Gustavo De la Rosa
10/04/2018 - 12:02 am
El embustero absoluto
Cuando daba clases de Introducción a la Filosofía en los ochenta, ofrecía este ejercicio a mis alumnos de preparatoria: Cuando se logra encontrar la falsedad absoluta se ha encontrado también la verdad, pues sólo basta invertir la primera para descubrir la segunda. Había olvidado esta anécdota hasta que, durante estas campañas, noté que el candidato […]
Cuando daba clases de Introducción a la Filosofía en los ochenta, ofrecía este ejercicio a mis alumnos de preparatoria: Cuando se logra encontrar la falsedad absoluta se ha encontrado también la verdad, pues sólo basta invertir la primera para descubrir la segunda. Había olvidado esta anécdota hasta que, durante estas campañas, noté que el candidato Meade miente mirándonos directo a los ojos.
La primera de sus mentiras es su presunción de honestidad y anticorrupción, que ha repetido tan insistentemente que él y sus asistentes de campaña ya creen que van convenciendo. Y así van mentira tras mentira.
Dice que fue un funcionario eficiente para el beneficio de los mexicanos, que el país progresó durante los sexenios en que sirvió, que respeta los derechos humanos y que lo indigna la corrupción de los funcionarios de Gobierno.
Promete que logrará una educación de excelencia; asegura que habrá escuela, trabajo o negocios para todos los jóvenes; hospitales públicos para todas las familias y que todos los niños, al nacer, tendrán derecho a la salud, buena nutrición, educación y hogar.
Afirma que combatirá la inseguridad con un modelo integral, garantizando a los mexicanos igualdad en acceso a la alimentación, educación, salud, recreación y un empleo digno; que la prioridad serán las mujeres y que todos avanzaremos parejos, alcanzando un piso mínimo de oportunidades y calidad de vida.
Y acusa a López Obrador de ser populista.
Todos los males que dice que combatirá son los que han producido las administraciones públicas federales para las que su padre y él han trabajado; no se puede entender por qué dice todo esto a menos que realicemos el mismo ejercicio filosófico mencionado anteriormente e invirtamos el sentido negativo a afirmativo, o viceversa en este caso, para entender su mensaje:
Si dice “no soy corrupto”, la verdad es “sí soy corrupto”; “trabajé para todos los mexicanos” se lee como «no trabajé para todos los mexicanos, sólo para unos cuantos”; “garantizaré igualdad en el acceso a la alimentación, educación, salud, recreación y un empleo digno” se convierte en “mantendré las grandes desigualdades que existen”.
Todo lo que dice que va a cambiar, en realidad es lo que va a mantener.
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