Jorge Alberto Gudiño Hernández
21/04/2018 - 12:00 am
La verosimilitud de las propuestas
Seamos sinceros: todos tenemos, dentro de nuestro círculo cercano, personas que mienten; nosotros mismos lo hacemos. Platicamos exagerando las anécdotas, idealizando ciertas situaciones o impulsados por una necesidad de audiencia. Es algo natural y humano.
Seamos sinceros: todos tenemos, dentro de nuestro círculo cercano, personas que mienten; nosotros mismos lo hacemos. Platicamos exagerando las anécdotas, idealizando ciertas situaciones o impulsados por una necesidad de audiencia. Es algo natural y humano.
Tan es así, que terminamos conociéndonos. Sé que tengo un amigo al que le han pasado todas las cosas del mundo. Si alguien llega a platicarle de un viaje, él ha hecho uno más largo y más intenso. Si otro le cuenta que fue a un concierto espectacular, resulta que él es amigo de la banda. Si, uno más, asegura haber visto una película muy buena, él, incluso, participó en el rodaje. Como todos sabemos que es así, acabamos sonriendo con indulgencia y lo dejamos ser.
Lo mismo ocurre con el resto de los compañeros de vida. Cuando alguno de ellos me recomienda un libro, sé que no será bueno; cuando otro sugiere un restaurante, confío en que será una gran experiencia gastronómica. Vamos conociendo nuestros gustos, generamos una relación tal que permite conocernos a lo largo del tiempo. De una u otra forma, confiamos en lo que nuestros amigos más cercanos y nuestros familiares nos significan.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo de los candidatos a los diferentes cargos de elección; mucho menos, de los presidenciables. De nuevo, seamos objetivos: la mayoría de nosotros no los conoce en persona, mucho menos tiene una relación con ellos. Es muy difícil, entonces, confiar.
Unos y otros han propuesto diferentes cosas, desde programas de gobierno hasta políticas públicas. No demasiadas, para ser sinceros. Prometen, empero, erradicar la corrupción, mejorar la economía, fortalecer la educación, combatir la delincuencia… En fin, toda una pléyade de buenos deseos. Lo que prometería cualquiera en caso de estar en sus situaciones.
Lo interesante es que, de una u otra forma, hemos decidido creerles y no me queda claro por qué. Reitero: no los conocemos. Más aún, sabemos que nos mienten, no por nada están en campaña. Incluso estamos ciertos de que estos políticos no son sino eso, políticos, y nuestra experiencia nos ha enseñado que nos engañan.
Pese a todo, les creemos.
Esto viene a cuento porque ignoro cómo es que se construye la verosimilitud en una serie de discursos. Mañana será el debate y prometerán más, también habrá ataques y defensas. Algunos nos emocionaremos por el vaivén de las palabras; otros nos aburriremos.
Espero, sin embargo, que no les creamos. No durante los debates y no en el resto de las campañas. Regalarles nuestra credulidad es darles mucho. Siempre preferiré partir de dudas que de certezas. Así que cualquiera de ellos deberá convencerme. Y no es sencillo, ya me han engañado muchas veces.
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