Diego Petersen Farah
02/03/2018 - 12:05 am
Del Toro y el monstruo que salió del escusado
“El gordo” tuvo claro que quería hacer cine desde que era flaco.
Guillermo del Toro es un monstruo en toda la extensión de la palabra: es enorme, es único, es diferente. Escribo esto antes de la entrega del Oscar porque Guillermo es un monstruo antes o después de la estatuilla, gane una, cinco o ninguna.
“El gordo” tuvo claro que quería hacer cine desde que era flaco. Y no solo quería hacerlo, tenía todas las cualidades para ello. En el Festival de la Expresión de la Preparatoria del Instituto de Ciencias era capaz de competir en teatro, oratoria, dibujo, pintura, escultura y, fuera de competencia, en cine, pues era el único que lo hacía. De ahí, de un escusado de la escuela, salió su primer monstruo. Un ser que imaginábamos horrible, y apestoso claro, pues en Pesadilla II la cámara eran los ojos del monstruo y los espectadores solo veíamos una mano llena de chorretes color café que asustaba hasta el infarto. Un año más tarde vimos Ritual una joven que se quitaba el maquillaje parsimoniosamente antes de meterse a una tina y cortarse las venas con escenas que ya prefiguraban la belleza de las que vimos en La marca del agua.
A los 16 o 17 años Guillermo no solo hacía sus primeros ejercicios cinematográficos, también escribía cuentos, hacía cómics y nos daba clases, a sus propios compañeros, de animación, moldeando seres con plastilina e imitaba en los salones la actuación y los ruidos emitidos por Ron Perlman en La conquista de fuego. A la postre Guillermo se convertiría en director y Perlman en su actor estrella. Si alguien puede llevar por la vida esa trillada etiqueta de enfant terrible es Guillermo, porque lo era en todos sentidos.
Cuando el gran crítico e historiador del cine mexicano Emilio García Riera vio La invención de Cronos, que a la postre sería conocida solo como Cronos (1993) no dudó en decir que se trataba de la opera prima más prometedora del cine nacional: Guillermo del Toro tenía solo 29 años y un hambre monstruosa de tragarse el mundo. Hay quien dirá, con razón, que el cine de Del Toro no es cine mexicano, pero la pregunta es a quién le importa si es o no cine mexicano. A él no, ciertamente. Guillermo es un mexicano hace cine, buen cine, donde puede: en México, en España, en Estados Unidos, en español o en inglés. De hecho, el lenguaje común de todas sus películas es el de los monstruos, pues es el propio Guillermo quien diseña y graba los ruidos de los engendros que salen de su imaginación.
En monstruo que salió del escusado del Instituto de Ciencias estará sin duda este domingo al lado del gran director, comiéndose las uñas, aplaudiendo y festejando el destino del monstruo de monstruos.
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