Tomás Calvillo Unna
21/02/2018 - 12:00 am
No es la elección, es el entendimiento
Si tomamos un poco de distancia de este fenómeno político, advertimos que un sistema específico heredado de las primeras décadas del siglo XX llegó a su fin; o como se ha señalado con anterioridad se encuentra en un estado de mutación.
Si no se actúa pronto esto no va a tener remedio. Esta frase ¿a qué se refiere? Para no enredarnos demasiado, se puede afirmar que es una advertencia a México, si, en singular que es en esencia un plural.
No obstante hay un tema anterior que también está implicado en esa alerta, me refiero a la velocidad, la precipitación y la carga cada vez mayor de tareas, que están triturando nuestra cotidianidad; y que sin duda explican, aunque no justifican la licuadora en que se ha convertido el proceso electoral en nuestro país.
La clase política ya se subió casi completa a un camión revolvedor que a mediados de año arrojará su carga.
Si tomamos un poco de distancia de este fenómeno político, advertimos que un sistema específico heredado de las primeras décadas del siglo XX llegó a su fin; o como se ha señalado con anterioridad se encuentra en un estado de mutación.
Por lo mismo, en estas condiciones, la velocidad y la precipitación que la tecnología introdujo en todos o casi todos los planos del mundanal ruido, convierte a la política en una puesta en escena de un vórtice de voluntades que pretenden gobernar algo que ya no está.
De ahí que el pragmatismo desaforado, la cultura política de los y las trásfugas, comúnmente llamados “chapulines” sean inevitables.
Más allá de fobias y filias que todos llevamos, este proceso (al margen de quien triunfe en las elecciones), será un camino tristísimo para la nación por las esperanzas que miles depositan en los candidatos; mismos que se tambalean sobre estructuras carcomidas, donde busca sobrevivir una clase política que se puede calificar por su conducta ante los ojos de millones como atascada en todos los sentidos que este término suele tener.
El desmantelamiento del Estado, el estallido cultural global de los medios electrónicos, las mediaciones tecnológicas de la cotidianidad y los centros de gravedad del dinero, del capital, corporativos y demás, han estrujado las viejas representaciones políticas y están arrinconando a la democracia hasta convertirla en un pulmón más de esta especie en mutación llamado “estado-nación”. Un pulmón que aún proporciona oxígeno pero cuya capacidad se reduce velozmente, mientras los candidatos y sus discursos hablan de una realidad que se evapora ante la mirada de muchos.
El entendimiento de lo que significa hoy la Nación está ausente, lo percibimos pero pareciera que no queremos hablar de ello.
El civismo y la decrepitud política no se lo merece este país, ni el demasiado dolor que reclama su cauce.
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