Dolia Estévez
02/03/2018 - 12:00 am
El otoño del virrey
Washington, D.C.—Luis Videgaray debe estar contando con ansiedad los días que le restan como canciller. Su autoridad y poder de virrey van en caída libre. La «cumbre de trabajo» entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto, que se esmeró en fraguar con el empequeñecido yerno Jared Kushner, tronó cuando el mandatario estadounidense rechazó colérico la […]
Washington, D.C.—Luis Videgaray debe estar contando con ansiedad los días que le restan como canciller. Su autoridad y poder de virrey van en caída libre. La «cumbre de trabajo» entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto, que se esmeró en fraguar con el empequeñecido yerno Jared Kushner, tronó cuando el mandatario estadounidense rechazó colérico la sugerencia de Peña de no cobrarle en público el «bello» muro fronterizo. La relación México-Estados Unidos, contrario a lo que piense, no es una coreografía en la que puede decidir el movimiento de los actores a su antojo.
El nuevo revés coincide con el desplome de Kushner. Esta semana, la Casa Blanca redujo su acreditación de seguridad despojándolo de acceso a datos altamente secretos. A través de intercepciones de comunicaciones, la inteligencia estadounidense descubrió que México, China, Israel y los Emiratos Árabes Unidos intentaron manipular a Kushner. Los investigadores consideran que sus líos financieros, falta de experiencia, ingenuidad política y conflictos de interés son vulnerabilidades susceptibles al chantaje. Aún no se revelan nombres pero no se puede descartar que Videgaray salga implicado. Kushner también es blanco del fiscal especial que investiga supuestos vínculos con los rusos. A menos que Trump intervenga para rehabilitar a su yerno, el laborioso castillo de arena que construyó con Videgaray seguirá desmoronándose.
La relación con Estados Unidos está en crisis. Por más que los operadores peñistas intenten compartimentar la agenda, el choque Trump-Peña, y la depreciación de Kushner, resonará en la mesa de negociaciones comerciales. Que no sorprenda si Trump también las dinamita. Videgaray no aprendió del episodio de enero de 2017 cuando desacuerdos entre Trump y Peña en torno al muro abortaron la reunión que había pactado con Kushner. Deja vu. Es la tercera demoledora derrota de Videgaray desde la invitación a Trump en plena campaña electoral en 2016 que le costó el puesto en Hacienda.
En poco más de un año, Videgaray, también conocido como el Conde de Malinalco, ha hecho y deshecho a su antojo. Se ha conducido fuera de los canales institucionales. Ha reducido la relación diplomática más importante de México a su trato personal con Kushner. Ha tomado decisiones que contravienen la política exterior de México. Expulsó al embajador de Norcorea, país al que Trump emplazó a guerra nuclear, encabezó la ofensiva contra Venezuela en la OEA y le hace el trabajo sucio a Trump en Centroamérica. Ni qué decir de la insólita abstención en la ONU sobre la explosiva decisión estadounidense de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Kushner le dio acceso privilegiado a la corte de Trump y Videgaray agradeció alineando la diplomacia de México a la del imperio. Videgaray es el único canciller con «llaves de oro» a la Casa Blanca. Cuando dice que la relación nunca había sido tan estrecha, se refiere a la suya con Kushner. Pero él no es México, ni Kushner Estados Unidos.
Videgaray pasa más tiempo a las orillas del Potomac que en su condado de Malinalco. Entre el 4 de enero de 2017, fecha en que asumió el puesto, y el 14 de febrero pasado, Videgaray ha viajado a la capital estadounidense 15 veces. Más de una vez por mes en promedio. Las últimas tres visitas se dieron en las primeras seis semanas de 2018. Según The Washington Post, viaja en aviones de la Marina Mexicana y aterriza en hangar privado del aeropuerto de Dulles, a 43 kilómetros de la capital.
No cree en la rendición de cuentas. Sólo dos veces ha convocado a rueda de prensa en la Embajada de México. Inicialmente no quería que se conocieran sus tratos secretos con Kushner. En marzo de 2017, ocultó su tête-à-tête con éste. Nos enteramos porque le pregunté expresamente. Los comunicados de la SRE son lacónicos. El 14 de febrero, el último viaje del que se tenga registro, anunció que habría encuentro presidencial «en las próximas semanas» para «revisar avances» y «tratar temas pendientes».
El triunfalismo de Videgaray quedó plasmado en cuatro imágenes divulgadas por la SRE sobre el «almuerzo de trabajo» que sostuvo ese día en la Casa Blanca. Frente a Kushner y rodeado de los secretarios Acosta (Trabajo); Perry (Energía); Ross (Comercio) y McMaster (asesor Seguridad Nacional), entre otros, un conversador Videgaray acapara el centro de la escena. El apparatchik binacional. Los dioses del Olimpo finalmente se alineaban. Seis días después un indignado Trump lo bajó de las nubes.
En casi dos siglos de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, ningún canciller había visitado Washington con tanta frecuencia y con resultados tan desastrosos. Jorge Castañeda, en un año como canciller de Vicente Fox, vino seguido, pero no más de ocho en total; Luis Ernesto Derbez, sucesor de Castañeda, quizá un poco más pero en un lapso de cincos años; Rosario Green, canciller en los últimos dos años del sexenio de Ernesto Zedillo, estuvo en Washington entre cinco y seis veces; Patricia Espinosa, la canciller de Felipe Calderón, unas ocho veces en todo el sexenio. Fernando Solana y Bernardo Sepúlveda, cancilleres de Carlos Salinas y Miguel de La Madrid respectivamente, acumularon más visitas por haberse quedado todo el sexenio, pero no rompen el record de Videgaray.
El comportamiento de Videgaray no tiene precedente. México ha padecido cancilleres arrogantes, soberbios, inseguros, ineptos, grises, acomodadizos, ingenuos, pero ninguno había subordinado el interés nacional a los designios de un enemigo declarado de México. Que la historia juzgue si es traición.
@DoliaEstevez
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