturó más al PRI?
–El PRI se fracturó en la sucesión de 1982. Fidel Velázquez y Luis Echeverría tuvieron que tolerar a Miguel de la Madrid. Un técnico que podía lidiar con el presupuesto y la crisis económica. Se creyó que podían tolerarlo porque después, en la sucesión de 1988, las cosas regresarían a la normalidad. Creo que no se creía que la ruptura sería tan profunda y grave. Pero las elecciones de 1988 dejaron ver la gravedad de la ruptura. Para entonces el cismo entre Salinas, Alfredo del Mazo y Cuauhtémoc Cárdenas era descarado. La escisión entre Zedillo y Salinas, el asesinato de Colosio [Luis Donaldo Colosio Murrieta], el choque en torno a la sucesión y el llamado ‘error de diciembre’ de 1995, culminaron en la toma de la banca mexicana por Nueva York en 1997. Fue la gota que derramó el vaso. Hasta los llamados técnicos se derrumbaron. Digo llamados porque en realidad eran políticos. No se toma el poder por mérito técnico.
–¿Qué provocó la ruptura al interior de un partido que llegó a ser uno de los más represivos y autoritarios del mundo?
–La ruptura no es del PRI sino de su maquinaria. Eso era el PRI, una mera maquinaria que operaba debido al constante reclutamiento de nuevos cuadros y a las concertaciones de componendas sólidos entre camarillas. Las dos crisis más importantes que demolieron a las camarillas gobernantes del PRI fueron el crack financiero de 1982 y la venta de los bancos mexicanos a Nueva York en 1997. Las diferentes facciones empezaron a derrumbarse. Antes, en cada sucesión salían a la luz diferencias y divisiones entre los grupos gobernantes, pero se las arreglaban para negociarlas. Pero no en 1982. La segunda gran crisis fue en 1997 cuando Nueva York compró los bancos mexicanos. El gobierno vendió a Nueva York la capacidad de México de decidir sus finanzas y su balanza de pago. Se la vendió a Citigroup.
– ¿Qué viene para México?
–Sería un error concluir que México está a punto del derrumbe o que dejará de funcionar. México siempre ha sido más desorganizado a nivel nacional que lo que aparenta. Por un tiempo, cuando menos desde 1930, parecía ser un país unido y firme, pero creo que eso era una exageración. Hoy esta más desorganizado y hay más violencia social y popular que antes, pero no creo que México vaya a derrumbarse. México es como un altero de arena en una construcción. Si lo empujas algunos granos se caen, cambia la forma un poco, pero sigue siendo un altero de arena. México es más eso que una máquina delicada que se puede destartalar o alguien puede frenar.
DEL PRI, SÓLO PEDACITOS
–¿Es Salinas responsable por la ruina del PRI?
–Como dije en su momento, la administración de Salinas fue la última que por un tiempo pudo hacer, con oficio, reformas, renegociar y reconstruir a las camarillas. Pero la maquinaria del PRI se escindió. Hoy sólo quedan pedacitos. Improvisan candidatos, conciertan alianzas y demás, pero todas las administraciones han sido y son muy débiles. No pueden hacer nada. Fue fantasía haber esperado algo de Enrique Peña Nieto. El PRI como maquinaria de mando y control ha estado averiada desde hace más de 30 años. Antes sabía cómo reprimir. Hoy la represión es desorganizada y fragmentada. No está centralizada. Son demasiadas las facciones reprimiendo. El gobierno perdió el control de la represión en lugares como Michoacán, por decir uno.
–¿Qué queda entonces del PRI?
–El membrete. La mayor parte del PRI está en el PRD o en otros grupitos. Se deshizo.
–El candidato presidencial no es militante priista de hueso colorado y no usa el logo del PRI.
–Abandonaron su propia marca. Increíble. Tiene sentido. Cuando se es político hay que nombrar al menos peor de entre los peores.
–¿Qué ha sido de las camarillas?
–Hay maquinarias a nivel estatal que más o menos parecen funcionar. La única que se me ocurre sería la de Sonora. Pero aún allí está bajo ataque. Los políticos siempre se atacan entre sí y la gente que estudia la política se va de bruces. Las luchas, ataques y contraataques legales y políticos son típicos de la política. Entonces se exagera la alarma.
¿Cuando menciona Sonora se refiere a Manlio Fabio Beltrones?
–Sí, por él, más que nadie.
–¿Funciona como las viejas camarillas del PRI?
–Diría que sí.
–¿Ha muerto el presidencialismo?
–Diría que sí, desde 1994, cuando la crisis. No fue tanto la rebelión de Chiapas sino el asesinato de Colosio y toda la confusión y tremenda lucha intestina en el PRI. Veamos a los presidentes que han habido desde entonces: Zedillo, Fox, Calderón, el actual. Son presidentes que no pudieron ser presidentes como antes.
–¿Con poder ilimitado?
–El Presidente jamás ha tenido todo el poder. Oficialmente y por leyenda México era un país presidencialista. Se remonta a Don Porfirio Díaz y Don Benito Juárez. El Presidente tenía que ver con todo porque era el representante de la Nación, pero su poder en realidad era muy débil. A los diarios y a la opinión pública les gusta creer que el presidente es todopoderoso, pero la realidad es otra. Veamos las cosas que han prometido y no han cumplido. Han dicho que van a terminar con la pobreza, que van hacer crecer al país, arriba y adelante. Si los presidentes son todopoderosos, ¿por qué no lo han hecho? Es una fantasía creer que el Presidente puede. Los presidentes ahora tienen muchos más enemigos internos verdaderos que los que solían tener. Ningún Presidente ha podido formar una administración consistente y coherente.
–¿Desde Salinas?
–Salinas lo hizo mejor que De la Madrid, pero desde entonces nadie ha podido hacer lo que él empezó.
–¿Tiene algún significado que México tenga un sistema de partidos?
–Algo, pero creo que cada uno de esos partidos funciona como funcionaba el PRI. Viven de los salarios de los diputados y de los contratos que regalan a sus favoritos. Así que no me impresiona el que haya diferentes partidos. La gente tiene la opción de votar por su partido y sentirse bien, pero un sistema multipartidista en un país como México realmente no tiene ningún sentido.
NEGOCIAR CON CAPOS
–¿Qué hacer ante la violencia?
–No creo que alguien pueda frenar la violencia y la desorganización por la que atraviesa México. Claro, los políticos pueden prometer y no dudo que algunas sean sinceros y crean en lo que dicen. Pero no será hasta que Estados Unidos cambie –que es el factor más importante en la política mexicana y ha sido desde la segunda guerra mundial–. En tanto Estados Unidos sea el dueño de los bancos y México carezca de una clase gobernante competente, no veo cómo las cosas pueden mejorar. No hay nada que los gobiernos mexicanos puedan hacer para acabar con el problema. Si los estadounidenses dejaran de consumir drogas e importarla de México quizá entonces podría acabarse el negocio. Los narcotraficantes en México se volverían caballeros y filántropos como en Estados Unidos. Los grandes gánsteres de la industria. Por lo tanto, la política en México seguirá siendo una decepción.
–¿Fatalista?
–No soy un fatalista, pero sí creo que hay límites a lo que pueda hacer México. El Presidente no puede hacer mucho. Eso no quiere decir que no se deba luchar por lo que se cree.
–¿Es opción negociar con los cárteles?
–Tener negociaciones discretas y secretas es mejor a no tenerlas. Tiene sentido tratar de negociar con ellos para que su negocio tenga algún tipo de seguridad. Por lo que observo la violencia se da entre cárteles. Muere mucha gente inocente, personas que los cárteles en guerra creen que si no están con ellos, están contra ellos. Pero en tanto no cambie el consumo en Estados Unidos o las leyes que lo rigen, los cárteles seguirán violando leyes y combatiendo entre ellos.
Para Washington y Nueva York, el poder detrás de Washington, el narcotráfico es sólo excusa para presionar a México en otros temas. Los gobiernos de Washington usan el tema de la droga como palanca para poner presión en asuntos que le preocupan más que las drogas. Presionan para lograr regulaciones favorables en los sectores financiero y petrolero, por ejemplo.
TESIS DE AMLO, FABRICACIÓN
–AMLO habla de encabezar la gran cuarta transformación del Estado mexicano, siendo las tres primeras la Independencia, la Reforma y la Revolución. En su tesis de la UNAM dice que la Guerra de Reforma consiguió la destrucción del poder del clero y el sometimiento del poder militar a la autoridad civil, pero solamente porque existía ya un Estado, que tras el fusilamiento de Maximiliano se fortalece y adquiere en definitiva el carácter nacional. Y concluye que pese a que la doctrina del liberalismo permeó en todo el país en cuanto a su expresión política y económica, no se expresó de la misma manera en el orden social. Por lo tanto, el liberalismo social surgiría a partir del movimiento revolucionario de 1910. AMLO dice que quiere ser como Juárez. ¿Qué opina?
–Con todo respeto a sus principios y valentía, su versión de la historia es otra fabricación patriota. Así no fue la historia. En los últimos años he estado estudiando y escribiendo sobre aquello. La formación de la cultura política de México en el Siglo XIX, antes de la Revolución, para explicar por qué hubo tanto desmadre en la Revolución. En breve, puedo decir que la historia no sucedió conforme a lo que dices que dice.
–¿Se puede hacer una gran transformación como ambiciona AMLO?
–Pues buena suerte con la idea de que es posible hacer la cuarta transformación. Primero, las grandes transformaciones requieren de grandes guerras internacionales. La Reforma y la resistencia contra los franceses se dieron en el marco de grandes conflictos internacionales. México era parte del mundo. La plata mexicana era parte sustancial de la economía mundial. México no existe en el vacío. La idea de que los presidentes pueden hacer revoluciones por sí solos es un delirio, un sueño. Tienen que decirlo para que sus creyentes voten por ellos, pero cualquier adulto, cualquier persona madura y sensata, sabe que las revoluciones simplemente así no se hacen. Expropiar bancos, tomar el control de las instituciones financieras y planificar la economía para ofrecer empleos y tierras a la gente, no equivale a una transformación verdadera. En todo caso, es una revolución tipo George Soros.
Diría esto: si en diciembre cuando tome el poder el próximo Presidente, quien quiera sea, digamos que es AMLO, ocurre una crisis internacional grave, algo que pronto desemboca en guerra, con todo tipo de consecuencias económicas y militares sin precedente, entonces creo que el cambio en México sería inevitable. Pero es un sueño la idea de que México puede cambiar por sí solo, que puede transformarse por su cuenta, como si existiera separado del resto planeta donde todos vivimos.
(*) John Womack, Jr. | Nació en Norman, Oklahoma en 1937. Se graduó con mención honorífica de la Universidad de Harvard en 1959. Fue becario Rhodes Scholar en la Universidad Oxford. Después de dos años en Inglaterra, regresa a su alma mater a realizar un doctorado en historia con una investigación excepcional sobre Zapata y la Revolución Mexicana que le da prestigio internacional. Harvard le ofrece el puesto de profesor de historia latinoamericana. Su monografía sobre Zapata inspiró a académicos y alumnos estudiar la historia de los movimientos sociales en Latinoamericana. En 1969, publica su obra más célebre: Zapata y la Revolución Mexicana. En 2009 se jubila con el título de Profesor Emérito Robert Woods Bliss. Actualmente investiga la historia de México del siglo 19 en su cubículo de académico en Harvard.
Twitter: @DoliaEstevez