Jorge Zepeda Patterson
07/01/2018 - 12:02 am
Si México fuera un auto, ¿cuál sería?
Si México fuera un auto, ¿cuál sería? Parecería una pregunta ociosa pero es una de las que se hacen en estos días nuestros embajadores y cónsules encerrados durante una semana para dilucidar la imagen de país que habrá de “venderse” en 2018. Como cada enero y desde hace 27 años, el servicio exterior se enfrenta […]
Si México fuera un auto, ¿cuál sería? Parecería una pregunta ociosa pero es una de las que se hacen en estos días nuestros embajadores y cónsules encerrados durante una semana para dilucidar la imagen de país que habrá de “venderse” en 2018. Como cada enero y desde hace 27 años, el servicio exterior se enfrenta a la dura tarea de reinventarse una narrativa para dejar bien parado a nuestro país en el resto del mundo. Una tarea durísima si consideramos el efecto de las diatribas de Donald Trump, quien no para de tratarnos como una punta de holgazanes y viciosos; o, peor aún, la propia realidad que insiste en ventilarle al mundo nuestras historias de corrupción y violencia. Y tampoco es que ayude mucho el hecho de que en 2017 hayamos roto el récord de asesinatos (muchos de ellos perpetrados en contra de extranjeros).
Hace mucho que nuestro supuesto exotismo dejó de ser novedad. Los mariachis y las pirámides no despiertan pasiones ni justifican el viaje a México, entre otras razones porque ya hay mariachis en todos lados y la excursión a Chichent Itzá y equivalentes se ha convertido en una misión temeraria. Los grandes polos de atracción turística son Cancún, Riviera Maya y la zona de los Cabos, gracias a que cada vez tienden a parecerse más a Miami o la Riviera Azul, o a cualquier sitio impersonal en el que exista una playa, un “mall” con tiendas internacionales, un hotel de cadena y antros llamativos.
“Cómo México no hay dos” es un eslogan fallido y no tengo claro si alguna vez funcionó. En todo caso es muy probable que hoy nos respondieran algo así como “gracias a Dios”. Necesitamos un lema capaz de darle la vuelta a nuestras vergüenzas, algo que sea capaz de mostrar que esta es una tierra de inagotables posibilidades, pese a todo. Relaciones Exteriores tendrá que buscar narrativas ingeniosas pero sostenibles; y no esas imágenes absurdas que remiten al México encapsulado y privilegiado que viven los funcionarios que habrán de palomear las nuevas campañas.
¿Cómo preparar a un embajador en Europa para que responda a un empresario interesado en invertir en México a quien le preocupan los costos adicionales por corrupción e inseguridad, amén de los riesgos personales? ¿Cómo enfrentar la recomendación del gobierno federal estadounidense que ha proscrito a Guerrero como destino turístico o de negocios? ¿Cómo contrarrestar el impacto en la opinión pública de notas que cada semana dan cuenta de masacres, linchamientos, descuartizados y se publican en los diarios de Nueva York, París, Milán o Londres?
Peor aún, ¿cómo puede un embajador mexicano minimizar las acusaciones de corrupción endémica cuando algunos de ellos son ex políticos de infamia y riqueza pública, que ocupan su embajada en calidad de recompensa patrimonial?
Desde luego, algo discurrirán a lo largo de la semana en que estará reunido todo el servicio exterior. Supongo que conseguirán algunas piezas retóricas ágiles y modernas, del tipo TED Talks, perfectamente diseñadas para parecer trascendentes, emotivas y humanas. Lo cual nos lleva de nuevo a la alegoría de los coches.
Si México fuera un auto, ¿cuál sería? Cuba sería un Plymouth 53 de láminas brillantes, con motor tropicalizado y rines de la Ford. Inglaterra un Rolls Royce de hace 15 años. Italia un descapotable flamante y atrevido, aunque probablemente sin llanta de repuesto en la cajuela. Estados Unidos una Hummer negra de llantas altas. ¿Y México? ¿Usted qué piensa?
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
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