Alejandro Calvillo
02/05/2018 - 12:00 am
De 1886 a 2018: Ante la Horca el 1 de mayo
El movimiento anarquista y socialista de fines del siglo XIX fue fundamental en el proceso de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. El camino fue duro pero las conquistas se fueron sucediendo. No puede negarse una mejora en esas condiciones, en especial, en las naciones desarrolladas y, en alguna medida, en las llamadas naciones en desarrollo: educación gratuita que permitía la permeabilidad social, acceso a la salud y a la vivienda. Hasta los sesentas, setentas, podría pensarse que esas condiciones tenderían a extenderse. Pero a partir del neoliberalismo, de la captura de la democracia por las grandes corporaciones y sus instituciones internacionales financieras, las condiciones han venido deteriorándose a tal grado que el discurso de George Engel, uno de los Martires de Chicago, frente a la horca el primero de mayo de 1886, fecha que conmemoramos año con año, tiene todavía muchos ecos, ahora frente al capitalismo salvaje, frente a una democracia capturada por los poderes económicos.
El movimiento anarquista y socialista de fines del siglo XIX fue fundamental en el proceso de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. El camino fue duro pero las conquistas se fueron sucediendo. No puede negarse una mejora en esas condiciones, en especial, en las naciones desarrolladas y, en alguna medida, en las llamadas naciones en desarrollo: educación gratuita que permitía la permeabilidad social, acceso a la salud y a la vivienda. Hasta los sesentas, setentas, podría pensarse que esas condiciones tenderían a extenderse. Pero a partir del neoliberalismo, de la captura de la democracia por las grandes corporaciones y sus instituciones internacionales financieras, las condiciones han venido deteriorándose a tal grado que el discurso de George Engel, uno de los Martires de Chicago, frente a la horca el primero de mayo de 1886, fecha que conmemoramos año con año, tiene todavía muchos ecos, ahora frente al capitalismo salvaje, frente a una democracia capturada por los poderes económicos.
Este fue su discurso hace más de 130 años:
Antes de ser horcado, George Engel, uno de los Martires de Chicago, dio este discurso.
«Es la primera vez que comparezco ante un Tribunal americano, y en él se me acusa de asesinato. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora.
Aquí también, en esta «libre república», en el país más rico del mundo, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales arrastran una vida miserable. Aquí he visto a seres humanos buscando algo con que alimentarse en los montones de basura de las calles.
Cuando en 1878 vine a esta ciudad, creí hallar más fácilmente medios de vida aquí que en Filadelfia, donde me había sido imposible vivir por más tiempo. Pero mi desilusión fue completa. Empecé a comprender que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York, Filadelfia o Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta república tan ponderada. Un compañero de taller me hizo comprender científicamente la causa de que en este rico país no pueda vivir decentemente el proletariado. Compré libros para ilustrarme más, y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y también comprendí que todos los partidos estaban degradados… Entonces entré en la Asociación Internacional de Trabajadores. Los miembros de esta asociación están convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la Historia enseña. En ella podemos aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud, y así como fue ahorcado el primero que en este país agitó la opinión contra la esclavitud, vamos a ser ahorcados nosotros.
¿En qué consiste mi crimen?
En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social en que sea imposible el hecho de que mientras unos amontonan millones utilizando las máquinas, otros caen en la degradación y en la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la Naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…
En la noche en que fue arrojada la primera bomba en este país, yo me hallaba en mi casa. Yo no sabía ni una palabra de la conspiración que pretende haber descubierto el ministerio público.
Es cierto que tengo relaciones con mis compañeros de proceso, pero a algunos sólo los conozco por haberlos visto en reuniones de trabajadores. No niego tampoco que haya yo hablado en varios mítines, afirmando que si cada trabajador llevase una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista imperante. Esa es mi opinión y mi deseo.
Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da el privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quiénes son sus enemigos y quiénes son sus amigos. Todo lo demás yo lo desprecio; desprecio el poder de un Gobierno inicuo, sus policías y sus espías. Nada más tengo que decir.
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