Arnoldo Cuellar
30/11/2017 - 12:00 am
La fórmula Meade en Guanajuato
La apuesta es la de ir creciendo, ocupar con claridad el segundo lugar y cerrar con fuerza frente a Andrés Manuel López Obrador, esperando que funcionen la táctica del miedo que genera voto útil y que el tabasqueño cometa las pifias que suelen frenarlo en los momentos decisivos.
Pareciera un razonamiento muy simple pensar que el Meade de los priistas de Guanajuato es José Luis Romero Hicks; mientras que el Osorio Chong es Gerardo Sánchez.
Puede ser una visión muy esquemática, la política pese a que muchos lo piensen y lo practiquen, no solo es un asunto de paralelismos. Sin embargo, hay otras pautas de análisis que pueden ayudarnos a establecer el escenario más probable de lo que puede ocurrir en Guanajuato en vista de los nuevos acomodos de la política nacional.
José Antonio Meade llega al escenario como candidato de un partido político que ocupa un segundo lugar y que pudiera ser tercero si el Frente PAN-PRD-MC logra convencer a un buen candidato.
La apuesta es la de ir creciendo, ocupar con claridad el segundo lugar y cerrar con fuerza frente a Andrés Manuel López Obrador, esperando que funcionen la táctica del miedo que genera voto útil y que el tabasqueño cometa las pifias que suelen frenarlo en los momentos decisivos.
El escenario no es muy distinto en Guanajuato. El candidato que designe el PRI, que no será elegido sino escogido bajo diseño, como marca la historia de este partido y sus actuales necesidades políticas, arrancará en un segundo lugar relativamente lejano del aspirante panista, bien vaya solo o en una alianza que en la entidad sería más bien simbólica.
El abanderado priista de Guanajuato tendría que poseer pocos negativos y una gran posibilidad de crecer, incluso si no fuera totalmente conocido. De ser coherentes con la estrategia nacional, el candidato a gobernador, al igual que en el resto de las entidades, debe aportar votos y no restarlos, buscando eliminar el componente priista duro y resaltar las virtudes más ciudadanas, más eclécticas y apartidistas.
En ese sentido, el perfil de Romero Hicks le viene como anillo al dedo a dicha estrategia. Su carácter de cuadro que ha trabajado en administraciones panistas y priistas lo empareja mucho con Meade, además del perfil profesional.
Sin embargo, quizá eso no sea tan relevante como la identificación del ex secretario de finanzas de Vicente Fox con su hermano, el ex gobernador que lo vuelve una figura enormemente potable para el electorado que sin militar, ha simpatizado con el PAN en las últimas décadas.
Ante ello, el único otro candidato con posibilidades del PRI, el cenecista Gerardo Sánchez, absoluto propietario del aparato partidista en la entidad, tiene pocas posibilidades de crecer más allá del voto duro, un bagaje muy erosionado a últimas fechas. El propio senador salvaterrense parece percatarse del cambio en el momentum político, y hasta ha aceptado la posibilidad de que el PRI tenga un candidato externo.
Para quienes están creyendo que Gerardo Sánchez sería un obstáculo excepcional con sus huestes de priistas duros y con su apropiación de todas las instancias partidistas en Guanajuato, habría que recordarles que la rebelión del 2012, cuando tomó el partido y saboteó la campaña de Juan Ignacio Torres Landa, ocurrió en un escenario de ausencia de pode priista, pues Peña Nieto no dejaba de ser un candidato de oposición.
Hoy, en cambio, los resortes del poder institucional se encuentran todos en control de los operadores políticos peñistas, una rebelión como esa con la que sueñan priistas anacrónicos que redactan libelos en algunos diarios, podría sumergir a Gerardo Sánchez en un verdadero purgatorio.
Siempre quedará la posibilidad del sabotaje silencioso y la huelga de brazos caídos, asuntos en los que casi todos los priistas de Guanajuato han tenido experiencia en algún momento de su larga noche opositora. Allí habría que ver la capacidad política y la imaginación del candidato, para buscar votos en la sociedad, separarse de las gastadas estructuras priistas y hacer de la necesidad virtud.
La incógnita se despejará en pocas semanas y esto no aspira a ser una profecía, sino solamente a poner sobre la mesa elementos para que cada quien arme sus conclusiones.
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