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Tomás Calvillo Unna

27/12/2017 - 12:04 am

La mirada nuestra de cada día

Ese campo de observación que perdemos cada minuto, podría ser una experiencia única e incluso renovadora de conocimiento.

Ese Campo De Observación Que Perdemos Cada Minuto Podría Ser Una Experiencia única E Incluso Renovadora De Conocimiento Pintura Tomás Calvillo

Hay un campo de observación que está con nosotros cada día y siempre lo ignoramos. Tal vez porque la rutina nos enceguece y no permite que renovemos nuestra concentración en lo que diariamente nos rodea. A ello se suma la continua búsqueda u oferta de nuevas experiencias, lugares, objetos, etc.

Lo común, lo que está a nuestro alcance todas las horas parece como algo dado, sin que tengamos necesidad de entenderlo o explorarlo más. Está ahí, simplemente le llamamos nuestra realidad, nuestra condición y no tenemos mayor interés en ahondar en una relación convertida en hábitos y costumbres que nos acomodan, no sin ciertos ajustes de vez en cuando.

Contamos con suficientes relatos familiares, ocupaciones y preocupaciones de sobrevivencia que no tenemos siquiera el tiempo, ni la energía para observar ese campo inexplorado de nuestra cotidianidad.

Incluso pensar en ello nos parece una pérdida de tiempo, un ejercicio sin sentido. No tiene ni pies ni cabeza involucrarnos en una observación de algo que consideramos más que conocido.

Damos por hecho que así son las cosas en casa, en el trabajo, en el trayecto hacia ambos, y en todo lo que concierne a “nuestro mundo”, “nuestra gente”, como solemos decir.

Ese campo de observación que perdemos cada minuto, podría ser una experiencia única e incluso renovadora de conocimiento.

No se trata de entender mejor nuestras conductas y vínculos, ni aspiraciones, ni temores. No busca cambiar la realidad, aunque su entendimiento puede trastornarla sin aspavientos, ni confrontaciones.

Recuperar la conciencia de ese campo de observación, puede ayudarnos a reencontrar el tiempo y espacio dislocados por los procesos cada vez más dominantes de la inserción social en los ritmos tecnológicos particularmente los de la comunicación, entre comillas.

Pero ciertamente es una experiencia que no se acota a un contexto sociológico o histórico específico.

Se expresa en la relación interior-exterior, es decir en la capacidad que tenemos para retirarnos de lo adquirido y desprendernos tomando la distancia necesaria, para paradójicamente, retornar al mismo lugar donde nos encontramos, con la certeza de que la fugacidad sostiene el sentido de la permanecía.

En una palabra es saber del potencial que llevamos al experimentar la extrañeza irreductible que nos habita y habitamos.

Una concentrada frescura sutil que perdura más allá incluso de pesadas o tediosas rutinas y de las efervescentes, en demasía, proyecciones electrónicas que dispersan la mirada.

 

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